La fiscalía federal acusará a Carlos Telleldín por el atentado contra la AMIA. No dice que El Enano, como le decían a Telleldín, fuera parte de una célula terrorista dormida, pero sí considera que “debió representarse” que la camioneta que armó con partes robadas iba a ser usada para algo grave, como una explosión. Los fiscales Roberto Salum y Santiago Eyerhabide iniciaron, pero no terminaron, su alegato en el juicio que se le sigue a Telleldín por su supuesta responsabilidad en el ataque contra la mutual judía. Dentro de una semana, el próximo miércoles, precisarán los cargos y pedirán la pena para el exarmador de vehículos mellizos.
La lógica de Salum y Eyerhabide es que Telleldín sabía que la Trafic se iba a usar para un delito porque en el momento de la venta, ocho días antes del atentado, sospechó del comprador. Es que el individuo que llegó a su casa en Villa Ballester no hablaba bien el castellano, no se le entendía bien, vino casi disfrazado con una gorrita y anteojos oscuros, no se ubicaba en la zona, exhibió un documento falso y no le importaron las características del vehículo. Le echó una mirada a la camioneta, sin chistar pagó los más de 10.000 dólares en efectivo y se la llevó.
El punto neurálgico aparecerá la semana que viene. Es que los fiscales tendrán que ver cómo abordan que Telleldín pudo imaginarse que la Trafic la iban a usar para trasladar droga -hizo un comentario de ese estilo en su momento- o para un robo, pero no era tan natural que se representara que la utilizarían para el peor atentado de la historia argentina.
A lo largo de más de dos horas, Salum y Eyerhabide fijaron las bases de la acusación. Exhibieron las pruebas -varias obtenidas por ellos mismo cuando sucedieron a Alberto Nisman- que indican que el atentado se cometió con la Trafic. La UFI-AMIA post-Nisman hizo un estudio con un microscopio de barrido electrónico por el que se determinó que una gran cantidad de piezas metálicas encontradas se correspondían con el material y la pintura de una misma Trafic. Parte de esos trozos se encontraron incluso en los cuerpos de dos víctimas.
Una vez fundamentado el uso de la camioneta para el atentado, los fiscales se concentraron en la evidencia de que el vehículo que se incrustó en la AMIA fue el que armó Telleldín y que éste “debió representarse” que se iba a utilizar para una explosión. No sólo que el comprador era sospechoso, sino que Telleldín, ni bien ocurrió el ataque, se dio cuenta que habían usado la Trafic que vendió. Se puso muy nervioso y terminó huyendo a Misiones, supuestamente para pasar a Paraguay.
Sobre esa base, entonces, se fundamentará la acusación la semana próxima. Los fiscales admiten que él no era parte del grupo terrorista, pero que era cantado que se iba a usar para algo grave y no le importó. La figura que asoma es la de partícipe necesario del homicidio agravado de 85 personas pero con dolo eventual: aunque no era parte de la célula que atacó la AMIA, fue una pieza clave y debió representarse lo que iba a pasar. La lógica indica que los fiscales pedirán la pena de prisión perpetua.
No será fácil convencer al tribunal, integrado por Andres Basso, Javier Ríos y Fernando Canero, porque el gran problema del caso es el fracaso de la investigación inicial: nunca se pudo determinar quién retiró la camioneta de lo de Telleldín, de dónde salieron los explosivos, cómo se armó el vehículo-bomba, quién lo condujo hasta la sede de Pasteur, cómo entró al país ese presunto suicida y quiénes lo ayudaron. Por eso, en 26 años no se encontraron evidencias de relaciones extrañas de El Enano. De hecho, los fiscales despegan a Telleldín de esa organización. Pero lo difícil es probar su intencionalidad, su dolo, en relación con el atentado.