El recorrido es necesariamente personal si sos futbolero, futbolera. En tu cabeza existe una playlist que se armó desde la infancia, en la cancha o viendo partidos por televisión, con canciones que conocías perfectamente (aunque perfectamente podías desconocer sus compositores e intérpretes). Un compilado de cantitos de tribuna llenos de expresiones violentas que rara vez cantarías, dirías y mucho menos pensarías fuera de esa situación de hinchada, pero que dentro del clima de cancha podrían sonarte absolutamente naturales.
Quemar barrios, promete una familia. Llevar pijas clavadas bien adentro, corean los pibes. "Muchas veces fui preso y muchas veces lloré con vos", jura un grupo de personas cuya inmensa mayoría no subió a un patrullero ni una vez, y mucho menos soltó lágrimas por un tanteador. Esa banda sonora del fútbol argentino existe desde antes del nacimiento de Messi (y de Maradona), y la llevamos clavada bien adentro.
El libro ¡Canten, putos!, historia incompleta de los cantitos de cancha, de Manuel Soriano, flamante edición de Gourmet Musical, rasca y releva ese acervo musical, futbolero y social con una franqueza y una buena onda impactantes. Soriano convierte su investigación en una road movie extraña y hermosa, musical y futbolera, divertida y curiosa, reflexiva pero jamás solemne.
El libro resulta un viaje en primera persona por Google, YouTube y WhatsApp, en el que el lector se ve obligado a completar las X de los cantitos con su historia. Donde el autor sigue la pista de It's a Heartache, de Bonnie Tyler, y su mutación hacia "Jugadores/ la concha de su madre/ ¿a ver si ponen huevo/ que no juegan con nadie?". Y el lector hincha de All Boys no dejará de escuchar en su cabeza que "Chacarita, Atlanta y Mataderos, a todos los del Blanco nos chupan bien los huevos". Y así.
Canciones que salen a la cancha
Las crónicas de ¡Canten, putos! forman una investigación fascinante e irresistible, entre otros motivos, porque a todos nos sonará, de un modo u otro, familiar. "Desde chico, yendo a la cancha con amigos, jugábamos a adivinar a qué canción original correspondía cada cantito, y como no existía Google no pasaba de ahí. Me llamaba la atención cuando el salto era muy grande desde la canción original al cantito de cancha", le cuenta Manuel al NO en un audio desde Montevideo, donde vive.
¿Por ejemplo?
--No me interesan las que van tan de la mano, como algunas canciones de Turf, Los Auténticos Decadentes o La Mosca que son originalmente festivas y que derivan en cantitos de cancha festivos, sino aquellas que resultan contradictorias, como una melodía romántica de los '70 que choca con el estereotipo de cantito que termina imponiendo una barra. Ese salto es lo que más me atrajo.
"Me di cuenta de que, cuanto más escarbaba, más cosas raras encontraba", agrega. "Ése fue el primer clic: estaba frente a un océano, buceando en algo que es realmente pura cultura popular, nos atraviesa a todos, también a la gente que no es futbolera, a la gente que va cantando cosas en la calle sin darse cuenta de que lo está haciendo."
La búsqueda de Soriano tiene algo de gambeta. Pasa de compilados tropitecno-eurodisco de un dúo belga al festejo solitario del prócer uruguayo Obdulio Varela, va de Belle & Sebastian y Tom Cruise a Capusotto y el General Perón. Sus recorridos tras las huellas de los himnos de tribuna son intrincados y diversos. A veces se detiene en temáticas generales englobadas por canciones: la inspiración brasileña, la homofobia, la política. Otras veces, aparecen pesquisas más precisas, detectivescas, que pueden conducir a misterios musicales que llevan décadas, y hasta a prehistorias de los virales.
Así es el caso del leit motiv LCDTMAB –otra vez Floresta– y su conmovedora historia, que llega hasta la mexicana Sonia Rivas y el compositor argentino Richard Mochulske, que en paz descanse. En esos casos, Soriano muta en un personaje delicioso y sombrío, como de novela negra, mientras narra –cual voz de off de una vieja serie policial– cómo googlea, cómo pregunta, en qué foros deja mensajes, a qué mánagers europeos intenta explicarle lo que le cantan a las hinchadas de Central y Newell's.
El sabueso y los gatos
"Las crónicas que más disfruté son esas en las que hacía un rol de detective noir; durante esos 15 o 20 días en los que estaba con una crónica vivía una vida paralela, como un Humphrey Bogart con teclado, Internet y persianas semibajas, acechando. Esas crónicas no son sólo sobre los cantitos, sino también sobre cómo encarar cada búsqueda, sobre el recorrido, contando los fracasos, las respuestas que no llegan."
La primera fue con el supuesto plagio de La reina de la canción, con Roque Narvaja, Belle & Sebastian y la cantante Charlene. "Y con amigos músicos que me pasaron partituras... Fue una experiencia casi alucinógena. Me di cuenta de que podía jugar y dar clima de suspenso."
Muchas de las pistas que sigue Soriano tras las canciones de las canchas argentinas conducen, paradójicamente, a artistas extranjeros, de Pet Shop Boys a Benito Di Paula. Y a la hora de intentar entrevistar a aquellos compositores foráneos, que nada saben sobre la proverbial capacidad para el cover libre de las hinchadas de San Lorenzo o Racing, el autor se encuentra, con incómodo humor, intentando explicar cosas inexplicables, que sólo nos parecen más o menos explicables a quienes seguimos el fútbol argentino.
"Me obligaba a pensar desde cero y con cierta perspectiva el fenómeno de los cantitos de hinchadas", cuenta Soriano. Y remata: "Intenté explicarle al manager de Bonnie Tyler, un alemán, el giro raro de la canción It's a Heartache en las canchas argentinas, que primero fue cantito de frustración y corazón partido, parecido a la original, y luego se convirtió en el cantito 'No se cooomen, los gatos no se cooomen' para los hinchas rosarinos. Y para esa explicación tuve tuve que desandar muchas cosas y en inglés: que acá hay una ciudad, Rosario, donde en un momento hubo mucha pobreza y hambre, y hubo un caso famoso, no sé si salió en el noticiero, pero quedó con el estigma de que ahí la gente comía gatos... y entonces otras hinchadas, de ciudades que ni siquiera estaban en una mejor situación económica, se burlaban de eso... y por eso la canción de Bonnie se convirtió en..."
Bueno, tratar de pasar todo eso en limpio, te obliga a repensar, apunta Soriano. "¿Cómo explicar que en la Argentina una hinchada le canta eso a otra en medio de un partido? ¿Qué tiene que ver el fútbol con todo esto?", patea. Es que ¡Canten, putos! es un libro sobre eso que nos pasa mientras estamos cantando cantitos de cancha.