La pandemia sigue generando enormes desafíos tanto para el mundo desarrollado como para los países emergentes. Los anuncios de la efectividad de las vacunas generaron entusiasmo en los últimos días a los mercados financieros pero pocos se animan con certeza a plantear el fin de la crisis sanitaria.
Las apuestas de corto plazo en el micromundo de la inversión de riesgo siguen al pie de cañón. La muestra más clara es la reciente decisión del gestor de fondos Bill Ackman, quien volvió a comprar la semana pasada seguros contra default.
Sus decisiones no pasan desapercibidas. En el inicio de la pandemia, cuando Occidente consideraba el coronavirus una simple gripe, decidió comprar seguros de default por 27 millones de dólares. Los terminó transformando en 2600 millones de dólares cuando las bolsas comenzaron a desplomarse.
Suena a locura pero en el mundo de los derivados todo es posible. Ahora que se recuperaron los precios de los activos financieros -y nuevamente las primas para cubrirse de un default bajaron a mínimos- decidió repetir su estrategia de cobertura. Si acierta Holywood debería transformarlo en película.
Los inversores de riesgo no son los únicos que piensan que el mudo puede continuar en problemas. Varios de los macroeconomistas de renombre global son cada vez más escépticos sobre la recuperación. Apuntan principalmente a las dificultades que tendrán en Estados Unidos.
“En pocas palabras, existe una inconsistencia fundamental entre una participación cada vez mayor de la deuda estadounidense en los mercados mundiales y una participación cada vez menor de la producción estadounidense en la economía mundial”, resumen Kenneth Rogoff.
Se estima que el PIB de Estados Unidos retrocederá 4,2 por ciento este año y el próximo año rebotará a ritmos del 5 por ciento. A finales de 2021 la economía norteamericana será 1 por ciento más grande en relación a lo que era a finales de 2019. Como referencia la economía China en el mismo período será por lo menos un 10 por ciento más grande.
El economista de Harvard publicó hace pocas semanas un documento donde plantea uno de los principales interrogantes que atraviesan las economías desarrolladas y principalmente la norteamericana: ¿la inflación puede mantenerse baja una vez superada la pandemia? Es una de las principales incógnitas para pensar la macroeconomía de los próximos años.
Los que sobreponderan el repunte del oro en los últimos meses o las materias primas en nuevos picos de precios de los últimos años creen tener una respuesta. La inflación en dólares será necesaria para licuar las deudas.
Esto genera en forma directa otra pregunta: ¿qué capacidad tendrá la moneda de Estados Unidos para seguir siendo la gran reserva de valor del mundo? Pocos se atreven a imaginar la caída del dólar norteamericano pero cada vez más economistas empiezan a incorporarlo entre los escenarios de probabilidad.
“Los riesgos de una crisis macroeconómica y un retorno a una inflación y volatilidad del tipo de cambio parece mayor que en cualquier otro momento desde la década de 1980”, advierte Rogoff.
El economista es moderado en sus declaraciones. No tiene mucha alternativa puesto que es parte del establishment financiero del Primero Mundo. Pero le gusta decir en sus columnas de opinión que vale la pena recordar que traumas económicos como los actuales resultan ser puntos de inflexión en la historia.