Una luz en el camino de la Selección en medio de muchas sombras se puede encontrar en un ratito del segundo tiempo, entre los diez y la media hora, minutos más minutos menos. En ese lapso sobresalió la figura de Lo Celso, moviéndose con libertad en tres cuartos de cancha en todo el frente y haciéndose eje con su zurdita. En ese ratito esperanzador se produjo la jugada del gol de Messi, con toques sucesivos y una elaboración que tuvo los últimos eslabones en certeros toques de Nico González y Lo Celso, y el remate no muy violento pero exacto de Messi. Queda para la polémica si la falta cometida unos segundos antes ya era o no historia antigua, pero no hace al fondo de la cuestión.
En el partido pasaron muchas cosas que llamaron la atención, más allá del gol anulado. Fue raro el inicio con los paraguayos yendo a presionar como si el partido se estuviera jugando en Asunción y marcando el ritmo del juego en varios pasajes de la etapa inicial.
Fueron raros los minutos en que parecían con las camisetas invertidas y los visitantes manejaban la pelota con prolijidad y atacaban más que los locales.
Fue raro que Argentina se pusiera en ventaja con un gol de cabeza a la salida de un corner. Gol de cabeza a los paraguayos, que son los reyes de la defensa de la pelota parada. No es raro que el gol lo convirtiera un jugador que en la última temporada en Alemania juega de 9 y antes se movía por las bandas, pero sí que jugara este partido como lateral izquierdo. González, que casi nunca fue superado en la tarea específica de impedir que los rivales llegaran por su punta, hizo buenos aportes ofensivos y redondeó su tarea con el gol de cabeza.
Contra Ecuador la Selección había ganado como local, pero sin convencer. Esta vez el empate deja cierto sabor amargo, pero si pone el foco en ese ratito del segundo tiempo se pueden alentar algunas esperanzas sobre lo que viene. Y eso que Messi está muy lejos de su mejor versión.