En Río Negro, se recupera velozmente una huerta “intercultural y agroecológica” que habían empezado a construir integrantes de la comunidad mapuche Millalonco-Ranquehue y unos 40 vecinos del barrio Villa Los Coihues y cuyos cimientos habían sido destruidos a principios de octubre por un operativo de la Escuela Militar de Montaña. “Estamos más unidos y fuertes que antes, el proyecto avanza más rápido de lo que esperábamos”, señaló Laura Ranquehue, habitante de la comunidad e integrante del proyecto, en diálogo con Página/12.
El episodio había tenido lugar a principios de octubre, en San Carlos de Bariloche, y apuntó contra un proyecto de recuperación de la soberanía alimentaria y los saberes ancestrales del pueblo mapuche. Luego de ocurrido, fue descripto como “un error” por parte de la unidad militar y quedó confirmado como tal por el Ministerio de Defensa y por el Instituto Nacional de Asuntos Indígenas (INAI).
Bien de familia
Sobre la ladera oeste del Cerro Otto –“wenu lafken” en mapudungun-, Silvia Ranquehue defendió durante 79 años el lugar donde nació y donde nacerían su hija, Marta, y su nieta, Laura. “La presencia de nuestra comunidad es anterior a la creación de Bariloche, y en todos estos años hubo momentos de violencia y tensión con el Ejército así como hubo momentos de convivencia pacífica”, relató Ranquehue. "Las autoridades saben quiénes somos y que habitamos este lugar. Que nos desconozcan es hiriente y que nos digan usurpadores no tiene sentido”. El territorio comunitario -reconocido como tal bajo la Ley 26.160- baja desde la ladera del cerro hasta la vera del arroyo Gutiérrez, un lugar que en el barrio se conoce como “la pampita”, y donde se instaló el proyecto de la huerta Puwen Küzawtuküleiñ Mapu, que significa “amigos trabajando la tierra”.
Desde hace varios años la comunidad estaba preocupada por ese espacio, que no tenía una función en particular. Según Ranquehue, el lugar tiene una extensión de aproximadamente media hectárea. “En el verano la gente entraba, se hacía fuego sin control y se abrían caminos. El resto del año se juntaba basura o se cortaba leña para vender”, relató Ranquehue. Como el predio está rodeado por el barrio de Villa Los Coihues, hace dos años algunos integrantes de la comunidad Millalonco-Ranquehue se acercaron a la junta vecinal para plantear la necesidad de preservar el espacio. Tras una instancia de debate entre distintos proyectos, se resolvió hacer la huerta, de la que participan 40 vecinos y vecinas del barrio y que tiene como premisa la producción orgánica -es decir, sin agroquímicos- de frutas y verduras. Cada sábado, que es el día dispuesto para los encuentros en el predio, todos trabajan por igual; una vez que se cultive, la cosecha se reparte. “El primer año es más de trabajar y esperar la tierra, no va a ser una gran cosecha, pero después esto va a crecer. Incluso podríamos llegar a pensar en una tienda para ofrecer lo que exceda al consumo de cada uno”, contó Ranquehue.
Según la cosmovisión mapuche, “la tierra no tiene un precio porque es como ponerle precio a una persona, a una madre. No se puede. La tierra nos ve crecer y merece respeto, y en la huerta compartimos esta forma de ver las cosas, que es propia de nuestra cultura, con la gente del barrio”, explicó Ranquehue.
El término “intercultural” en el nombre del proyecto significa que lo que a Laura le enseñó su abuela -cuándo trasplantar o en qué momento de la luna era mejor sembrar una u otra planta- ahora ella se lo enseña a los vecinos y vecinas del barrio. “Son conocimientos que tratamos de rescatar poniéndolos en práctica porque sino se pierden, como se perdieron ya muchas costumbres del pueblo mapuche”, señaló Ranquehue y advirtió que “desde la escuela misma no se dice, no se enseña cuál es nuestro objetivo de estar en el territorio y cuidarlo, que es algo que beneficia a toda la comunidad barilochense”.
Cómo trabajar "la pampita"
La construcción de la huerta comunitaria había empezado a principios de septiembre, cuando el clima permitió ir al lugar y empezar con el trabajo. Llevó un mes armar la estructura de madera, que junto a otros materiales quedaron confiscados el día en que la Escuela Militar de Montaña, que depende del Ejército nacional, destruyó la huerta. El sábado siguiente se volvieron a reunir, y “la pampita” tomó forma enseguida.
“Hicimos un taller y dejamos los plantines preparados. También montamos la estructura otra vez y ya pusimos el nailon para el invernadero. Después de lo que pasó estamos más unidos, más fuertes”, señaló Ranquehue. A la intemperie, explicó, “las verduras de hoja son las que crecen más rápido. La acelga, las habas o la lechuga, que son plantas fuertes, se pueden plantar dos o tres veces por temporada”. También se está armando una sección de plantas medicinales, que también se van a utilizar para la Ruca Lawen, “que es como un Hospital pero mapuche, donde un machi (curandero), cuando viene desde Chile, atiende a más de 100 personas”. Dentro del invernadero, en cambio, prevén plantar cultivos más frágiles como tomates o zapallo. Todo depende de cómo vaya reaccionando la tierra y de cómo se comporte el clima.
Una historia de resistencia
La familia Ranquehue llegó a Bariloche a mediados del siglo XIX, junto con otras familias mapuche que siguen esperando el reconocimiento de sus tierras. “El conflicto con el Ejército empieza en 1881, cuando llegan por primera vez a la zona. En 1937 Parques Nacionales les cede una parte del territorio y se instalan permanentemente. A partir de entonces y hasta hoy no deja de haber tensiones”, explicó a este diario Adrián Moyano, periodista y autor del libro Crónicas de la resistencia mapuche. En 1967 fue el primer intento de desalojo, al que le siguieron otras acciones judiciales en 1977, 1983, 1986 y 1995. En 2001 quedó firme un fallo que ordenaba el desalojo, pero ese año la comunidad presentó un amparo ante la Administración Pública y no se llevó a cabo.
“El espacio donde vivían, en un Bariloche todavía rural, era mucho más amplio. Se extendía hasta el lago, donde ahora está la escuela militar”, señaló Moyano y relató que Alejandro Ranquehue, bisabuelo de Laura, “participó de la construcción del camino del Faldeo, que hoy es la Avenida de los Pioneros”, una de las dos rutas principales que se extiende desde el centro de la ciudad.
Si bien desde 1994 la Constitución Nacional reconoce la preexistencia de los pueblos originarios y la posesión y propiedad comunitaria de las tierras, el reconocimiento para la comunidad Millalonco-Ranquehue de sus “territorios comunitarios” llegó varios años después, en 2012, después del relevamiento territorial de comunidades indígenas que realizó el INAI en el marco de la Ley 26.160.
“El relevamiento iba a ser insumo para entregar los títulos de propiedad comunitaria, lo cual nunca se llevó a cabo. Simplemente establece el reconocimiento de la ocupación actual, tradicional y pública de las tierras”, señaló Moyano. “Lo que pasó en los últimos años fue una convivencia siempre incómoda a raíz de esta indefinición legal por parte del Estado”, advirtió.
El “error” de la Escuela Militar de Montaña
En 2016 la Legislatura de Río Negro creó una comisión especial para promover la “creación del Parque Central San Carlos de Bariloche en las tierras del Estado Nacional”. El parque, con intenciones culturales, deportivas y turísticas, abarcaría unas 3.500 hectáreas, entre las que se encuentra el predio donde está instalada la huerta. “Suponemos que la intromisión del Ejército tiene que ver con un sondeo de este proyecto que todavía no pudo llevarse a cabo”, señaló Moyano y aclaró que “como nunca fueron formalizadas, esas tierras son consideradas fiscales y están dentro de jurisdicción nacional, pero no hay que olvidar que en su origen todo el territorio rionegrino es producto de la usurpación hacia los pueblos que ya vivían desde antes”.
Días después de que la unidad militar ingresara a la huerta comunitaria, Arabela Carreras, gobernadora de Río Negro y principal impulsora del proyecto del Parque Central, señaló en una entrevista radial que el espacio donde se desarrolla el proyecto “es un predio del Ejército que está destinado a un parque central para todos los barilochenses y turistas”. Sin embargo, aclaró que “siempre nos ha costado muchísimo conseguir los permisos”.
Para Ranquehue, en cambio, “todo esto tiene que ver con justificar esa idea de que los mapuche nos estamos quedando con todo, cuando en realidad lo que está en juego es la defensa de la tierra y del medio ambiente”. A diferencia de otras comunidades, que están en regiones más aisladas, explicó que la suya “está rodeada por el crecimiento demográfico de la ciudad. Pero eso no está mal, al contrario: hemos demostrado que siempre estuvimos abiertos a compartir nuestra cosmovisión, nuestros saberes, y cultivar un buen vivir para toda la población”.