“Este disco me toma medio de sorpresa, no lo había pensado así”, confiesa Dani Lesté. Sucede que para la cantante rafaelina, el camino que condujo a Iala (Kuikatl Discos) fue largo, de muchos años y gestión independiente. Recién ahora las canciones se reunieron, gracias a “un hilo conductor”. Ella agrega: “Es la variedad que cargo en mi sangre, en mi escucha de pequeña. En las canciones hay una fuerte intención de agradecimiento a mis raíces, a mi abuela, a mi familia. A través del arte pude realizar una especie de homenaje, de sanación, y de retribución a mis mujeres, principalmente”.

A partir de hoy, Iala está disponible en las redes sociales, y de una manera que su título supo elegir bien, nunca mejor para estos días de parálisis pandémica. “Iala” es una palabra árabe, su significado tiene que ver con “vamos, dale, adelante, seguí”. Iala es también el disco que teje canciones de cariño entre las raíces musicales sirio libanesas y los ritmos del litoral. El resultado es de una sensibilidad que se comparte, donde las mujeres de la vida familiar de la cantante conviven entre la música y las palabras. “Específicamente, no son canciones de protesta o feministas, pero sí está la idea de hablar desde el lugar de mujer. Y traer conmigo algunos de los sentires de mi abuela y de mi madre. Más allá de la letra en sí, de lo literal, se trata de pensar en lo musical que traigo conmigo. En el disco hay una especie de melismas, de armonías que uso, y que tienen que ver con esta cuestión de lo árabe”, agrega.

--Y por eso la voz de tu abuela, cantando el Corán.

-Más allá de la connotación religiosa, hay una profundidad de la voz que te emociona. A mi abuela la tuve todo el tiempo, vivió su última época con nosotros, y todas las noches, de las 9 a las 12, se ponía a rezar y cantaba sin parar en su pieza, como un mantra, como esa sensación de conexión con algo más. No es algo que pase desapercibido en el disco, es fuerte. Parte del arte de tapa fue realizado a la manera de un collage, con el vestido que mi abuela trajo desde Siria, con el mapa de su ciudad, los caballos árabes, y muchas cosas que también tienen las letras. Fue fuerte descubrir cosas de su cultura. Al leerlas y conectarme con eso fue muy intenso, a través de un diálogo con ese pasado y esta actualidad.

--¿Qué te aportó el proceso de investigación, con el disco concluido?

--En realidad, sigo pensando que el disco es como un homenaje a mis raíces, y generalizando también un poco a las raíces que todos tenemos. A veces no llegamos a captar los sentires que traemos. Pienso que el disco es como un cierre y una sanación, con canciones que hablan del amor, del paisaje, del desamor, del desarraigo, el abuso, de la tierra. Siento que le disco me ha dejado la posibilidad de cerrar una especie de etapa y también de comenzar otra, a través de un abanico abierto, como el paisaje éste que pinté, donde hay pequeños paisajes dentro, que se pueden seguir desarrollando. Es un poco la idea del arte, ¿no?, la de reconstruirse y reinventarse. Para llegar a eso investigué mucho, ya sea sobre el pueblo de Arabia, el de Santa Fe, mi ciudad que es Rafaela, todo lo que es el campo. Y siento que tengo un montón de información que quiero seguir desarrollando.

--Y esto en diálogo musical con tus compañeres, que saben cómo entender la propuesta.

--Emiliano Zamora que es el arreglador de la parte de vientos y mi compañero musical, es un investigador de todo lo que es la flauta, y en el disco hay una variedad infinita de flautas, hay muchos instrumentos que él aporta a la idea de la cuestión árabe y su sonoridad, que son variaciones, con distintas aristas. Se trata de buscar el detalle, eso es algo que nos gusta. Franco Ochat, el percusionista, es el embellecedor de toda la parte rítmica, con una sutileza también basada en los detalles, así como lo hace Cecilia Zabala, la contrabajista.

Iala incluye a Franco Moscatti como guitarra invitada, junto a las cuerdas de Inés Dotto y Lucía Prokopovsky (violines), Milena De Giorgio (viola), Melina Salanitro e Ivette Paz (violoncellos). El disco suma los talentos de Salvador Trapani (serrucho), Lucía Coggiola (bandoneón), Joel Tortul (piano), y Mercedes Borrell y Elisa Bitel (voces).

A manera de corolario y de forma relevante, Dani Lesté se preocupa por destacar el trabajo independiente, porque “somos muchos los que hemos trabajado en pandemia, luchándola, y el trabajo independiente del músico es una tarea muy difícil de llevar adelante. Hay que dejar constancia de lo que significa ser un músico independiente, y de llevar adelante un proyecto”.