Del suelo hacia arriba, Suecia tiene un Estado generoso, una economía sólida y una ciudadanía plena. Del suelo hacia abajo, una riqueza que ayuda a que todo eso sea posible. En la región de Laponia no todo se trata de nieve, renos y auroras boreales. Kiruna se mueve al ritmo de la mina. Literalmente: no solo nació gracias al depósito de magnetita más grande del mundo. En tres décadas se habrá mudado por completo. 

En la montaña Kiirunavaara, la mina que administra la compañía LKAB se extenderá debajo de la propia ciudad: demasiado peligroso para sus 18.000 habitantes. A medida que la exploración avanza se producen grietas, el cuerpo de minerales se inclina y las deformaciones llegan a la superficie, con potenciales efectos devastadores para cualquier estructura construida por el hombre. “Mientras se siga necesitando acero, LKAB seguirá extrayendo mineral de hierro”, avisa la web de la compañía, para después recordar su status irremplazable en “la cuchara para tu cereal, la lapicera en la escuela y las vigas en los edificios, sin mencionar autos, buses y trenes”.

MUDAR UNA CIUDAD El acero está en el ADN de Kiruna, fundada a principios del siglo pasado por el geólogo Hjalmar Lundbohm, primer director de la empresa. La aleación es tan gravitante que su casa natal es una de las construcciones que se conservará en la nueva ciudad. También se preservarán el edificio del municipio, con su clásica torre-reloj, y la iglesia de 1912, inspirada en la arquitectura de las tiendas sami, el pueblo originario de Laponia, esa gran nación del Círculo Ártico que también integran Noruega y Finlandia. De madera rojiza, regala un contraste encantador al elevarse sobre metros y metros de nieve. Por dentro, bajo la iluminación natural, brillan el retablo esculpido por el príncipe Eugen (hijo del rey Oskar II) y el cuadro El bosque sagrado, inspirado en la Toscana italiana. Votada en 2001 como el edificio “pre 1950” más popular del país, será desarmada y rearmada pieza por pieza.

La casa de Hjalmar Lundbohm, el “fundador de Kiruna”, hoy convertida en museo.

La mudanza se decidió en 2004, cuando LKAB le mandó una carta al municipio informando sobre sus planes de expansión. Poco después las autoridades redactaron un comunicado con un título elocuente: “Vamos a mudar una ciudad”. La empresa puso en marcha un formidable operativo para difundir las bondades de un plan que contempla reemplazar 5000 viviendas en 65.000 metros cuadrados. En un cuaderno de 24 páginas en papel ilustración, Linda Persson –madre de mellizos de 10 años– luce feliz por el departamento de 80 metros cuadrados que le ofreció la minera en el barrio de Glaciären: “Es luminoso y fresco, con grandes ventanas”. También hay lugar para disensos leves. Bjo¨n Hansson, que vive con su perro en Johannesområdet y disfruta alimentando ciervos en el bosque, se pregunta: “¿A dónde se supone que vayamos? ¿Cómo se responsabiliza LKAB por nosotros?”

El 19 de septiembre de 2011 el gobierno local decidió que el nuevo centro se ubicaría tres kilómetros al este del actual. Exigió desarrollarlo antes de desmantelar el viejo y que se compensara a los contribuyentes por las molestias ocasionadas. A esa altura ya se habían instalado nuevas líneas de alto voltaje, cloacas y vías férreas. Entre 2012 y 2013, después de una serie de consultas públicas, se fijaron siete directivas de urbanismo: implementación dinámica, entornos seguros, espacios amigables para peatones, ambientes diversos y conectados socialmente, identidad y arquitectura fuertes, interacción con la naturaleza y uso inteligente de los recursos. 

Mientras avanza la construcción de edificios de departamentos, ya se colocaron los cimientos para el Kristallen, nuevo edificio del Ayuntamiento. En los próximos cinco años se completarán el centro, la calle comercial, un hotel, un área residencial para estudiantes, bares y restaurantes. La expansión seguirá durante tres lustros. Con un ojo en el resto del mundo, LKAB sugiere que “Kiruna podría ser un modelo para otras ciudades en el futuro, considerando el cambio climático y la amenaza de los niveles crecientes en los océanos, que quizá obligue a las ciudades a mudarse a tierras más seguras”.

En un país donde las instituciones estatales siguen siendo una presencia vital (el 60 por ciento de las ganancias de la minera son tasas e impuestos que vuelven al pueblo), la mudanza involucra al municipio, el cuerpo de inspectores, el Sametinget (parlamento sami) y las universidades. De todas formas, la decisión despertó críticas. “Están amenazando la propia existencia de Kiruna: la gente fue obligada a dejar sus hogares”, dijeron a The Guardian en julio de 2015 Timo Vilgats y Gunnar Selberg, de los partidos Verde y del Centro, mientras participaban de una protesta pacífica. Mikael, un maestro local, agregaba otra preocupación: que bajen los precios del mineral y LKAB se quede sin dinero. En mayo del año pasado, la empresa aseguró al New York Times que tiene mil millones de dólares reservados.

Una vista aérea de Kiruna, que ya tiene decidido nuevo emplazamiento.

CIELOS LUMINOSOS Si lo que pasa bajo tierra obliga a mudarse, lo que vibra en el cielo invita a permanecer. La aurora boreal, ese fenómeno que captura la atención y guía el destino de millones de turistas en todo el mundo, juega de local en el norte de Suecia. Uno de los mejores lugares del mundo para encontrarla es Abisko, 94 kilómetros al noroeste. En la Sky Station, sobre la cima del monte Nuolja, hay que caminar sobre toneladas de nieve, buscarse un lugar oscuro y mirar hacia arriba. Con las estrellas nítidas a 15 grados bajo cero, una formación gris ceniza gana luminosidad hasta convertirse en un baile fluorescente de un 3D verde flúo. Aunque la leyenda habla de los zorros de fuego que corren sobre Laponia, la ciencia explica que las líneas del campo magnético de la Tierra capturan partículas solares de alta energía, que bajan hacia las áreas polares para entrar en contacto con el oxígeno y el nitrógeno de la atmósfera. Así, la energía se convierte en luz. Solo ocurre en invierno; en verano, el sol brilla durante cien días y cien noches. 

De día, el deporte ayuda con la adaptación al frío: hay esquí cross-country en las pistas cercanas al centro de Kiruna y paseos en trineos tirados por Alaskan huskies: sin pedigrí, pero con genes de lobo y voluntad de velocista. También se puede programar una visita a una comunidad sami, el pueblo que sigue trabajando con los renos, símbolo vivo de su cultura y de un orgullo puesto en juego durante las competencias anuales. Al noreste de la ciudad, una alternativa para seguir conectado al cielo: el Esrange Space Center, que lleva lanzados más de 550 cohetes y 520 globos desde el norte del mundo. Como está en una ubicación ventajosa para acceder a los satélites en órbita polar, procesa los datos de distintas misiones científicas y difunde sus beneficios a los visitantes.

La ciudad minera también es el escenario para las novelas policiales de Asa Larsson. Aunque la abogada Rebecka Martinsson vive en la sureña y cosmopolita Estocolmo, la saga se dispara cuando decide volver a su ciudad natal para ayudar a una amiga. Así como en la capital hay un tour por los puntos clave de la ultraexitosa serie Millennium, en los alrededores de Kiruna se puede visitar Kurravaara (junto a la bahía del río Torne, donde Rebecka elige quedarse) y el pueblo de Jukkasjärvi, cuya iglesia del siglo XVII –la más antigua de Laponia– aparece en Sangre derramada como parte de una trama relacionada con una sacerdotisa luterana. 

Jukkasjärvi también es famoso por el Icehotel, que recibe 50.000 huéspedes al año y es siempre distinto gracias a los arquitectos y artistas que trabajan sobre 35.000 metros cúbicos de snice, una mezcla de nieve y hielo. En marzo, con el río Torne congelado, “cosechan” los bloques y levantan el lugar en tres meses. Hay habitaciones y suites con motivos siempre cambiantes: cápsulas de amor inspiradas en los 70, cuevas futuristas, esculturas de elefantes, ovejas y pavos reales (todo vuelve al río en primavera, cuando el ciclo vuelve a empezar). Se duerme sobre pieles de reno, a cinco grados bajo cero: dentro de la bolsa térmica, el frío minimiza los movimientos y el calor corporal distiende los músculos. Una sensación agradable y extrema, imposible de olvidar.