Recientemente, la Ministra de Educación de la Ciudad de Buenos Aires, Soledad Acuña, pidió a las familias que denuncien a los docentes que adoctrinan a sus hijos para poder intervenir y señaló que "la raíz de lo sobre ideologizado y la militancia política en las aulas está en la formación docente, en el perfil que se define sobre qué es ser docente. La gran discusión tiene que ser cómo enseñamos a enseñar".

Como formador de docentes desde hace más de 15 años, confieso que he inducido a mis estudiantes ideas políticas de lo más perturbadoras.

Les he dicho que se comprometan con sus estudiantes y que asuman su rol de ser garantes de su derecho a la educación en lo que les corresponde, que es enseñar.

Les he dicho que trabajen cooperativamente con sus colegas para promover una escuela secundaria mejor, que acoja a todos y todas, que busquen respuestas a los múltiples obstáculos que día a día van a encontrar. Que lo intenten una vez y otra vez y otra vez. Obstinadamente. Que no se quejen porque sus estudiantes no quieran o les cueste. Enseñar es el trabajo de un docente. Lo contrario sería como que un médico que se queje porque sus pacientes enferman.

Les he dicho que participen y que promuevan la participación de sus estudiantes y sus familias. Que investiguen, que se sigan formando, que cuestionen, desnaturalicen, que experimenten, que se equivoquen y que lo vuelvan a intentar. Que sean críticos y autocríticos también.

Les he dicho que cumplan las políticas educativas del Estado y que sean críticos y reclamen cuando el Estado no es consecuente con esas políticas y desatiende a las escuelas, a sus estudiantes y a sus docentes.

Les he dicho que discutan y argumenten contra los que con su pensamiento y su accionar justifican la desigualdad, la intolerancia y la discriminación. Pero también que la realidad social es compleja, que los cambios no son lineales y las soluciones no son evidentes.

Es imposible educar sin transmitir una visión del mundo. Por ello, educar siempre es un acto político que, debería sobrar la aclaración, no es lo mismo que partidario. Y esa visión del mundo se expresa por lo que se enseña y también por lo que se calla; por lo que se cuestiona y también por lo que se deja pasar.

¿Cuál es entonces el límite, si es que lo hay, entre educar y adoctrinar? Es habitual que quienes denuncian a los docentes por adoctrinar, en realidad lo que denuncian es el desafío a sus modos de pensar, de entender la vida, la sociedad, lo humano. El que los comparte, es un docente como “debe ser”. En cambio, adoctrina quien desafía la visión hegemónica vigente, visión que ha tomado el lugar de “la verdad”. Adoctrina el que interroga el status quo, porque es “de izquierda”. Hay que “denunciarlo”.

Dice la ministra que el docente “lo que tiene que hacer es enseñar a pensar, no decirle a los chicos en qué pensar". Y yo me pregunto, ¿cuál es el resultado de “enseñar a pensar”? ¿Podría ser que como resultado de ese pensar, el niño o la adolescente cuestione los valores hegemónicos? Entonces, ¿su docente será denunciado por adoctrinar o por enseñar a pensar?

No obstante, como docentes, la asimetría de poder con nuestros alumnos nos obliga a la responsabilidad. No se puede justificar la propia parcialidad en la idea de que “todo es político”, “todo es ideológico”. Si hay una distinción entre educar y adoctrinar, se juega en ser capaces de transparentar nuestro propio posicionamiento y fundamentarlo desde el conocimiento, la reflexión y la discusión; en promover la capacidad de escuchar al otro, que piensa distinto, sin demonizarlo; en aceptar la posibilidad de no saber o estar equivocado.

Vivir y construir día a día una sociedad democrática nos obliga a transitar la tensión que encierra la pluralidad de ideas y cosmovisiones. Hoy la escuela pública sigue garantizando eso precisamente porque el control sobre “lo que se debe pensar” no es una política de estado, como si lo fue durante la dictadura, donde explícitamente se generaron instructivos para denunciar a docentes y estudiantes “sospechosos”.

En suma, a mis estudiantes, les he dicho todo eso y mucho más. Básicamente les he dicho que asuman una posición no neutral frente a la desidia, la impotencia, la injusticia, el “siempre fue así”, el “no se puede” y que asuman, con humildad, un posicionamiento político consciente frente a la falacia de que es posible no asumir ninguna posición.

*Investigador docente de la Universidad Nacional de General Sarmiento.