El sábado pasado se cumplieron 25 años del fallecimiento de Luis Bras, el maestro animador de la ciudad. Su trayectoria pionera es ejemplar. Bras hizo posible que la animación exista en la ciudad, a través de su tarea en piezas publicitarias pero también y sobre todo con sus películas denominadas “artísticas”. Su taller dio cabida a la generación siguiente. Entre ellos estuvo Pablo Rodríguez Jáuregui, hoy responsable junto con Diego Rolle de la Escuela para Animadores, dependiente del Centro Audiovisual Rosario.
Entre los dos, junto con la música de Fernando Kabusacki, asumieron el desafío de desentrañar y rescatar una de las películas más complejas del maestro: El Danubio Azul, realizada en 1977, a partir de 1800 cartones que Bras dibujó y pintó a mano. Reimaginando El Danubio Azul ya puede verse en el Canal de YouTube del Centro Audiovisual Rosario, con palabras del propio Bras como bienvenida e imágenes que dejan entrever el backstage complicado al que se arrojaron sus autores.
“Prácticamente al año siguiente del fallecimiento de Bras, con Esteban Tolj, Fernando Martín Peña, luego junto a Diego Rolle y José María Beccaría, tuvimos el compromiso de mantener el espacio donde trabajaba (ubicado en San Lorenzo 1453), que quedó cerrado con sus herramientas, libros y maquetas. Lo que se nos ocurrió con Tolj fue reabrirlo al año siguiente como espacio de taller, en un curso que duraba 3 meses. En la primera tanda de inscriptos estuvo Diego. En el 2000 hicimos el documental ¿Conoce usted el mundo animado de Luis Bras?, y desde ese año cada tanto hablamos sobre reconstruir El Danubio Azul, tal vez la película más compleja que encaró, entre varias cuestiones por estar hecha en Súper 8, un formato no profesional que no tenía negativo, así que el material que pasaba por la cámara filmadora era el mismo que se pasaba después por el proyector. Del 77 hasta que murió, Bras la proyectó miles de veces. Ese original se fue cortando, empalmando, rayando, despintando. Cuando llegó a nuestras manos se reconocía una película muy valiosa pero imposible de recuperar desde el fílmico. También está el dato insalvable de que cuando daba una charla, Bras manoteaba de su estudio dibujos para regalar. De los 1800 cartones que pìntó, nos llegaron más o menos 1200. Así que, forzosamente, el trabajo que encaramos con Diego no se puede presentar como una restauración, sino que escaneamos lo que había, miramos el original para tratar de seguir el criterio y orden, y logramos una versión levemente distinta”, explica Jáuregui.
-¿Por qué es la más compleja de sus películas?
Diego Rolle: -Pasé a darme cuenta de lo compleja que es al comenzar con esta tarea. Ya me resultaba impactante por el efecto de tridimensionalidad que logra, con estos “planos de colores”, como decía él. Al tener los cartones en la mano, al intentar reconstruir y ver las anotaciones del propio Bras, apareció algo invaluable. Es algo maravilloso. Sobre todo al pensar en los medios que tenía para filmar en ese momento, en Súper 8 y con algún sistema de planilla que habrá tenido, supongo; las planillas son guías que se usaban para fotografiar los dibujos y mantener una lógica y sincro adecuada con la música. En la película hay ciclos en la animación que van y que vienen, luego otros que se enganchan, y detalles que no había notado antes, con algunos de estos planos de colores construidos a partir de pequeñas líneas y texturas. No quiero empezar con la perorata del rosarino que se queja, pero si Bras hubiera nacido en otro lugar del mundo, en este momento sería reconocido al nivel de Norman McLaren y otros grandes.
Pablo Rodríguez Jáuregui: -Nosotros estamos muy especializados en la animación narrativa, con personajes y guión, pero acá está la intención de desarrollar 8 minutos sin personajes, sólo con planos de color y una progresión a través de una grilla de líneas, que definen planos en el espacio y que se empiezan a complicar cada vez más. A eso se le suma el dato del sincronismo con la música. Además de McLaren, evidentemente Bras es muy pariente del trabajo de Oskar Fischinger.
Rolle: -Esa grilla que explica Pablo, es una grilla para perspectiva isométrica, algo que se usó mucho para videojuegos, para pixelar y para plantear un montón de estéticas visuales, relacionadas por ejemplo con el motion graphic. De repente, en estos cartones dibujados a mano uno ve formas y estéticas que hoy se usan en este tipo de animaciones.
Rodríguez Jáuregui: -Creo que las circunstancias de mediados de los años 70 en Rosario para un animador autodidacta, podemos imaginarlas pero no las podemos abarcar. Bras viajaba muy de vez en cuando a Buenos Aires, pero no se dedicó a visitar estudios o hacer contactos. Tenía la posibilidad de revisar animaciones hechas a través de la moviola de la agencia de publicidad de Camilo Serbali, que traía publicidades de Buenos Aires a los canales Rosario a partir del 62. Bras las estudiaba cuadro por cuadro y por ahí se armaba un método, pero no había libros de animación ni otros animadores en la ciudad para preguntar. Es una situación de pionero que nosotros podemos intentar reconstruir. De hecho, encontramos varias pruebas de El Danubio Azul en distintos rollitos, con distintas velocidades y fotometrías, obviamente no le salió bien de primera. Además, en cada película Bras encaraba una técnica, como el rayado directo sobre película, pintando, la animación con objetos, la tradicional con acetato. De las seis películas suyas que están completas, El Danubio Azul creo que fue el proyecto más ambicioso.