Qué amasijo está hecho el mundo, ¿verdad? Qué pastiche ideológico motiva cada día las opiniones y los votos de millones de personas. Las elecciones en Estados Unidos puso aún más en evidencia ese estado de decir por decir, de tomar posición a lo pavo, sin más información que lo que nos dice la televisión. Que Biden, que derecha o izquierda, que Kamala buena o mala. Y Trump como el enemigo mortal del progresismo.

Nombro a EEUU porque de allí vienen los formadores globales de opinión, los que se comen a nuestros símbolos y luego los cagan como publicidad o propaganda. Una vez fue Hollywood. Hoy son Netflix y las redes, es decir EEUU y el capitalismo en plenitud. Y ahora ya no basta con decir que Hollywood (usemos ese nombre de referencia inequívoca) combate las ideas progresistas. Ahora también las combate cuando les defiende. Trataré de explicarme.

Hollywood (Netflix) aprendió a actualizarse, a ponerse a la moda, a ajustarse a los vientos de cambio. ¿Cómo lo hace? Sencillo. Adapta sus contenidos a lo que la gente quiere ver y escuchar. Antes era “más grande que la vida”. Ahora toma la vida, las luchas de todos, las pasteuriza y las devuelve fácilmente clasificables, como si de un catálogo de Walmart se tratase. Y así como Hollywood fue ecologista o defendió a los luchadores civiles cuando le convino, ahora (con Netflix y otras plataformas) es feminista y se dedica a empoderar personajes femeninos (Gambito de dama, Borgen, Suburra, la hermana de Sherlock, El alienista, y un largo etcétera que incluye a una Bond ¡mujer y negra!).

Ya lo hemos visto antes. Lo que es nuevo es que nosotros (este progresismo a la deriva que integramos) compremos tan fácilmente este discurso que de un día para el otro (basta comparar las series del año pasado con éste) se ha puesto a darnos la razón. Lo compramos tan fácilmente como compramos que la vicepresidenta electa de los EEUU vendría a ser algo bueno porque es mujer e hija de inmigrantes y no un engranaje clave de un país genocida.

Entonces, ¿cuándo defendemos nuestras ideas, defendemos nuestras ideas o defendemos lo que hizo la centralidad capitalista de nuestras ideas? ¿Es lo mismo ser ecologista versión Greenpeace que apoyar las huertas autogestionadas del barrio? ¿Vale defender los derechos humanos versión ONU o Human Rights Watch y olvidar que a la vuelta de la esquina y de la historia tenemos a Madres, Abuelas e Hijos?

Pero qué bueno, diría uno en un principio. Qué bueno que los mercenarios y los hijos de puta sean ahora buena gente. Si la vicepresidenta del país más depredador puede ser buena, también puede serlo Hollywood. Yo creo, en cambio, que si Hollywood coincide con uno, uno debe, por lo menos, desconfiar. Igual que desconfiábamos que un individuo, sea Rambo o Rocky, solita su alma, hiciera temblar los cimientos de Vietnam o de la URSS. Es lo mismo es pero lo contrario, ¿se entiende?

A mí me ofende que Google le dedique la portada a una activista indígena de Ecuador. Nos están dando la razón en la teoría para no dárnosla en la práctica. O sea: “ustedes tienen razón pero los medios de producción y la plata la tenemos nosotros y no pensamos compartirlos y además podemos hacerlos mierda cuando se nos ocurra, ¿capisci?”. ¿Google indigenista? Andá… ¿Netflix feminista? Andá…

Pero Hollywood no se alió a cualquier cosa para hacer negocio, claro. Con las revoluciones socialistas no lo hizo. Se ve que era más sencillo combatirlas que pasteurizarlas. O tratar de pasteurizarlas era peligroso. Pero lo hizo con el rap, que nació como música contestataria y a los dos días ya lo habían adoptado para hacer jingles. Y lo hizo en parte con el rock. Basta ver a una banda en la entrega de los Oscar y semejantes. Para ver más plumas hay que ir a un gallinero.

En el medio, nosotros, los colonizados, que aún conscientes del rol histórico que cumplimos, compramos el discurso del colonizador con una facilidad pasmosa. Y lo hacemos porque, ¡oh, sorpresa!, coincide con el nuestro. Si hasta hubo gente que se enojó porque algunos dijimos que estos modelos de empoderamiento eran una avivada (y algunos además son pobres artísticamente). ¡En una discusión entre pares y militantes del palo algunos se pusieron del lado de Hollywood! Mamasita…

Hoy, el problema reside tanto en saber quiénes son nuestros enemigos como en saber quiénes nuestros amigos. Sobre todo si es obvio que el enemigo se disfraza de amigo, toma nuestras banderas y con ellas hace negocios y política.

Si no bastaron estos ejemplos de amigo/enemigo veamos este último. Dicen que Larry Fink, CEO del fondo buitre más grande del mundo y probable ministro de Biden, o sea uno de los garcas más grande de la tierra, es ecologista y defensor de derechos civiles varios. Pero si se levanta de mal humor te hunde un país. Entre ellos puede hundir al nuestro. Pero no se extrañen si el día de mañana salimos a marchar en defensa de un humedal y lo encontremos a nuestro lado, codo a codo, defendiendo lo mismo, como si fuera de los nuestros.

Ahí es donde conviene recordar el impulso original de cada lucha, repetirse de qué país se viene y, sobre todo, de qué tercermundismo. Y no me digan que esta nota también es un pastiche ideológico porque ya lo sé, pero les juro que lo voy a aclarar todo en la nota que viene. Mientras tanto, que sueñen con imperialistas buenos y con angelitos también.

 

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