El ciudadano

Orson Welles

1941

Un cheque en blanco. Eso fue lo que la compañía Radio-Keith-Orpheum (RKO) le ofreció al wonder boy Orson Welles. Con poco más de veinte años, el genio de Wisconsin ya había sacudido los cimientos de Broadway con su compañía Mercury Theatre –en particular con la versión “vudú” de Macbeth y la puesta de Julio César– y radicalizado las posibilidades del radioteatro con la adaptación realista de La guerra de los mundos. Las condiciones del desembarco de Welles en Hollywood nunca habían ocurrido y jamás volverían a ocurrir: un director novel, sin experiencia previa en el medio, eligiendo tema, guión y reparto, con libertad absoluta durante el rodaje y el corte final. Después de descartar una posible traslación a la pantalla de El corazón de las tinieblas, de Joseph Conrad, Herman J. Mankiewicz fue contratado para escribir la historia de un magnate encerrado en su torre de oro y de cómo llegó hasta allí. Luego de varias idas y venidas y pugnas de poder en Hollywood y más allá, la película fue estrenada finalmente en una sala de Nueva York el 1° de mayo de 1941, otra ironía consciente por parte de los responsables. Recibida con gran excitación por la crítica especializada y poco vista por el público, de las nueve nominaciones a los premios Oscar que recibió el año siguiente ganaría solamente una, por Mejor Guion, crédito compartido oficialmente por Welles y Mankiewicz. Sería el inicio del fin de la relación de amor del reluciente cineasta con la poderosa industria de cine de su país: su siguiente proyecto, Soberbia (1942), fue quitado de sus manos y el film reeditado y estrenado en una versión muy diferente a la visión original. De allí en más y hasta su muerte, como si se tratara de una maldición de origen, todos y cada uno de los proyectos cinematográficos de Welles se transformarían en luchas quijotescas para conseguir financiamiento, condición sine qua non para sostener la libertad creativa, o bien largometrajes donde los condicionamientos de producción estuvieron siempre por encima de los deseos. Eso, siempre y cuando lograra realmente terminar la película en cuestión. Mientras tanto, a partir de los años 50, la revalorización crítica y de público de El ciudadano comenzó para nunca más detenerse. En esa batalla con aroma a venganza el gran ganador fue, indudablemente, Orson Welles.

La batalla por El ciudadano 

Michael Epstein y Thomas Lennon

1996

Producido originalmente para la serie de documentales televisivos American Experience, La batalla por El ciudadano terminó de cristalizar en la memoria colectiva todos y cada uno de los hechos y leyendas ligados al debut de Welles como realizador. En realidad, una parte sustancial de las dos horas de duración alterna las biografías de William Randolph Hearst (foto) y Welles, estableciendo diferencias y, sobre todo, similitudes entre ambos hombres. El cruce de las dos vidas a comienzos de los años 40 fue lo más cercano a un choque de titanes y el documental alterna documentos e ideas que detallan el rodaje de El ciudadano con los intentos del magnate –acostumbrado a hacer y deshacer carreras y vidas a través de su monopolio periodístico–, por detener su estreno. La película de Epstein y Lennon incorpora entrevistas imprescindibles a, entre otros, Douglas Fairbanks Jr., Frank Mankiewicz –el hijo de Herman– y Peter Bogdanovich, además de un material de archivo notable que incluye varias filmaciones hogareñas en el gigantesco palacio de Hearst.

RKO 281 

Benjamin Ross

1999

Este telefilm producido por HBO está basado en parte en las ideas centrales de La batalla por El ciudadano, aunque su reconstrucción es absolutamente ficcional y muy cercana al concepto de biopic. Liev Schreiber, James Cromwell, Melanie Griffith y John Malkovich encarnan respectivamente a Welles, Hearst, Davies y Mankiewicz, en un relato compacto de 86 minutos que, sin embargo, logra trasladar fielmente el relato de la creación de El ciudadano. El guion incorpora a dos personajes que no tienen lugar en Mank: Louella Parsons y Hedda Hopper, las dos grandes rivales en el terreno de la crónica de espectáculos y la chismología. Veneradas y temidas en partes iguales, es Parsons, como empleada de los periódicos de Hearst, quien adquiere un lugar central en la trama, la mano ejecutora de presiones y amenazas no tan veladas. RKO 281es un excelente complemento de Mank a la hora de entender, desde la recreación con actores y un guion de ficción, los dolores y placeres de la gestación, el rodaje y el lanzamiento de una de las películas más famosas de la historia del cine.