"Ni una menos sin vivienda", reclamaron el viernes frente a la Municipalidad las vecinas del asentamiento de Magaldi y Benteveo, fortalecidas tras un abrazo solidario al barrio --la tarde anterior-- donde hay un conflicto habitacional en el que ellas están al frente de la lucha. Mujeres delegadas, jóvenes, jefas de hogares encabezan el reclamo por la tierra y la vivienda, y para exigir "no al desalojo", en defensa de un centenar de familias de esa zona que se enfrenta al temor de quedarse sin casa. El déficit habitacional, sumado a situaciones de violencia de género que hacen visible la necesidad de las víctimas y sus hijes para salir de las cuatro paredes donde sufren el horror, alcanza a mujeres de diferentes puntos de la ciudad que ponen el cuerpo y se organizan en plena pandemia. 

A fines de octubre se informó que en Rosario hay 100 mil personas que padecen precariedad habitacional, según datos de la Subsecretaría de Planificación del Hábitat de la provincia. Además, en marzo pasado, el primer informe "Desigualdad de género en números", elaborado por la Usina de Datos de la Universidad Nacional de Rosario indicó que "en el primer semestre de 2019 en Rosario había 107 mujeres pobres de entre 20 y 59 años, cada 100 varones de esa franja etaria en situación de pobreza". Pero son ellas las que también están al frente de varias luchas: contra la violencia de género, para que se respeten sus derechos y para exigir otros. 

En el predio ubicado detrás del Mercado de Concentración de Fisherton, las vecinas de Magaldi y Benteveo son parte del grupo que "desde el primer #NiUnaMenos en 2015 exige a los gobiernos que den respuestas". Semanas atrás fueron recibidas por autoridades provinciales y municipales para buscar una salida al conflicto habitacional que no sea la imputación y el desalojo y hoy tendrán una nueva reunión. Desde entonces realizaron varias actividades en las cuales recibieron el apoyo de personalidades públicas, organizaciones de derechos humanos y feministas.

En ese asentamiento habitan 120 grupos familiares, en los que hay 75 niñas y niños. La mayoría de esas familias tienen a una mujer como jefa de hogar a cargo de sus hijes. La necesidad de dar pelea las llevó a organizarse y ponerse al frente de la lucha no solo por la tierra y la vivienda, sino también en cuestiones básicas como garantizar un plato de comida. 

Antonella, delegada del barrio, relató: "Somos las mujeres las que estamos en esta lucha porque la mayoría somos madres solteras. En este predio hay familias que viven hace 15 años, y hace dos meses se sumaron 82 más. Yo estoy hace cuatro años acá. Ahora salió una mesa de diálogo con Municipalidad y provincia, y apareció un supuesto dueño de los terrenos que dice que los compró en el 82, en la dictadura, pero la abogada todavía no pudo ver los papeles porque el fiscal Marcelo Maximino le pone peros. Acá estábamos rodeadas de montañas de tres metros de basura que fuimos limpiando", relató sobre las mejoras. Pero la lucha diaria incluye dar de comer y en ese rol también están al frente las mujeres. "Nos enteramos de familias que comían solo a la noche y empezamos a juntarnos a cocinar, ayudarnos entre todas, y se armó este comedor solidario", contó. Cada día asisten a 200 familias no solo del asentamiento, sino también de barrios linderos. "Todos se enteran que estamos cocinando y vienen con su taper", señaló.

Desde el barrio La Cariñosa, de la zona de Avellaneda y Circunvalación, Andrea reveló que cuando se ordenó el desalojo de ese predio, el mes pasado, "desde el primer momento fuimos las mujeres las que armamos un grupo de WhatsApp para organizarnos". De seis comedores que hay en el barrio donde 500 familias residen --muchas, hace 40 años--, las mujeres están al frente en cinco. "Nos distribuimos el trabajo para garantizar que haya comida todos los días para las familias", relató. Esa unión organizó la movilización a Tribunales el 2 de noviembre, cuando lograron suspender la orden de desalojo y ponerle fecha a la nueva audiencia judicial para febrero. Entre otras problemáticas, recordó que al final del barrio no llega el agua y también tienen problemas con la luz. 

En la zona sudoeste, días atrás la Liga de los Pueblos Libres alertó sobre un intento de desalojar a 12 familias humildes instaladas hace seis meses en un predio de barrio Tío Rolo. Al tiempo que el diputado Carlos Del Frade presentó un pedido de comunicación para saber si las autoridades llamaron a una mesa de diálogo, desde la Liga reclamaron que se "generen las instancias para que las familias puedan encontrar una vivienda digna en medio de un contexto de pandemia que les ha dejado sin trabajo, sin techo o expuestas a situaciones de violencia familiar". Ludmila aseguró que si bien en ese espacio recién comienzan a organizarse --se está por armar un merendero--, "la salida es colectiva" y por su experiencia aseguró que "son las mujeres las que ponen el cuerpo, las que están en la primera línea, sobre todo en esta pandemia".

La violencia de género es otro factor que revela la necesidad de viviendas. "Estuvimos hablando con organizaciones feministas y muchas mujeres están padeciendo violencia, pero al no tener otro lugar donde estar tienen que aguantar los golpes o maltratos de sus parejas, bajo el mismo techo. Nos estamos organizando en relación a eso también", señaló Antonella. Lo mismo planteó Andrea, que esta semana se contactó con personas que trabajan con este tipo de casos, para buscar ayuda y concientizar a la barriada. Ludmila agregó que apenas llegó al conflicto de Tío Rolo, las mujeres se le acercaron para plantearle problemáticas relacionadas a la violencia de género y cuestiones relacionadas con sus hijes sobre salud y alimentación.