Kyle MacLachlan está saboreando una taza de café. No podía esperarse menos. Toma sorbos entre preguntas con el mismo placer con el que el Agente Especial Dale Cooper solía tomar sus infusiones calientes en los viejos episodios de Twin Peaks, de David Lynch. Hace tantos aspavientos con el café que en parte sospecho que quiere que le pregunte qué tal está, para que pueda relamerse los labios y contestar "Malditamente bueno".

En Los Angeles es de mañana, y MacLachlan está dando una entrevista en video para acompañar las primeras exhibiciones de su nueva serie de televisión, Atlantic Crossing, en la que interpreta al presidente estadounidense Franklin Delano Roosevelt. La serie de producción noruega fue proyectada por primera vez en Canneseries, un festival dedicado a los nuevos dramas televisivos de todo el mundo y que depende de la misma organización del Festival Internacional de Cine de Cannes. Por obvias razones, la proyección fue exclusivamente online.

La serie pone el foco en un episodio de la Segunda Guerra Mundial que hasta ahora los recuentos históricos han soslayado. Märtha, la princesa coronada de Noruega (Sofia Helin) abandonó su país ocupado por los nazis en 1940 y encontró refugio en la Casa Blanca de Roosevelt. Hermosa, encantadora y persuasiva, la mujer alentó a Roosevelt a que tomara la decisión de que Estados Unidos tomara parte en la guerra.

A los 61 años, MacLachlan tiene ahora el cabello color plata, pero más allá de eso se ve bastante parecido a la atildada figura de su juventud, cuando era un voyeur escondido en el armario de Isabella Rossellini en Terciopelo Azul (David Lynch, 1986). Por mucho tiempo fue una de las más paradójicas estrellas de Hollywood. Lo rodea un aura de encanto a la viejo usanza, en el estilo de James Stewart o Cary Grant en sus años maduros. Pero basta examinar su historial, especialmente el trabajo con su amigo íntimo Lynch o su aparición en el drama erótico Showgirls (Paul Verhoeven, 1995) para descubrir que supo tomar continuamente personajes ubicados en el lado oscuro. Como se definió una vez en la revista Rolling Stone, es "el pibe de al lado que pasa un montón de tiempo en el sótano". 

MacLachlan era aún un estudiante de secundaria cuando se encontró con Lynch en una audición para Duna, la película de ciencia ficción realizada por el director en 1984. Había visto Eraserhead y El hombre elefante antes de encontrarse con Lynch pero, a pesar de la rareza del trabajo, el hombre con el que se cruzó era "muy afable y con los pies en la tierra... para ser honesto, me recordó a mí mismo."

El dúo se puso a parlotear de cualquier cosa menos de películas. Al final de la conversación, Lynch le pasó al joven actor un guión y le dijo que volviera en unos días para hacer una prueba de cámara. "Nunca antes había estado frente a una cámara", dice. "No sabía absolutamente nada de ese mundo". 

Así comenzó una colaboración creativa a su modo tan duradera como la que existió entre Ingmar Bergman y Max von Sydow. "Tenemos un montón de cosas en común, empezando por el lugar en el que crecimos", dice MacLachlan. "Los dos somos de un lugar particular de Estados Unidos, el noroeste. Tuvimos infancias similares. Los dos somos artistas a nuestra manera. El, por supuesto, inicialmente con la pintura; yo con la actuación, pero también como cantante. Más allá de eso, los dos compartimos el mismo sentido del humor. Vemos las cosas de una manera similar."

Los dos se mantienen en contacto cercano. Mientras MacLachlan puede escaparse a su jardín para cultivar rosas, Lynch "está creando algo cada minuto de cada día", dice. "El ve un nicho para mí en las cosas que hace", señala como hecho concreto, alejándose de la posibilidad de avanzar sobre la discusión sobre el oscuro, mórbido surrealismo en la obra de Lynch.

No se trata de que sea un entrevistado difícil o reticente. MacLachlan es todo lo cortés y amigable que podría esperarse, con una especie de encanto autocrítico. Solo se trata de que no hay que esperar que comparta secretos sobre sus neurosis profesionales privadas o las de Lynch. Ellos pueden haber colaborado en algunas de las más macabras e inquietantes películas y dramas televisivos de los años ochenta y novena, pero él habla de Twin Peaks y Terciopelo Azul como si fueran películas familiares de Disney, divertidas para hacer pero sin profundidades ocultas.

Kyle MacLachlan como el Agente Cooper en Twin Peaks.

Los directores europeos sienten atracción por MacLachlan. El cineasta italiano nominado al Oscar Luca Guadagnino, quien recientemente trabajó con el actor en su cortometraje The Staggering Girl, elogió efusivamente a MacLachlan en una entrevista de IndieWire, diciendo que se había enamorado de él después de verlo en Duna y Terciopelo Azul. "Tengo mi propio protagonista masculino eterno, y es Kyle", señaló.

¿Acaso siente MacLachlan que es la representación de la masculinidad eterna? El rebate rápidamente la pregunta. "No, para ser honesto", dice. "Pero Guadagnino es una persona tan amable en primer lugar, y un director extraordinariamente talentoso. Tiene una sensibilidad para los actores que es muy especial. Tiene tanta gracia y es elegante, tanto como hombre como como director. Y tiene sentido del humor."

The Staggering Girl puede verse en la platagorma Mubi. La película, en la que comparte protagonismo con Julianne Moore, es elegante, misteriosa y muy difícil de seguir. Los personajes se visten con modelos de alta costura de Valentino. Moore es una escritora neoyorquina que vuelve a Roma para visitar a su anciana madre Sofia (Marthe Keller), una famosa artista. Para agregar confusión, MacLachlan interpreta tres personajes diferentes.

Mubi es una plataforma dedicada al cine de autor elegido artesanalmente. En el sitio también puede verse Showgirls, un signo seguro de la reputación de culto de una película en su momento muy ridiculizada. De todos modos, MacLachlan no ha cambiado su pobre opinión de la película en la que interpreta al  Zack Carey, el sórdido jefe de un club nocturno. "De algún modo encaja por ahí", dice, explicando dónde se ubica Showgirls con el resto de su trabajo. "Supongo que debe estar en algún lugar de la perfieria. En el curso de una carrera, y he tenigo la fortuna de tener una larga carrera, siempre habrá cosas que no tienen mucho sentido. Tuvo sentido en el momento por un número de razones, y no solo por Verhoeven, a quien admiro como director, y un muy interesante guión de Joe Eszterhas (el mismo de Flashdance y Bajos Instintos), que fueron razones poderosas para hacerlo. Era un buen asunto. Yo estaba tratando de encontrar un camino para romper una imagen que se estaba dirigiendo demasiado hacia una versión vieja de el pibe de al lado."

Al menos hacer esa película fue algo divertido. "Disfruté creando ese personaje, que era un lobo con piel de oveja y un plan escondido; no era una persona agradable", recuerda MacLachlan. El no tenía demasiadas escenas así que solo "hice mi partecita", y dejó a los realizadores que hicieran su trabajo. "El resto del tiempo, para ser honesto, me la pasé esquiando. Estábamos filmando en el South Lake Tahoe, con lo que no estaba tan enganchado en el día a día."

Fue solo cuando el actor vio la película terminada que se dio cuenta de que Showgirls no era lo que esperaba. Pero quizás MacLachlan debería verla de nuevo. Veinticinco años después, Showgirls parece aguda y subversiva, más que un ejercicio en una área inepta y carente de gusto. En su propio y machacante estilo, Verhoeven estaba contando una historia muy estadounidense sobre el sexo, el dinero, el poder y la ambición. Es muy cruda, pero también lo es el mundo que retrata. MacLachlan estaba en el centro de eso, el receptor de un baile privado como un tornado ejecutado hacia un estruendoso climax por Nomi Malone (Elizabeth Berkley), la figura estilo Cenicienta de la película. "Lindo vestido", le dice él en una escena posterior. "Es un Versaisse", responde ella, y luego parece desconcertada cuando él le dice que se pronuncia "Versarjay". Zack es uno de los personajes más repelentes que MacLachlan haya interpretado. Es muy bueno en el rol: lisonjero, insincero y exudando falso encanto; pero no está de humor para recordar la escena de sexo en la piscina o ser golpeado en la cara por Nomi.

MacLachlan se muestra más dispuesto a hablar de lo que significa encarnar a Franlin D. Roosevelt en Atlantic Crossing. Da a entender que su amor por el thriller nórdico lo alentó a tomar el personaje. "Digamos que mis gustos y el trabajo que he hecho tienden a dirigirse a algo un poco más desafiante", señala para explicar por qué estaba tan dispuesto a trabajar con Sofia Helin, a quien vio y admiró como la brillante detective de homicidios con un trastorno que parece ser Asperger en The Bridge, la serie criminal escandinava que es casi tan oscura como Twin Peaks.

En la película de Oliver Stone The Doors MacLachlan encarna al tecladista Ray Manzarek, pero es la única otra "persona real" que recuerda haber interpretado excepto, según agrega rápidamente, el inventor Thomas Alva Edison en la biopic Tesla, que protagoniza junto a Ethan Hawke. "Lo más divertido es la investigación", dice sobre el hecho de darle vida a una figura histórica como Roosevelt. "Cuando estás tratando de elegir a un personaje y descubrís todo lo que podés sobre él, te metés profundamente en su vida." No, nunca había escuchado nada sobre la relación entre la princesa noruega y el presidente norteamericano. "Es una de esas grandes historias no contadas", dice. Evidentemente "Roosevelt era bastante renuente a tener gente quedándose en la Casa Blanca. Cuando estaba en ejercicio se convirtió casi en una casa de huéspedes. Amaba tener compañía. Era un ave nocturrna. Amaba tener largas conversaciones nocturnas con un cigarro y un vaso de whisky, o dos o tres."

Interpretar a Roosevelt puso a MacLachlan de nuevo en una silla de ruedas, como cuando fue elegido para ser Orson Hodge en Amas de casa desesperadas (el presidente evitó aparecer en público en silla de ruedas pero estaba paralizado de la cintura para abajo desde 1921, cuando tenía 39 años, a causa de una enfermedad). Esta vez se preparó de manera mucho más seria. "Para hacer de Roosevelt pasé mucho tiempo mirando la actitud física del hombre; cómo se movía por el espacio, cómo se trasladaba, su postura, sus brazos y gesticulaciones. Y lo que podría significar sentarse en una silla como esa con piernas que medían la mitad de lo que deberían medir", detalla. "Fue desafiante tener el cuerpo contorsionado en esas posiciones. Hubo momentos en que pensé en atarme juntas las rodillas o simplemente trata de no pensar en eso". Al final, MacLachlan metió un palo bajo sus pantalones para dar "la ilusión de una pierna más larga."

Roosevelt fue un presidente inspirador en una era de crisis global. Para MacLachlan, "fue el líder que necesitábamos en ese momento. Todo este tiempo estuvimos sufriendo porque desafortunadamente no tuvimos ese tipo de líder en la Casa Blanca." El actor agrega que Eleanor, la formidable esposa de Roosevelt, fue "una guía, un compás moral" para el Presidente. Con ella a su lado como la Primera Dama, los estadounidenses "tuvieron dos líderes al precio de uno. No creo que la gente que está alrededor de este Presidente tenga la misma estatura".

MacLachlan no solo es conocido por su pasión por el café. Antes que la entrevista termine hay tiempo para preguntar por su otro gran entusiasmo, el vino. El actor tiene su propia bodega, Pursued by Bear. "He sido un amante del vino desde antes que se supone que podía, cuando era adolescente", señala. Sus viñedos están en su estado natal, Washington, lo que significa que no fueron afectados por el extraño clima que sufrió California últimamente. Los vinos de MacLachlan suelen tener reseñas decentes incluso de los enólogos habitualmente más duros. Sus productos se distribuyen mundialmente, y él se preocupa por deletrear la marca más como un vinatero que como un actor.

"Cultivar y elaborar vino ha sido una pasión que se convirtió en hobby y ahora se ha convertido en un pequeño negocio que realmente disfruto. Amo todo lo que tiene que ver con eso, que no se trata solamente de beberlo". Con esa declaración, la conversación llega a un abrupto final, cuando un publicista alemán interviene para señalar que se terminó el tiempo. MacLachlan cierra su conexión de video de un modo cortés y amistoso, pero se puede suponer qué es lo primero que tiene en mente: quiere robarse unos momentos más para saborear su taza de café antes que comience la próxima entrevista.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.