Cuarenténiques; distanciadites socialos preventives obligatorius; vacunófilos; heterodoxes de toda calaña; soles y acompañádix; mascotes; angustiades aunque no estén peleando contra España; alcoholengélicos anónimos; ansiosi, ae, a; ficticios pero nunca falsos; nefligentes; esperanzades, espantades, expandidos y expanzones; ingénuix: canten conmigo canten, pero no se saquen el barbije, plis.
Días complejos, los que estamos viviendo. Quizás Eric Hobsbawm hubiera dicho: “ahora está comenzando el siglo XXI”. Quizás no, pero, en todo caso, siempre da prestigio una buena cita, independientemente de su veracidad.
En verdad, estamos cada vez más cerca de fin de año (eso pasa siempre, desde el 1º de enero en adelante, pero ahora queda mejor decirlo), y hemos atravesado, o estamos atravesando, fechas muy caras a nuestro sentir popular:
31 de octubre: Halloween (para algunes, Faloween), recordando la caza de brujas.
10 de noviembre: Día de la Tradición (el asado, el folklore, la recesión, la fuga de divisas —cada une, la suye—).
25 de noviembre: Día de Acción de Gracias, que es cuando los del Norte agradecen a Dios por aquellas cosas que nosotres no.
No tenemos, en cambio, “Día de la Extradición”. Tampoco, “Día de la Contradicción”, que podría ser celebrado pomposamente por todos los que votan contra sus propios intereses. Tampoco, “Día de la Mala Dicción”, que se podría festejar organizando varias atractividades; para no hablar del “Día de la Maldición”, aunque allí habría varias fechas compitiendo por adjudicarse el festejo.
Vayamos entonces a nuestras tradiciones vernáculas, nativas o por opción, que, mal que nos pese, se han encarnado o encarnizado en nuestro disentir popular:
· Festejar efemérides que no son nuestras (Halloween, San Valentín, Día de Acción de Gracias, San Patricio, Octoberfest...).
· Creernos los mejores o los peores del mundo, en cualquier rubro que fuera.
· Votar, actuar, comer contra nuestros propios intereses.
· Pensar que lo que viene de afuera es mejor, por el mero hecho de que venga de afuera.
· Pensar en dólares, moneda que no podemos regular, acuñar, y, generalmente, tampoco comprar.
· Desconfiar de la ciencia y creer en los rumores, porque son más fáciles de entender y no necesitan ser verificados.
· Creer en las mentiras si las dicen los medios.
· Decir que “la gente" quiere algo que solo queremos nosotros (egocentrismo).
· Creer que todo lo resuelve “la mano invisible del mercado”, que además se suele meter en sitios dolorosos.
· Creer que todo te lo resuelve el Estado, que no tenés que hacer nada, solamente criticar.
· Creer que el peronismo tiene la culpa de todo, incluso del Titanic, del Diluvio o de la peste de la Edad Media.
· Creer que la culpa de todo la tienen los judíos, los árabes, los negros, los mapuches, las mujeres…
· Endeudarnos como estado natural.
· Desear que al otro le vaya mal, más que desear que a nosotros nos vaya bien.
· Ser “rico aspiracional” y actuar como si fueras rico de verdad: creer que sos rico si defendés a los ricos.
· Fugar divisas y evadir impuestos como si no fuera ilegal.
· Mostrarse rico ante los vecinos y pobre ante la AFIP.
· Ser opinólogos, sobre todo en temas de los que no sabemos nada.
· Chapear con nuestros títulos, cargos, conocidos, familiares, dinero: poder ficticio.
· Chapear con que Dios, el Papa, Diego, Messi, el Che, Gardel son argentinos y, por lo tanto, tooodos somos increíbles.
· Ser conservador y decirse liberal.
· Ser liberal y decirse socialista.
· Dividirnos en fracciones por cualquier boludez.
· Aceptar la agenda de la derecha.
· Aceptar el “sentido común” que imponen los medios.
· Creer que lo que no veo no existe (el virus, por ejemplo).
· Creerles más a los medios que a la realidad tangible.
· Creer que las leyes son solamente para los demás.
· Creer que algo es bueno porque es nuevo.
· Creer que cuando te llaman por teléfono para ofrecerte algo te están favoreciendo.
· Creer que “cambiar” es algo bueno en sí mismo.
· Creer que las cosas malas que te pasan te pasan solamente a vos.
· Creer en la meritocracia.
· Criticar ferozmente la obra artística, la casa, la ropa, el aspecto, la manera de hacer el asado de otra persona.
· Tratar mal a los que te tratan bien, y bien a los que te tratan mal.
· Querer volver a “los tiempos gloriosos” del país, que para cada uno son otros.
· Creerse Dios, Maradona, Gardel, Einstein, o peor aún, los cuatro juntos.
· Infringir todas las leyes (incluso la de gravedad y la de Murphy) y no reconocerlo.
· Y algunas otras más que, como marca la tradición ("olvidarse de lo que no conviene recordar"), no recuerdo en este momento.
Como una de nuestras tradiciones más neoliberales es “nada se pierde, todo se transforma en negocio”, sugiero acompañar esta nota con el video “El Contagiódromo” de RS Positivo (Rudy-Sanz), instalado en el canal de YouTube de los autores. El link para verlo es:
Hasta la que viene