Nova Lituania               6 Puntos

Lituania, 2019

Dirección y guion: Karolis Kaupinis.

Duración: 96 minutos.

Intérpretes: Aleksas Kazanavicius, Vaidotas Martinaitis, Valentinas Masalskis, Rasa Samuolyte.

Estreno: en la plataforma Mubi.

Particularísima mirada hacia la caída de un régimen, la ópera prima del lituano Karolis Kaupinis –que formó parte de la competencia East of the West en el Festival de Karlovy Vary– se impone como un drama satírico de ribetes sociales, políticos e históricos. Nova Lituania, sin embargo, no va de lo general a lo particular sino todo lo contrario. Corre el año 1938 y el país se dispone a festejar los veinte años de su independencia del Imperio ruso, luego del final de la Primera Guerra Mundial. Sin embargo, las últimas noticias del estado de las cosas en Europa no son nada alentadoras y la relación con los vecinos polacos, alemanes y soviéticos puede pasar en cualquier momento de una tensa convivencia a la ocupación militar. ¿A manos de quién? Cualquiera, en estricto orden de llegada. Algo por el estilo se anticipa en la primera escena, cuando la ceremonia de graduación de un grupo de soldados, presidida por el presidente del país, es interrumpida por una novedad: un vigía polaco fue abatido en la frontera, disparador de una ruptura diplomática de consecuencias insospechadas.

Corte al profesor universitario y geógrafo Feliksas, obsesionado desde hace rato con una idea tan novedosa como utópica. Y, en gran medida, irrealizable: emplazar en alguna isla remota una nueva Lituania desde la cual refundar el país, una Lituania de reserva ante la inminencia de la usurpación. El disparate –basado en conceptos reales de Kazys Pakstas, presidente de la Sociedad Geográfica Lituana en el período retratado– nunca es observado desde el humor y Kaupinis opta por un tono serio aunque nunca solemne, apoyado por una contrastada fotografía en blanco y negro y formato de pantalla casi cuadrado, que remiten sin fisuras al pasado del cine. Pero Nova Lituania no es un film académico ni preciosista y el objeto de su atención comienza a ser, cada vez más, la relación entre Feliksas y Jonas, ex primer ministro recientemente designado director del banco nacional. Un vínculo que irá de la sospecha de insania hacia una comprensión cabal del plan. E incluso a una posible amistad en tiempos de tensa calma antes de la tempestad.

Si vender la estrategia a la elite política es la empresa más difícil de su vida, los días y noches en casa tampoco son sencillos para Feliksas y la mudanza de la suegra al piso familiar aporta aún más tensiones a la existencia cotidiana, como si se tratara de una invasión microscópica que reflejara la otra a gran escala. “Los países menos poblados son los más fáciles de ocupar”, reflexiona el protagonista ante una clase, utilizando el ejemplo de un globo inflado con aire y otro relleno de arena. Mientras la sociedad y el gobierno aceptan una a una las demandas de los vecinos, sin (querer) caer en la cuenta del inminente desastre, el geógrafo descubre que los últimos acuerdos internacionales incluyen la capitulación a cambio de una futura devolución de Vilna, la antigua capital lituana. Una entrega disfrazada de triunfo pírrico, además de un gesto pour la galerie tan efímero como vacío. En los últimos tramos Nova Lituania se tiñe de tristeza ante lo inevitable y, al mismo tiempo que los sueños de Feliksas y Jonas comienzan a evaporarse, el destino de Lituania como república soviética o país ocupado por los alemanes comienza a avanzar a pasos agigantados.