Desde Río de Janeiro
Hay escasos antecedentes de elecciones municipales –alcaldes y concejales – que hayan concitado tanta atención como las ocurridas en Brasil este domingo. Más allá de los resultados, lo que estaba en juego era el rol del presidente Jair Bolsonaro luego de casi dos años de una muy atribulada presidencia. La expectativa se refería a la existencia de un eventual vaciamiento político del mandatario, y en tal caso, saber sus dimensiones.
Para enturbiar aún más el ambiente, hubo un insólito retraso a la hora de divulgar los resultados. Normalmente, inclusive en elecciones presidenciales, alrededor de las diez de la noche ya se tiene el resultado oficial, o al menos algo tan cercano que no deje lugar a dudas.
Pero a las nueve y media de la noche y con aire cansado, Luiz Roberto Barroso, que además de integrar la Corte Suprema preside el Tribunal Superior Electoral, concedió una conferencia de prensa. Explicó que una falla en el sistema de conteo final había causado la demora, pero que los datos enviados por los tribunales regionales estaban seguros e inviolables. Aclaró, además, que 60% de los resultados obtenidos junto a las provincias ya estaban cerrados y divulgados.
El problema es que entre los resultados retrasados estaban los de San Pablo y Río de Janeiro, esenciales para Bolsonaro. La única salida fue confiar en la llamada “boca de urna”, o sea, los sondeos realizados a electores que venían de votar. En general, ese sistema funciona bien en Brasil, pero no alcanza, por ejemplo, las abstenciones y ausencias. Y los primeros indicadores oficiales señalan que, a raíz de la pandemia, el volumen de electores que no comparecieron a las urnas es casi el doble, en la media general, de elecciones anteriores. Con eso, podrán ocurrir sorpresas por todo el país.
De todas formas hubo, contrariando los sondeos, una sorpresa positiva para Bolsonaro en Río: el actual alcalde, autonombrado obispo de una de las más poderosas sectas evangélicas, Marcelo Crivella, aparece en el ballottage, con alrededor de 20% de los votos. Ya el ex alcalde Eduardo Paes, del derechista DEM, confirmó su favoritismo, con 37% de los votos confirmados cuando el conteo oficial alcanzaba un tercio del total.
Los sondeos habían anticipado la posibilidad de que la candidata de centro-izquierda, Martha Rocha, o la de izquierda, Benedita Silva, del PT de Lula, disputasen el pase a la segunda vuelta con Crivela. Pero la diferencia de ambas con el evangélico, sin embargo, es considerada casi imposible de revertir cuando termine el conteo oficial de votos.
En San Pablo no hubo ninguna sorpresa: pese a todas sus apuestas, Bolsonaro vio a su candidato, el diputado Celso Russomanno, naufragar estrepitosamente. Los sondeos de boca de urna lo sitúan en un lejano cuarto puesto. El actual alcalde, Bruno Covas, de centro-derecha, permanece como favorito y si sorpresa hubo, fue la causada por Gilherme Boulos, del PSOL, de izquierda: cuando se esperaba una ardua disputa por el derecho de pasar al ballottage, él superó a sus adversarios.
Son pocas las posibilidades de una victoria final de Boulos, pero se confirma el surgimiento de un nuevo liderazgo de izquierdas precisamente en la ciudad que por años fue una especie de trinchera del PT de Lula da Silva. El partido del ex presidente optó por un candidato de poquísima viabilidad, Jilmar Tatto. A última hora, el mismo Lula intentó convencerlo de desistir de la candidatura y apoyar a Boulos. En vano.
En otras capitales, una sorpresa en Porto Alegre, donde Manuela D’Avila, del Partido Comunista de Brasil, con un vice elegido por el PT no lograba una amplia ventaja frente al candidato de centro-derecha. Se esperaba que al final del conteo esa tendencia se revirtiera y ella pudiera pasar a la segunda vuelta.
En general, las capitales que tuvieron sus resultados oficiales confirmados no revelaron mayores sorpresas. Quedó patente que las fuerzas convencionales se impusieron sobre las “novedades”, y que con dos únicas excepciones – Manaos, capital de Amazonas, y Fortaleza, en Ceará – los candidatos apoyados enfáticamente por Bolsonaro naufragaron sin vuelta.
También merece atención otro dato, este relacionado al PT de Lula da Silva: rechazando (a excepción de Porto Alegre) aliarse a otras agrupaciones de izquierda, el partido tuvo un desempeño más bien discreto. Había altas posibilidades de pasar a segunda vuelta en Vitoria, capital de Espírito Santo, cuyo peso político en el plano nacional es apenas relativo.
De todas formas, y por primera vez en décadas, el país no tuvo, hasta muy entrada la noche, resultados totales y oficiales. Este lunes será otro día.