En el espacio amplio de articulaciones posibles del psicoanálisis con los feminismos, hay varios términos de la teoría psicoanalítica que es interesante y necesario revisar.

Este comentario se propone estar en sintonía con la posición enunciativa que han tenido autores fundacionales del psicoanálisis como lo han sido Freud o Lacan.

En el caso de Freud, lo habitó un afán de reflexionar sobre la praxis analítica, ya desde su experiencia de formación con Charcot. Quedó en ella marcado por las discusiones en las que, él con sus compañeros, procuraban fundamentar algo, invocando a alguna de las teorías dominantes. Según cuenta Freud, Charcot tramitaba esos reparos de manera amistosa y paciente, y quedando de esas discusiones, como legado, una frase que éste espetaba y que devino famosa: "Ça n`empêche pas d`exister". Ese argumento no impide que eso exista. Es decir, existían problemas más allá de las teorías dominantes. Freud se ha ocupado de dar testimonio de cómo atesoró esa posición, ese modo de abordar los problemas que se le presentaban.

Así como, en el caso de Lacan, quien plantó en la praxis el no hay relación sexual, o la formulación del no-todo, que le cabe por supuesto también, a la teoría en circulación.

Es en este marco que se inscriben estas reflexiones, es decir, no toda la tradición del psicoanálisis estaría para ser conservada.

Entiendo que cuando esto no tiene curso, personas de la cultura, o al decir de Freud, legos, pueden llegar a conclusiones como aquellas a las que llega Didier Eribon, en su libro al que pone por título Escapar del psicoanálisis.

El propósito de este comentario es problematizar un desarrollo de Lacan que podría sintetizarse en la siguiente cita del Seminario 17, del Envés del psicoanálisis, de la sesión del 11 de marzo de 1970:

"El rol de la madre es el deseo de la madre. Es capital. El deseo de la madre no es algo que pueda soportarse así, que eso les sea indifirente. Trae aparejado siempre estragos. Un gran cocodrilo en la boca del cual uds. se encuentran -es eso, la madre. No se sabe qué puede pasarle de repente, de cerrar su pico. Es eso, el deseo de la madre."

¿Por dónde empezar a desnaturalizar estas afirmaciones, en las que el deseo de la madre trae aparejados siempre estragos?

¿Cuál sería el problema de homologar la boca del cocodrilo al deseo de la madre, haciendo de esto algo esencial o intrinseco a su rol?

Algunxs analistas tienen el cuidado de señalar que podría ser la madre, pero también el padre. Sin embargo, lo problemático de estas afirmaciones no se termina con dicha atenuación.

Que puede haber complicaciones en lxs sujetxs, en relación a la historia del vínculo con la madre, o con el padre, u otrxs, o por características del contexto, es una conclusión sencilla a la que seguramente podemos arribar estando cualquier día en un consultorio en el lugar de analista.

Ahora bien, dicha relativización es aún problemática, porque conserva a la madre en la fórmula que comentamos.

Una pregunta sería: ¿por qué llamaríamos a eso supuesto en el Otro, deseo?

Si por ejemplo tomamos ideas que presenta Lacan en el Seminario de las relaciones de objeto, vemos que afirma que la madre encuentra en el niño, "algo que la calma".

Pero, de ocurrir eso así, ¿estaríamos hablando de deseo?

Tomando algunas coordenadas del deseo, podemos situarlo en la irreductibilidad a la demanda, resorte que lo aleja de la necesidad o del instinto, podemos señalar que está articulado en el lenguaje, pero no es articulable. El deseo situado en relación al significante, sin lugar a dudas, conlleva pérdida.

Ya sea en el relato bíblico en que una madre se encuentra ante el Juicio Salomónico, o en la versión de la obra de Bertolt Brecht, El círculo de tiza caucasiano, no podemos dejar de verificar, cómo, el acontemiento de la pérdida, es intrinseco al deseo, en este caso materno.

Retomo entonces la pregunta: ¿por qué describiríamos al rol de la madre, al deseo de la madre, como boca de cocodrilo?

Esa boca, que en cualquier momento puede cerrar el pico, nos sugiere más el término goce que deseo.

Si nos retrotraemos a esos seminarios, escritos, en los que desarrolla la determinación del sujeto en el significante, de los cincuenti largos de su enseñanza, por ejemplo en el Seminario de las Formaciones del inconsciente, encontramos también algunas expresiones afines, al momento de describir el lugar de la madre, como lo es el "carpricho", o la "omnipotencia materna".

Hay un Escrito, contemporáneo de estos Seminarios, que es Subversión del sujeto y dialéctica del deseo, texto de 1960, en el que Lacan señala que es necesario que el goce sea "rehusado" para que pueda ser alcanzado sobre la escala invertida de la Ley del deseo. Es decir, el contrapunto entre goce y deseo ya estaba, en esos años, a su disposición. Siendo esto así, ¿por qué sería que llamaríamos a ese capricho deseo, y no, goce?

Si trascendemos esa época, el término goce a lo largo de la obra de Lacan va adquiriendo otra --más-- presencia y conlleva distintas significaciones, no siempre fáciles de reunir entre sí.

Entre recorridos posibles, podemos detenernos y recorrer este mismo Seminario del Envés del Psicoanálisis, en el que encontramos la alusión a la boca del cocodrilo. Hay allí unas cuantas referencias al goce. Es un término que nombra un "exceso", está ligado al "saber", en tanto el saber se ubica en oposición a la verdad, es algo a su vez algo "a lo que se renuncia".

Es decir, una boca a punto de cerrarse siendo unx la presa, se acerca más a esas descripciones del goce, que al deseo o al rol de la madre.

Tampoco es que podríamos quedarnos conformes con que ahora en lugar de deseo de la madre, se incorporara y sustituyera con un nuevo término, y que éste fuera el goce de la madre.

En todo caso el término "goce" es un supuesto, un operador, que permite ubicar un Otro.

Es necesario desarmar la necesariedad de la relación de la boca del cocodrilo con la madre, si no, no veo modo de ir desandando lo que en el psicoanálisis, podría estar involuntariamente capturado por el patriarcado.

Y si ya damos ese paso, de contar con ese operador, veremos qué irá a parar a ese lugar.

Me parecía significativo también, revisar la metáfora de la boca del cocodrilo, en el cruce que estos temas tienen con las discusiones actuales --aunque de modo lateral-- sobre el tema de la interrupción del embarazo, ya sea legal o voluntaria. Porque en dicho debate, para la vida --no provida-- es de fundamental importancia la articulación con la acepción, el valor, que se le confiere, cuando éste está, al deseo de la madre.

Elisa Ponieman es psicoanalista.