En 2020, la Argentina registró más de 59 mil casos confirmados y probables de dengue, lo que constituye una cifra récord para el país. La enfermedad, que es transmitida por el mosquito Aedes aegypti, afectó principalmente al norte del país en marzo y abril, aunque también se vieron afectadas otras regiones, como el territorio bonaerense y la Ciudad de Buenos Aires.
El crecimiento de las urbanizaciones, el aumento de las precipitaciones en zonas semiáridas y la suba de las temperaturas promedio en regiones frías favorecen el avance del mosquito. Así lo explica la bióloga de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) e investigadora del CONICET Raquel Gleiser, que forma parte del Grupo de Investigación sobre Mosquitos en Argentina (GIMA).
-¿Desde cuándo está presente el dengue en la Argentina?
-El dengue fue introducido en América cuando los barcos que venían desde África trajeron al mosquito vector. En la década del ‘70, la Organización Panamericana de la Salud declaró que estaba erradicado el mosquito Aedes aegypti, porque prácticamente lo habían eliminado de la mayor parte de Latinoamérica. Pero en la década del ‘80 se lo volvió a detectar y, pocos años después, empezamos a tener algunos brotes de dengue. En la Argentina, el brote más grande que teníamos en registro hasta ahora era el de 2016, pero este año superamos en un 43 por ciento la cantidad de casos reportados. Este fue el año en que más casos hubo.
-¿De qué manera se expandió el virus?
-El mosquito está expandiéndose hacia el sur del país. Esto es porque es un ser vivo que está aumentando su tolerancia a las condiciones más frías, pero además, porque hay un aumento de las temperaturas promedio.
También, este año hubo un pico de casos autóctonos en La Rioja, lo cual es muy raro, porque es una provincia de clima semiárido. En parte, esto tiene que ver con que en los últimos años hubo un promedio de precipitaciones más alto de lo normal, y ese clima más húmedo genera condiciones más favorables para el mosquito.
-¿Qué otros factores contribuyen a la expansión del dengue?
-Una de las causas es el crecimiento de las urbanizaciones: más gente concentrada genera más oportunidades para que el mosquito se reproduzca. Esto es porque las personas le ofrecemos al mosquito refugio en nuestras viviendas, recipientes con agua para que críe y sangre para que las hembras puedan desarrollar los huevos.
Además, previo a la llegada del COVID-19, la movilización de gente era muy grande. Estamos en una cultura muy globalizada y la gente viaja mucho por trabajo, por turismo, por estudio y por cuestiones comerciales. Todas esas son oportunidades para que llevemos y traigamos virus.
-¿Qué medidas pueden evitar la propagación del virus?
-Las personas que tienen síntomas compatibles con el dengue deberían hacer una consulta médica y tomar todas las medidas para evitar ser picadas de nuevo. Así, evitan ser un foco de contagio de los mosquitos, que después van a dispersar los patógenos.
En nuestras viviendas, debemos revisar periódicamente que no estemos acumulando recipientes que junten agua, aunque esto puede no ser suficiente en zonas húmedas como Misiones, donde hay muchas plantas que acumulan agua, por ejemplo en las axilas de sus hojas. Ahí, uno puede hacer un excelente descacharrado y sin embargo sigue estando lleno de criaderos naturales de mosquitos que son muy difíciles de detectar.
-¿Qué otras medidas pueden efectuarse?
-A nivel del Estado, la Organización Mundial de la Salud recomienda que cuando aparecen casos de dengue se hagan tratamientos focales. Esto es aplicar vivienda por vivienda productos pulverizados, como si fueran una nube de gotitas de insecticida, que matan a los mosquitos adultos que pueden estar infectados. Eso no sirve para reducir mucho la población del mosquito, o lo hace en muy corto plazo, pero es una forma de bajar el riesgo de contagios en la zona. Las recomendaciones dicen que hay que hacer este tratamiento en la vivienda del caso y hasta dos manzanas alrededor.
-¿Las fumigaciones en viviendas continúan en este contexto de cuarentena?
-Es una situación difícil, porque tenemos que poner en la balanza la necesidad de combatir al mosquito con la necesidad de aislamiento. Lo que se estuvo haciendo es pulverizar desde vehículos. Eso es un poco menos efectivo, porque el mosquito muchas veces está dentro de las viviendas y el insecticida llega hasta donde puede. Lo que pensamos que no es recomendable para ambientes urbanos es la pulverización desde aviones, porque hay muchos trabajos que demuestran que no es efectivo para esta especie.
-¿Qué mecanismos usan otros países para combatir al mosquito?
-Algo que es recurrente es el descacharrado, el uso de larvicidas en recipientes que no pueden eliminarse y los tratamientos focales. También, se está discutiendo el uso de insecticidas que puedan impregnar paredes o cortinas, entonces cuando el mosquito ingresa a la vivienda y se posa en esas superficies, el producto los mata.
-¿Qué podría pasar con el virus en los próximos años?
-En mayor o menor medida, casos va a haber todos los años, pero no es común que haya picos altos en dos años sucesivos. Los brotes epidémicos, como tuvimos en 2016 y este año, ocurren de manera cíclica, más o menos cada cuatro, cinco o seis años. Una de las causas es que mucha gente se expone al virus, genera inmunidad y eso da una especie de protección. Yo supongo que después de este brote grande que tuvimos, en los próximos dos años va a haber muchos menos casos. Eso es algo bueno, pero también hace que la gente se deje de preocupar por el tema, y el dengue debería seguir siendo un tema prioritario.