El sistema capitalista es una inmensa maquinaria de control y descontrol. Control y manipulación de los cuerpos sometidos a la dominación y la explotación.

Resulta paradójico que todo el rigor que se aplica sobre los cuerpos de pobladoras y pobladores, de las y los habitantes de medios urbanos y rurales en diversas latitudes, contraste con la liviandad para la circulación de mercancías.

En efecto, esto es lo que verdaderamente importa al sistema. Por lo demás, la salud y la vida pasan a segundo plano.

El caso de una niña que debía retornar a su provincia de origen, niña portadora de una enfermedad impiadosa es ilustrativo de cómo actúa el Estado en sus distintos niveles.

La pandemia de covid-19 ha reforzado todos los controles estatales y es muchas veces la coartada para descargar mecanismos de represión sobre los cuerpos más vulnerables.

Es preciso señalar que la sumatoria de hechos de violencia institucional fue en aumento durante la cuarentena.

Los hechos concretos exceden y refutan los argumentos gubernamentales.

Quien quiera ver que vea.

Carlos A. Solero