“Estoy muy contenta, ya no somos ilegales, ya no tenemos que ocultar nada” dice Valentina Bassi, sobre la legalización del cultivo de cannabis para uso medicinal. Ella cultiva desde hace cuatro años, cuando decidió incorporar el aceite para que su hijo Lisandro, que hoy tiene doce años, pudiera prescindir de la cantidad de medicamentos con que intentaban paliar los síntomas del espectro autista, como falta de sueño e hiperactividad. “En realidad nos pusimos muy contentos cuando salió la ley, en 2017 –explica--, y la desilusión fue terrible porque se reglamentó en forma desastrosa, la investigación fue nula y nunca se hizo, o sea, todo lo que habíamos festejado fue en vano, ¡tristísimo!”
“Siguieron encarcelando a personas que cultivaban para sus familias --recuerda--, les quitaban las plantas y no se investigaba, entonces… al pedo se había hecho la ley”, reclama, y se ríe. Ahora habla de esperanza. “Esta reglamentación es superadora de la ley, amplía la investigación y da lugar a varias patologías”, destaca. Según los estudios, hoy, quienes más utilizan cannabis medicinal son adultos mayores por dolores crónicos. Celebra que se pueda satisfacer la demanda de tanta gente que hasta hoy, tenía que esconder sus decisiones y sus prácticas.
“Cultivar es un derecho, no una obligación”, señala. “No hay que esconder más las plantas, ni tener más miedo de ir presos por cultivar”, se explaya. “Eso para mí, es hermoso”, se entusiasma. Aunque advierte que, en su caso, nunca escondió nada. “Pero el riesgo estaba, y cada tanto caían personas presas por cultivar y se quedaban sin la medicina para sus seres queridos, esto terminó con la hipocresía”, sostiene.
Para Bassi, que atravesó la angustia de no encontrar en la medicina tradicional, remedio a la condición de Lisandro, esto es “una herramienta terapéutica”. La planta no es un demonio, dice, y sus productos se venderán en farmacias. Es consciente de la poca capacidad de cultivar que existe en las ciudades: “La gente no tiene tiempo, ni lugar, y son mayores, pero ahora va a poder ir a la farmacia y comprar acetite a un valor ético para su dolencia, y las obras sociales van a estar obligadas a cubrirlo, es la mejor regulación que esta ley podía tener”.
Bassi conoce la situación. Por su exposición como actriz, y por su posición pública respecto a las bondades medicinales del cannabis, muchos comenzaron a consultarla. “Yo no sabía qué decir, porque el mercado negro no es la solución, pero cultivas igual si tenés un hijo que lo necesita”, recuerda.
“Otra cosa rebuena –destaca en ese sentido-- es que ahora habrá más médicos capacitados” en este recurso. Cuando ella decidió tomar este camino, era difícil encontrar un médico en cannabis. “Ahora será común”, se esperanza. “Una vez que se abren las puertas de la legalidad, la ciencia podrá producir más información”, se ilusiona. Mientras tanto “y en lo personal”, concluye: “¡basta de esconder las plantas!”.