“¡Argentina, nací para esto!”, exclamó Tata la noche del 28 de octubre de 2015, en el anfiteatro de Parque Centenario, durante una de las batallas de Red Bull más recordadas. No ganó esa edición, pero entonces ya tenía en casa la medalla de 2012. Este sábado, después de meses de especulaciones, pronósticos y encantamientos que rodean a toda competición de renombre -y que no lo tenían entre los principales candidatos-, Tata no sólo honró su legado, también reescribió su testamento en el freestyle, al ganar una de las finales nacionales de Batalla de los Gallos más esperadas de los últimos tiempos.
Ni Acru, ni Stuart, ni Dani, ni Klan. Una vez más, las adivinanzas se desvanecieron frente al choque real de 16 de los mejores freestylers del país, que se dio ayer sábado desde las 17, con transmisión a través de La TV Pública, que por primera vez entregó en simultáneo un evento de este tipo. Al valor de semejante gesto, capaz de acercar a más gente un auténtico fenómeno popular, lo contrarrestó la inclusión de publicidades que impidieron seguir al evento en su totalidad.
La pandemia hizo de este 2020 un año atípico en muchos sentidos y la decimotercera Red Bull local siguió esa corriente. El público, elemento constitutivo de las batallas desde sus inicios, no fue parte del espectáculo. Lo mismo ocurrió en cada una de las versiones del evento en cada país de habla hispana donde se realiza –en total, 11 ediciones-, donde el escenario se dibuja por una ronda o cypher formado por competidores y jurado. Otra novedad fue la ausencia de El Misionero, presentador histórico en este rango, espacio que ocupó bien Taty Santa Ana, una cultora del freestyle underground que pudo acomodarse para llevar la jornada con perfil propio, sin la estridencia de su antecesor.
La consagración de Tata pareció un remate adecuado para un evento pleno de expectativas donde, en el abanico de estilos, se ponían en tensión las filosofías que rodean a la disciplina. Por un lado, una “vieja escuela”, más rapera, de MCs que ven en el freestyle la posibilidad de hacer arte; por el otro, una nueva camada de competidores de raza, entrenados, deportivos.
En su totalidad, estas personalidades motorizan uno de los fenómenos que más crecieron en el país en el último lustro, tanto como en otras naciones de habla hispana. A raíz de este resultado, Tata va a ser el representante argentino en la final internacional, a disputarse el 12 de diciembre en República Dominicana, donde lo esperan nombres rutilantes como el mexicano Azcino, o el español Bnet, último campeón mundial.
Cristian Sosa –tal su nombre real-, apareció no sólo como estandarte de la vieja escuela y único ex-campeón entre los 16, sino como un competidor prácticamente retirado, con más incursiones como jurado que como participante –su última Red Bull como tal había sido en 2017-, y con la cabeza puesta en el agite del hip hop desde lugares como DAMN!, programa de radio que sale tres veces a la semana por YouTube.
En una jornada muy cargada de antemano, como la que se vivió este sábado desde el edificio de La TV Pública, algunos buenos pasajes no terminaron de maquillar la medianía del nivel conceptual general. Fueron pocos los argumentos sobre la mesa; el más repetido, la disputa del “rap real” contra los nuevos –mucho de eso hubo en cuartos-, y las adjudicaciones del éxito actual. Klan, competidor histórico que está teniendo un muy buen 2020, fue uno de los abanderados de esa reivindicación.
Siempre atento al flow más rapero y a la puesta en escena –incluso con un gran minuto de respuesta frente a Cacha-, quedó entrampado en esa prédica hasta caer con Wolf, quien volvió a sorprender llegando a la final por segunda vez consecutiva. El MC de La Paternal mostró una actualización de nivel respecto del año pasado, pero no le alcanzó contra Tata, que a partir de un enorme minuto frente a Kusa en octavos, tuvo siempre claridad, frescura, una mirada sensata y emotiva, además de la respuesta justa para cada ataque. Desde aquella batalla, dejó de lado las dudas y entendió que con sus armas podía quedarse con esta Red Bull.
Además de la apreciable participación de Zone como DJ –beats como el de la segunda réplica de Tata contra MP engrandecen a la competencia- el jurado estuvo compuesto por tres personajes ligados a la música: Trueno –último campeón nacional, hasta ayer-, Lit Killah, y el productor y beatmaker Bizarrap. La perspectiva musical se hizo notar en decisiones como la victoria de Klan sobre Sub, donde pareció primar lo sonoro por sobre el ataque de las rimas. Entre los tres, el productor –clave en el mapa de la música urbana actual- se mostró más indeciso y abusó de las réplicas.
La carta de personalidades era promisoria. Acaso el máximo candidato era otro que retornaba a la arena. Acru es uno de los artistas de rap más importantes del país, y había sorprendido con su postulación. No lo hizo nada mal, pero en primera ronda chocó con Tiago, que sacó su máximo nivel en una batalla que seguramente sea más apreciada cuando la decepción quede al margen del análisis. Otro de renombre era Dani, competidor de experiencia y gran nivel aunque debutante en Red Bull. Nunca entró en clima, también se despidió tempranamente.
Al igual que en la edición del año pasado –que se llevó a cabo en un Luna Park colmado por 10 mil personas-, hubo dos representantes femeninas del freestyle argentino. Roma, que aquella noche había quedado cuarta después de una antológica batalla contra Dozer –con nada menos que el aborto como tema-, y Brasita, una conocida luchadora del under. Si bien ninguna logró superar los octavos de final, ambas dieron un buen nivel. Fue notorio el crecimiento de Roma con respecto al año pasado.
El nombre de Tata (uno de los competidores que sumó su testimonio al especial de El NO para la Batalla de los Gallos) se suma al de Dtoke como bicampeón de Red Bull Argentina. El MC de 32 años puso en juego su prestigio sin dejar de tener los pies sobre la tierra. Con armas simples y nobles, combatió contra la sofisticación de una disciplina que hoy lo ve como a un “viejo” freestyler. Mientras lustraba la medalla y se acomodaba la bandera argentina sobre los hombros, sus colegas cerraron el círculo en un solo canto: “¡Nací para esto!”.