“El virus es una esquirla de la implosión de un esquema social planetario”, entiende Raúl Porchetto, uno de esos artistas siempre sensibles y permeables a lo que sucede en su entorno. “Nos deja pensando para dónde vamos a seguir. Si hay dos virus más, se extingue la raza humana; es muy loca la situación a la que se ha llegado. ¿Adónde va nuestra raza si no hace las cosas sustentables, si no cuida el medio ambiente? Estamos naturalizando cosas que no pueden ser, que son enfermizas”, refuerza uno de los pioneros del rock argentino y referente del colectivo cultural Arte por la Paz. “La parte emocional y psicológica también es muy importante. Ahora que viene el verano va a ser posible estar en ambientes abiertos y transitar un estado de más normalidad”, reflexiona el músico a días de realizar su primer concierto por streaming.
El músico de 70 años le cuenta a Página/12 que desde el comienzo de la cuarentena trató de adaptarse al nuevo contexto. “Desde lo profesional aproveché para volver a estudiar piano y hacer cosas que venía postergando. También escribir alguna cosa literaria. Me puse a improvisar sobre algunas canciones pero nada definitivo, solo como ejercicio”, confiesa Porchetto, quien en mayo grabó a distancia una versión de la zamba “Bajaste del norte”, junto al santiagueño Raly Barrionuevo. “A Raly siempre le gustó e hicimos una versión re linda. Es una canción que siempre tocamos con León (Gieco)”, destaca. En esta sintonía, Porchetto realizará el viernes 13 de noviembre a las 22 un show por streaming través de la plataforma Disco Trashumante.
No será, claro, un show convencional. No solo por la nueva modalidad de transmisión, sino por el espíritu de la propuesta. El autor de “Reina madre” hará un recorrido por clásicos de toda su obra y aquellas perlitas que no toca muy seguido, a través de un formato íntimo, casero y familiar. “Quería tocar como cuando nos encontramos en la vida cotidiana, con amigos y familia. Agarrar el piano, la guitarra y compartir canciones. Contar anécdotas, hablar de algunas letras… La idea es que sea algo relajado, lo más natural posible”, adelanta Porchetto. “No es común mostrar lo que pasa detrás del telón. Me gusta ver los ensayos y el lado B de los artistas; cómo construyen su obra y su mundo. Por eso, vamos a transmitir en vivo desde una escuela de música que tiene mi hijo”, dice. Estará acompañado por Daniel Porchetto en teclados y voz, Hernán Rico en percusión, y Ana Clara Porchetto y Antonella Vinaccia en coros.
-No debe ser fácil repasar una obra con tantos discos y canciones…
-Sí, dentro de lo que pueda hacer, porque he grabado más de 400 temas y dentro de las características que me da la instrumentación, recorrer desde las primeras épocas hasta lo último. Incluso canciones que quedan en algún rinconcito y que nunca se hacen porque no dan para espectáculos masivos. A mí me gusta disfrutar la obra, no me pesan los temas conocidos, porque también espero los clásicos de los artistas que admiro. Si John Lennon estuviera vivo y pudiera verlo tocar, me gustaría que tocara "Imagine". Me interesa hacer un recorrido por toda la obra, pero nunca tocaría un tema que no tuviera ganas de interpretar. Lo que hago es porque me sigue divirtiendo o me parece interesante, porque la canción es una energía cristalizada en un formato artístico y musical. Y esa energía, en la medida que uno tiene ganas de compartirla con los otros, es lo que me sigue generando la misma pasión: ser un músico popular, como cuando empecé. Y a veces más, porque tengo la experiencia, voy a cumplir cincuenta años de carrera el año próximo, entonces sé todo lo que cuesta y valoro seguir estando todavía vivo como artista. Seguir cantando y que la gente compre su entrada, incluso en otras partes del mundo. Es difícil ser artista y más en estos tiempos. Es todo un desafío. Por eso digo "gracias a la vida", como decía la chilena Violeta Parra.
-Todo el tiempo hay un desafío nuevo, ¿no? Se sale de un gobierno neoliberal y viene una pandemia...
-Claro, estamos remando en un pantano, porque después de esos cuatro años que pasamos nos viene una pandemia. Pero así y todo, adoro a mi país, lo amo más que nunca. He hecho mi vida y mi carrera acá. Tuve posibilidades de irme pero he decidido quedarme acá. Por eso no quiero entrar en ese canon que escucho cargado desolación: "nada se puede, acá es imposible". Son golpes de estado anímicos. Pero tenemos un pueblo que se ha bancado tantas cosas… y por eso sigo creyendo a pleno. Nadie me dijo que iba a ser fácil, tampoco me gusta victimizarme. Estoy un poco cansado de escuchar en televisión el discurso que boicotea todo el tiempo todo.
-Tu último disco es Sombras en el cielo (2018) y en la canción que le da nombre hablás de “tiempos mentirosos” y “pueblos originarios sin tierra que sembrar”. ¿Lo político siempre es un tema de inspiración?
-Sí, siempre. Hice hasta quinto año de abogacía porque quería estudiar ciencia política. Desde muy chico me gustó la política, entonces en mis discos he hablado de política. Como artista popular, me interesa lo que pasa con nosotros en sociedad. En 1984 ya tenía un tema, "Canción de Lila", que hablaba sobre una maestra rural que dedica su vida a trabajar con los wichis en Formosa. Así que el tema de los pueblos originarios siempre me interesó. En Reina madre (1983) veníamos cantando "Nunca más" y sobre el valor de la democracia como forma de construcción. Hace poco tuve una charla por Zoom con alumnos que se reciben este año sobre el valor de la democracia. Y más allá del punto de vista de cada uno, es importante que tengan pensamientos propios. Un ministro del interior de la dictadura decía que la gente joven no tenía que tener pensamiento. Entonces, yo rescataba que hoy se ha reconocido que los jóvenes tengan identidad y participación política.
-¿Y qué les aconsejaste?
-Que más allá de las ideas que cada uno pueda tener, valoren el estado de vivir en democracia, valoren al otro y tengan amplitud de ideas. Hay muchas cosas para cambiar y mejorar, pero siempre hay que partir del respeto al otro. Creo que la revolución más grande que puede producirse es la de la paz. A la edad de ellos salir a la calle (en la dictadura) era un problema: eras sospechoso y peligroso por ser joven, atentabas contra el orden común por usar el pelo largo o tener patillas. Y los pibes se reían cuando les contaba eso porque les parecía inconcebible. A lo mejor hoy se mueren por no tener internet o un celular, pero mi generación murió por otras cosas. Así que está bueno que esos ideales estén siempre presentes y soñar con que las cosas se puedan mejorar.
-Después de pasar por muchas estilos, como el folk y el jazz fusión, retornaste al rock en ese disco. ¿Qué representa hoy el rock para vos?
-Lo que llamamos rock es una trova argentina que en un momento se definió como música progresiva o rock argentino, y que tiene como pauta principal no tener pauta: ¿En qué se parecen Charly a León y León a Fito o a Spinetta? En la poética no hay nada parecido, y en la parte rítmica y armónica tampoco. Y sin embargo nadie puede dudar de que es rock argentino. Lo importante no es el hecho de hacer rock and roll sino de tener una riqueza musical, una identidad y una integridad que ha logrado atravesar los tiempos. En un momento el rock argentino fue resistencia, como una barricada, y antes una contracultura. Éramos muchos traidores a la clase media los que comenzamos el rock argentino. Y tratamos de mantener una integridad.