“¡El teatro volvió!”, gritan muchos. Otros tantos, exclaman con felicidad: “los corazones volvieron a latir”. Y es que, el fin de semana pasado, volvió el teatro con público a la Ciudad de Buenos Aires y la avenida Corrientes se convirtió en el epicentro de la reactivación teatral.
Incluso, el domingo por la tarde, el mismo ministro de Cultura de la ciudad, Enrique Avogadro, celebró victorioso a través de sus redes sociales que el “teatro volvió” y que estaba “muy contento y emocionado” porque gracias al protocolo de actividades teatrales “pudo volver un sector clave de la cultura”. Sin embargo, la euforia olvida una parte de la verdad. Y aquello que omite o -ingenuamente tan sólo olvida- es una pieza fundamental de la escena cultural porteña. Se trata de las salas de teatro independiente. Un sector que hoy, apenas respira.
“El manejo del discurso ‘feliz' de la vuelta al teatro es peligroso, porque nos deja solos, genera un ‘sálvese quien pueda’, y una profunda división del sector teatral”, declara Sebastián Moreno, gestor del Teatro Carnero y miembro de la asociación civil Espacios Escénicos Autónomos (ESCENA). Además, sostiene que “esta apertura sin acompañamiento económico, es funcional al Gobierno de la Ciudad, al que le conviene esta situación, y así se justifica el abandono... total ya estamos abiertos, ¡ahora a trabajar!”. Bajo esta nueva realidad surgen varias preguntas: ¿el teatro independiente puede volver? ¿hay políticas públicas que garanticen el regreso? Y en todo caso, ¿qué implica “volver”?
“Pensar que se puede volver a un lugar después de todo lo que pasó ya de por sí es un poco difícil. En todo caso, yo no hablaría de 'una vuelta', sino de -si se puede- un nuevo comienzo”, reflexiona Mariano Stolkiner, gestor de El Extranjero y miembro de la Asociación Argentina del Teatro Independiente (ARTEI). En efecto, lo que habilita el protocolo supone desafíos y muchas limitaciones. Pero, en un marco de ocho meses de paralización de actividades, el consenso en torno al valor simbólico de la apertura de las salas es casi generalizado.
“La medida aporta un valor simbólico en el sentido de que la actividad deja de estar clausurada. Creo que eso es un avance, pero en lo económico no modifica la situación de emergencia y endeudamiento en la que la mayoría de las salas se encuentran”, dice Liliana Weimer, presidenta de ARTEI -que representa a referentes de un centenar de salas de la Ciudad-. “Con el protocolo lo que se intentó modificar fue la estigmatización que se venía haciendo respecto del teatro como si fuese una actividad más contagiosa que otra. Pero el problema de fondo no lo modifica y a medida que pasa el tiempo sólo se va a acentuar y lamentablemente se va a ir modificando para peor”, complementa Stolkiner.
No obstante, el regreso sólo será posible para quienes puedan cumplir con las condiciones del protocolo del Ministerio de Cultura de la Ciudad. “Es un paso adelante. Pero como suele suceder, esto está más dirigido a las salas comerciales que tienen una estructura y una dinámica distintas a la mayoría de las salas independientes”, expresa Moreno.
Sobre esto, Sebastián Kirszner, dueño de la sala teatral La Pausa opina: “Se unificó en un solo criterio algo que es bastante variopinto como es el quehacer teatral en nuestro país. No es lo mismo hacer teatro en una sala del circuito comercial, que en el circuito oficial o en el circuito llamado ‘independiente'”.
En La Pausa mantienen la postura de “mejor no abrir en estas circunstancias”. No sólo porque no es viable abrir la sala con un aforo tan pequeño, ya que terminan siendo más los gastos que los ingresos. Sino porque, además, el protocolo limita las posibilidades de desplegarse en escena y consideran que “el teatro está acompañado de una búsqueda estética y de lenguaje que se ven subordinados bajo esta nueva situación”. Sin embargo, también entienden que puertas adentro de la comunidad teatral independiente, “hay salas que están desesperadas, y si no abren ahora, tienen que cerrar definitivamente”.
Aunque las opiniones sobre abrir o no los teatros puedan ser muy disímiles, todos coinciden en la importancia de declarar la emergencia cultural en la Ciudad de Buenos Aires. “Creo que es una situación muy compleja, y en todo caso tenemos que buscar la forma de unirnos, en vez de enfrentarnos, para el reclamo de la Emergencia”, dice Kirszner. Y agrega: “El Teatro Independiente se encuentra, en este momento, realizando una fuerte demanda al Gobierno de la Ciudad, criticando su falta de una política fuerte de apoyo económico al sector. Un reclamo que ya lleva meses y no ha encontrado respuesta en Enrique Avogadro, Ministro de Cultura de la Ciudad. Solo fueron evasivas, dilaciones y silencio”.
Durante los meses de cuarentena, los trabajadores de la cultura fueron de los más golpeados por la paralización de sus actividades. En ese contexto, surgió la campaña #EmergenciaCulturalBA con más de 60 organizaciones que se manifestaron desde un principio a través de redes sociales.
El movimiento viene exigiendo: la aprobación por parte de la legislatura de los proyectos de ley de emergencia económica en la cultura, la ayuda económica a espacios, trabajadores del sector, editoriales y librerías independientes y la creación de una mesa de trabajo con la cartera cultural para participar en la conformación y distribución del presupuesto 2021.
“El protocolo tiene que ser complementado con políticas a largo plazo que tengan como gran paraguas contenedor la declaración de la emergencia cultural a fin de destinar los recursos necesarios para poder sostener nuestra actividad”, expresa Ana Laura López, integrante de ESCENA. En cuanto a la viabilidad que pueda tener el protocolo, varía mucho en cada sala. Para cumplirlo hay que realizar una inversión inicial de termómetros digitales, alcohol, cartelería y extractores de aire, entre otros tantos requisitos. “De parte del Gobierno de la Ciudad se recibió en abril el equivalente a 10000 pesos por mes y hay salas que pagan alquileres de 40, 60 mil pesos, sin contar empleados, mantenimiento y por supuesto con 9 meses sin ingresos. Económicamente es inviable”.
En relación a las que pueden abrir bajo estas nuevas circunstancias, Moreno manifestó que “por el momento es todo incertidumbre. Estamos pidiendo presupuestos para pagar los certificados de circulación de aires y viendo cómo adaptar las salas. La apertura estará dada por aquellos espacios que puedan sostener abrir seguramente a pérdida”.
Por ahora, el Teatro Border (ubicado en Godoy Cruz 1838) es uno de los pioneros en abrir su terraza, amparándose en el protocolo que permite los espectáculos al aire libre. Aunque todavía resta hacer un diagnóstico de todas las salas, el panorama no es para nada esperanzador: “Preferimos no hablar de números porque la situación es tan compleja como en el principio de la pandemia y las perspectivas no son las mejores si el Gobierno de la Ciudad no implementa medidas acordes al problema”, puntualiza Moreno.
En esa misma línea, y pensando en un balance sobre lo que dejará fin de año, Weimer sentencia: “lamentablemente sé que muchos compañeros y compañeras van a tener que cerrar definitivamente. Sobre todo, si no llega un rescate o una ayuda de emergencia”.