El gobierno nacional vuelve a apostar todas las fichas de la recuperación económica al repunte de la inversión privada. Los intentos por atraer a inversores extranjeros tuvieron hasta ahora más demostraciones de entusiasmo en los discursos oficiales que en las respuestas de los destinatarios del llamado. La realización durante esta semana del capítulo latinoamericano del Foro Económico Mundial, que reunió en Buenos Aires a más de mil hombres de negocios (que no es sinónimo de inversores), fue otra oportunidad para que las autoridades desplegaran su oferta de flexibilización laboral, medidas de facilitación del movimiento de capitales y demás incentivos para atraer la inversión. Pero en la misma semana se realizó la primera huelga general del conjunto de centrales sindicales, que también es un aporte a los empresarios y banqueros visitantes para que conozcan de primera mano las dificultades sociales presentes en el país. En su esfuerzo por seducir al capital, el presidente de la Nación se atrevió a responsabilizar al “clima de conflictividad que se vive en el país” por la ausencia de llegada de inversiones.
A criterio de la Fundación de Investigaciones para el Desarrollo Económico (FIDE), la afirmación de Macri acerca de la conflictividad y la inversión “invierte la cronología de los hechos”. El análisis de coyuntura de la entidad que conduce Mercedes Marcó del Pont (ex presidenta del Banco Central) recuerda que, durante el primer año de gobierno de Cambiemos, se produjo “un acelerado deterioro en las condiciones socioeconómicas, con un elevado grado de tolerancia de la sociedad”. Las protestas llegaron después. En ese primer año de gestión, señala FIDE, hubo varios indicadores que marcaron el retroceso de la economía, “pero la inversión fue la variable que exhibió el peor desempeño”.
El discurso oficial, cuando habla de inversiones, suele adornarse de grandes cifras para subyugar a los destinatarios. Ante el foro empresario internacional, el presidente de la Agencia Argentina de Inversiones y Promoción del Comercio, Juan Procaccini, aseguró que el país le ofrece al mundo “oportunidades de inversión por 260.000 millones de dólares” en infraestructura, hidrocarburos, minería, energías renovables, desarrollo inmobiliario, telecomunicaciones, tecnología, agronegocios y turismo. Concepto que remató posteriormente, entrevistado, con la aseveración de que “el mundo reconoce en la Argentina a un nuevo líder en lo político y en lo económico de la región”. Esa es la plataforma sobre la cual el gobierno construye el proyecto “lluvia de inversiones 2” o sueña con otro “segundo semestre”.
Pero en una manifestación de ingratitud, la realidad le jugó otra mala pasada al optimismo oficial justo esta semana. El jueves se conocieron las cifras del Indec sobre utilización de capacidad instalada de la industria, que es el indicador que relaciona la capacidad real de producir con la demanda real. Si el uso de capacidad instalada está por arriba del 90 por ciento, quiere decir que la demanda tracciona para que se amplíe esa capacidad: demanda inversiones para satisfacerla. En cambio, si cae por debajo del 70 por ciento, o peor, por debajo del 60 por ciento, quiere decir que sobra equipo de producción para la demanda realmente existente. No es un panorama que convoque a la inversión.
Y esto último es lo que está sucediendo en gran parte de la industria local, lamentablemente. Las cifras del Indec muestran que, al mes de febrero, la utilización de capacidad instalada para la industria en general cayó al 60 por ciento, el punto más bajo en los últimos 14 años. Ni Alimentos y bebidas (62,4) o Industrias metálicas básicas (65,7) salen airosos de los resultados de ese análisis. Muchos menos textiles (53,9), caucho y plástico (54,1), metalmecánica (42,1), edición e impresión (47,6) o la poderosa, aún en este contexto, industria automotriz (31,5 por ciento de utilización).
Tres últimos datos para una perspectiva más aproximada de lo que puede esperarse de la inversión este año. La evolución de la economía del primer trimestre abre un gran interrogante sobre cómo se llegaría al 3,5 por ciento de crecimiento en el año, si la industria sigue cayendo y la construcción, hasta febrero, también. La anunciada reversión de la caída (Dujovne dixit) no se corrobora con la información global. Segundo dato: el cambio de clima para los negocios que debía desembarcar de la mano de un gobierno macrista tampoco encuentra verificación en las estadísticas. Durante 2016, la inversión extranjera directa –la que genera nueva producción y crea nuevos trabajos– fue, como proporción del PBI, una de las dos más bajas de los últimos quince años. En 2016 representó 1,1 por ciento del PBI, contra 1,9 por ciento en 2015. Y el tercero: si, como dice Procaccini, el país ofrece tantas buenas oportunidades de inversión, los dueños del capital deben tener la dirección equivocada, porque los capitales siguen fugando en lugar de ingresar.