En las comunidades originarias del norte salteño la falta de acceso a todo es común. Con la pandemia, la educación se suspendió en las aulas y ahí no hay educación virtual, a veces apenas si hay luz, lo mismo con la señal de telefonía o la conectividad a internet.
Pero aún en condiciones óptimas de acceso, el alto nivel de desconocimiento de la educación occidental impide que los padres y madres acompañen en las tareas a sus hijos. Pero el alerta está. Y de hecho fue lo que impulsó a mamás y papás de Misión Chaqueña, una comunidad wichí ubicada a unos 30 kilómetros de la ciudad de Embarcación, en el departamento General San Martín, a convocar a un estudiante avanzado del Profesorado con Orientación en Educación Intercultural Bilingüe, Alcides Palacios, para dar una ayuda escolar a los niños y niñas.
El Profesorado se dicta en la misma Misión Chaqueña, si bien forma parte del Instituto de Educación Superior N° 6015, de Embarcación. Palacios contó que, de los 60 estudiantes que ingresaron con él, cursan este último año (que los atrapó en pandemia), 8 estudiantes del Pueblo Wichí y 32 criollos.
En la Comunidad viven, más o menos, 4 mil personas. Entre el 20% y el 30% se dedica a trabajos temporarios; hay carpinterías, huertas orgánicas y almacenes. No tienen acceso al agua potable y es el Ejército Argentino quien se encarga de acercarla. Ante la suspensión de clases, se calcula que son 600 los chicos que se quedaron sin acceso a la educación formal.
El pedido y la preocupación
A Palacios ya lo conocían por su ímpetu en organizar actividades deportivas en la Comunidad hace tres años, en plenas vacaciones. En ese caso el pedido vino de los más chicos, pues conocían de su pasión por el deporte y le pidieron que los entrene.
Accedió, pero la dificultad de no tener mucha ayuda para estar a cargo de los 80 chicos y chicas de entre 8 y 10 años que asistían, lo llevó a suspender la experiencia. Y es que en medio del correr y jugar, algunos chicos se descomponían, por lo que quedó en proyecto la posibilidad de contar con una suerte de merienda antes de empezar con las actividades fisicas. Palacios recordó que los premios del campeonato en su momento fueron en una ocasión una copa “comprada tras hacer una vaquita”, o incluso, una de palo santo, una de las maderas preciosas del monte chaqueño con las que las comunidades hacen sus artesanías.
El estudiante nació en Misión Chaqueña y si bien hace 4 años cursa el Profesorado en Educación Primaria Intercultural, antes cursó Educación Física en San Ramón de la Nueva Orán, pero la falta de recursos económicos para viajar hasta esa ciudad (del departamento Orán) le impidió continuar.
Entró al Profesorado de nivel inicial “pero no le encontraba el ritmo”. Solo una vez que vio la oferta del Profesorado Intercultural en su comunidad decidió a “entrar de cabeza”.
Con cuatro años de cursar el Profesorado y pandemia mediante, le fue transmitida la preocupación de los adultos de su Comunidad. Inmediatamente solicitó la ayuda de sus otros 7 compañeros de Misión Chaqueña y el permiso y guía de la supervisora y rectora a cargo del Profesorado, María Elvira González, y de su rectora, Mariela Morales. En la conversación con Salta/12 el joven se mostró agradecido con ellas por haber aceptado la posibilidad de acompañar a los estudiantes avanzados en esta campaña, al darles instrucciones para cumplir con protocolos y distanciamiento impuestos por la covid-19.
Los estudiantes (acompañados por otras dos docentes wichís de la Comunidad), decidieron dividir la población en dos sectores: sur y norte. En el sector sur, distintas familias juntan a sus pequeños en edad escolar, y se dispone una casa para que los profesores puedan ir. El recorrido se hace en los distintos domicilios tres días a la semana con un cronograma determinado para dar las clases de apoyo. “Los chicos no tienen útiles, así que también llevamos”, contó Palacios a Salta/12. Los útiles los consiguió gracias a las donaciones de otros amigos.
Ya en la zona norte los chicos y chicas se convocan otros días de la semana (lunes, miércoles y domingo), en un predio que funciona a veces como comedor o merendero. Se los mantiene a distancia, según el protocolo. Y pese a las dificultades (pues no hay pupitres, y algunos terminan escribiendo como pueden sobre un tronco o en la espalda del compañero), se dan las clases de apoyo escolar. “Algunos se distraen, es difícil, pero igual seguimos”.
La guía pedagógica son las cartillas que los profesores de la primaria dejaron preparadas para sus alumnos al ingresar la pandemia. Pero justamente no las estaban haciendo porque no había quien les explique cómo.
Rescatar y revalorizar la cultura
Para Palacios, educar a los chicos y chicas de su comunidad es fundamental. Pero lo que más lo motivó en su carrera fue la intención de rescatar su cultura y ponerla en valor. “Más allá de que pueda hablar en lengua materna y castellano hay cosas por descubrir. Por ejemplo, antropología me ayudó a redescubrir mi cultura que traspasa el currículum” impuesto en los programas educativos, sostuvo.
La puesta en valor no es menor. Sobre todo cuando por mucho tiempo en las escuelas se vetó a los pueblos originarios la posibilidad de hablar en su lengua. “En mi infancia sentí en varias ocasiones que hablar (en wichí) era un problema. Nos retaban por hablar en idioma”.
Palacios recordó que cuando tenía 10 años, junto a sus compañeros de la Comunidad estaban hablando en wichí y se reían con una anécdota estando en el aula, entonces un maestro no solo los retó, sino que les pegó con una manguera en la cabeza: “Cállense, un poco de respeto”, les gritó. “Ese día me fui llorando hasta mi casa”, dijo.
En su experiencia como adulto estudiante de un profesorado revivió la situación cuando ingresó en un aula. Chicos y chicas de su Comunidad lo reconocieron y saludaron en su idioma cuando lo vieron entrar. Y la maestra los retó y los mandó silenciarse. No es solo el callarlos, es el modo, señaló Palacios. Explicó que la cultura wichí es más calmada y los gritos muchas veces los aturden.
La interculturalidad es un desafío. Sin embargo, Palacios tomó algunas aprendizajes de estudiante y los adecuó para las chicas y chicos de su comunidad.
Un ejemplo es el reconocimiento de figuras geométricas; una tarea escolar conocida es recortar esas figuras en cartulinas. Pero en el caso de los wichís, la propuesta es hacerlo en palo santo. “Entonces hay un intercambio entre los padres y los chicos. O incluso les decía que si no tenían la madera, lo hagan en arcilla, y madres y padres aprendían con los chicos el nombre de las figuras”, destacó.
En ciencias naturales apuntó al proceso del chaguar, siguiendo todo el proceso, desde que los chicos llevaban la planta para la extracción de la fibra hasta la terminación final con el tejido de una yica (bolsa) con el proposito de que se reconozca el valor de aquello que se hace desde la propia cultura.
Pero el desafío también es de los chicos que deben aprender en un idioma que no es el propio. “A veces están muy lentos y necesitamos mucha ayuda. Cuando hablo en idioma y busco un parecido para explicarles, los chicos empiezan a entender y ya entran en confianza”, contó.