Termina de sonar “Waking up”, el último tema de Earth to Dora, y la sensación frente a lo último de Eels es, nuevamente, la de haber estado dentro de una película. “Bueno, es muy lindo escuchar eso, siempre hay una canción que te transporta hacia algún lado”, corresponde Mark Everett, espíritu y factótum de la banda, a propósito de los logros de su más fresca creación, recientemente publicada en las plataformas digitales.

Everett –o Mr. E, su apócope furioso en plan de seudónimo artístico-, conversa con Página/12 confinado en su estudio en Los Angeles, donde pasó gran parte del aislamiento por la pandemia. Solitario, introspectivo, un hípster con variedad de anteojos en el cajón, E puede ser uno de esos personajes que pululan por las cafeterías cargando una laptop o un libro ajado. Sin embargo, su estilo de vida se vio menos alterado que el de otros durante el confinamiento: “Es duro para todos”, aclara. “Quizá no lo sea tanto para la gente como yo, que tiende a estar más recluida, pero hasta para los que son como yo esto se puso pesado”.

La salida de Earth to Dora fue un soplo musical en medio del encierro. De las doce canciones, once habían sido escritas con anterioridad la pandemia de la COVID-19, cuando Mr. E todavía tenía en mente salir a tocar el disco por ahí. En cambio, la dulce y melancólica “Are We Alright Again” funciona como la expresión de deseo de regreso a la normalidad. “El mundo está pasando por situaciones muy duras, intensas, pero si miramos un poco la Historia, siempre se mejoró después de alguna mala época. Así que podemos concentrarnos en eso”, se consuela el multiinstrumentista, que vive junto a su hijo Archie y dos perros.

Lo nuevo de Eels encastra cómodamente en el hilo de su relato artístico, refuerza su sello, a la vez que despeja la posibilidad de grandes sorpresas. “No sé qué traerá de nuevo este material, yo me intereso por las canciones: las melodías, las letras, esas cosas. La mía es una aproximación tradicional a la composición”, retruca E. El título se lo debe al cruce de chats con Dora, exdirectora de iluminación en algunas giras, con la que terminó entablando una amistad. “Chateé mucho con ella tratando de darle ánimo, por una situación que estaba atravesando. Muchas partes de las letras de esa canción fueron tomadas de aquellos mensajes de texto”, devela.

En 2020, aún en pandemia, su proyecto casi unipersonal vuelve a traer canciones fáciles de escuchar, pero difíciles de conseguir. “Acá en Estados Unidos hablan de ‘rock clásico’, pero no sé a qué se refieren. Supongo que tendrá que ver con cierta música de blancos de los ’70 y ’80”, ironiza el músico de 57 años que, en efecto, es más asociable a la estirpe del art rock que a ese rock clásico del que hablan.

Una calidez ensombrecida abraza la instrumentación y las historias disponibles en Earth to Dora. “Hago canciones que lindan con la oscuridad, en un esfuerzo por llegar a la luz”, cavila el autor, que distribuyó la inspiración entre relatos autobiográficos y de otro tipo en un “cincuenta y cincuenta”: “Creo que en todos los discos que hago me termina pasando lo mismo; la otra mitad, son historias que algún amigo me contó, o simplemente una ficción”.

La propia historia de Eels había empezado a escribirse a mediados de los ’90, al calor de un espíritu post grunge aplicado a su buen disco debut, Beautiful Freak, donde Everett ya se mostraba como un enamoradizo escéptico, taciturno, proclive a la marginalidad. Compuso su primera canción a los 10 años, dedicada a una novia de entonces, en el piano que su mamá tenía en el fondo de la casa. La melancolía se amplificó desde la muerte de su padre –una eminencia de la física cuántica- cuando él tenía 18 pero, principalmente, cuando 14 años más tarde se suicidó su hermana, quien lo había invitado al universo de Led Zeppelin y Neil Young.

Admirador de Tom Waits desde el arte hasta la vestimenta, este juglar urbano resolvió tapa y nombre del disco en función de su vida cotidiana. “Estuvo esperando en mi baño por unos diez años, lo veía todos los días. Un día fui a hacer pis, y dije: ‘Esta tiene que ser la portada’”, explica el músico a propósito de la ilustración pseudo fovista de un payaso con la sonrisa dibujada, en todo sentido, que ocupa el frente. “Se ve como alguien que la está pasando mal, pero mantiene la sonrisa, como un sobreviviente. No es humor lo que veo en su cara”, dice.

La charla con Página/12 se produjo en las vísperas del proceso electoral en los Estados Unidos y Everett es uno de esos artistas aterrados con el ascenso de Donald Trump. Hace siete años había compuesto “Cold Dead Hand”, una canción satírica sobre los entusiastas tenedores de armas que Jim Carrey cantó en la televisión cual redneck. No fue su única conexión con Carrey ni con la industria audiovisual: participó de bandas de sonido, este año hizo un cameo en el film Bill & Ted Face the Music, con Keanu Reeves y Alex Winter. “Esta elección es crucial, nunca hubo una tan importante”, se pronuncia, serio.

Mr. E sigue la presentación de Earth to Dora a la espera de que las condiciones sanitarias le permitan recuperar una parte de su vida profesional. La gira que había planificado antes de la pandemia, por ejemplo. “No poder salir a tocar fue lo más difícil. La gente todavía necesita de la música, quizás ahora más que nunca, por eso tiene sentido sacar un disco”, observa. “Puede que, mientras tanto, hagamos algo como un show por streaming. Me gustaría que hubiera mejores opciones, no termino de disfrutarlo, es hasta deprimente, porque nos recuerda que no podemos estar juntos. Si encontramos alguna forma divertida de hacerlo, probablemente lo hagamos”.