Sampha Sisay tiene un nudo en la garganta. Lo siente cada vez que traga: un misterio paradójicamente muy común que la medicina llama “globo histérico” porque no existe físicamente para palparse y ser extraído. Sólo existe la molestia sin tratamiento específico que en su caso empeora si toma alcohol o hay humo alrededor. Se aprende a convivir porque no hay modo de saber cómo o cuándo el fantasma desaparecerá. A Sampha no le ha impedido cantar hermosamente, con la hondura de Nina Simone y Antony Hegarty, la cálida lejanía de James Blake y Justin Vernon; una voz incapaz de mentir; el lobo manso que invitan las estrellas para las partes más sombrías de sus discos. Se escucha en una canción entera de More Life, el nuevo de Drake a meses del espléndido y mega exitoso Views. El número uno Kanye West le dio el estribillo y un verso de “Saint Pablo”, su mejor trance en The Life Of Pablo. El príncipe esquivo Frank Ocean lo llamó para asistir unas sesiones del sinuoso Endless, su álbum visual. Ya que antes que cantante Sampha es productor y pianista. Toca desde los tres años, cuando el padre compró uno como alternativa a la televisión para sus hijos; cinco varones a los que ya había hecho melómanos comprando discos con frecuencia y desprejuicio hasta morir de cáncer de pulmón en 1998. Sampha tenía nueve años. El menor de los hermanos por más de una década, recibió además la educación musical de ellos, incluidas las primeras técnicas de estudio casero, que empezó a practicar a los doce. Pertenece a la camada de artistas descubiertos en MySpace; hacía música en la habitación y cuidaba a un hermano con una discapacidad producto de un infarto; tiene un contrato con el sello británico Young Turks desde 2009.
Morden, sur de Londres, 1988. Sampha es el único Sisay que no nació en Kenema, Sierra Leona, donde el padre trabajaba como valuador de diamantes. Y era el único que seguía viviendo en la casa familiar cuando a la madre le diagnosticaron cáncer, poco después de salir el EP debut Sundanza en 2010. Con el sonido correspondiente a la influencia del grime –el jungle de géneros que practicaba un primo–, estrepitoso pero lo-fi, la voz usada en balbuceos, siete años después ese trabajo parece hecho por otra persona. Sampha se dejó ver por primera vez en un single de San Valentín con Jessie Ware de 2011, mismo año en que lanzó su primer disco SBTRKT (pronunciado Abstract, alias de Aaron Jerome), donde tiene una participación relevante. Drake fue el primer consagrado en escuchar sus composiciones para Young Turks; un Drake que pronto ganaría su primer Grammy, interesado en figuras del talento y la sutileza de Jamie xx y The Weeknd, que lo mandó a llamar desde Toronto mientras elaboraba su tercer disco, donde finalmente no quedaron sus instrumentales sino su voz (en “Too Much” y “The Motion”). Así llegó Sampha a la perfecta “Mine” de Beyoncé: son suyos los ecos que cierran la extensa introducción lenta antes de la entrada de Drake. Fue un momento memorable aquel, cuando el cáncer de la madre estaba controlado, su carrera empezaba a florecer y el mundo se abría para recibirlo. Mientras, el nudo en la garganta que apareció tras una gripe durante la gira con SBTRKT se había instalado como una extraña compañía.
En 2013 lanzó su segundo EP, Dual. Todavía un disco de habitación pero ya con un estilo más encaminado, el nuevo R&B que une a James Blake y Frank Ocean, donde los blancos tienen influencia en principio a través del trip hop, el género que hace veinte años releía la música negra desde Inglaterra. Canciones de un encanto ambiguo, trágicas y abúlicas. El EP fue muy bien recibido, Sampha se pudo independizar, se mudó solo al este de Londres. Pero al poco tiempo tuvo que volver a la casa a cuidar a la madre: había regresado el cáncer. Allí se reencontró con aquel piano, el protagonista de esta canción que se estrenó hace poco, el tercer single de Process, el disco debut. “Nadie me conoce como el piano en la casa de mi mamá. Me mostraste que tengo algo que las personas llaman alma”, canta sobre una melodía lenta sin producción rara, sin vueltas, simplemente desgarradora y hermosa. Es el momento más humilde y claro de un álbum que lo conecta con el sentimiento de la memoria, dice, aunque sean malos recuerdos: “Sentir algo es mejor que no sentir nada”. Binty Sisay murió en septiembre de 2015. Sampha compuso mucho del disco los días que ella pasaba en el hospital. Después de enterrarla en Sierra Leona, se fue a terminarlo a un estudio en una isla de Noruega.
Process es su primer trabajo grabado con calidad y es un disco más rebuscado y maníaco que decididamente triste, impresión que puede dejar una primera escucha. Por su oscuridad reinante aun cuando las canciones tengan formas gentiles, suenen animadas percusiones timbaleras o una maravillosa arpa africana. Por la voz abismal de Sampha, de ésas con la misión de recordar que el dolor es parte de todo, de la vida y la belleza. Es tan poético que tenga un nudo en la garganta. “Hay que ser muy valiente para escribir sobre lo que honestamente sentís y pensás”, dijo cuando explicó el título Dual, la tendencia del ser humano a la performance, a crear personalidades para los demás. Las letras de Process son visuales e imprecisas en general, pero pueden cruzarse con líneas de lo más domésticas: “No sabía lo que era ese nudo, qué suerte la mía”, en la apertura “Plastic 100° C”; “tendría que ir visitar a mi hermano”, en el final “What Shouldn’t I Be?”, sobre lazos familiares “atados al cuello” y caminar “con un fantasma al lado”. “Hay una culpa en mi estructura”, dijo antes en la espectacular “Reverse Faults”, porque es más fácil señalar que hacerse cargo y mirar adentro. Hay sensación de impotencia y paranoia en la onírica y electrizante “Blood On Me”: “Juro que huelen sangre en mí, juro que vienen por mí”. Y una gran sensualidad y picardía en “Under”, lo que hace imaginar un futuro más pop para Sampha, cercano a Abel Tesfaye o el mismo Drake. Él por ahora piensa que nunca será tan famoso. Lo que quiere es aprender más sobre armonía y ritmo, seguir produciendo para otros y ser mejor pianista. El sueño, si cabe, sería poder rapear. Pero él recién empieza.