“Este proyecto busca llamar la atención sobre la importancia vital de las mascarillas en relación a la salud pública y como demostración de responsabilidad cívica”, subrayan desde la galería Vicki Myhren, en Denver, donde inauguró recientemente Mask, muestra que pretende también “explotar sus posibilidades expresivas, la oportunidad que presentan para dar rienda suelta a la creatividad”. Así lo hacen patente las piezas de 41 artistas, de distintas edades, géneros, nacionalidades, convocados para reinterpretar al que se ha convertido en objeto ubicuo por excelencia. Sin humos de funcionalidad, todo sea dicho: los tiros van por el mensaje, no la practicidad… Así las cosas, se han avenido a diseñar los más inusuales, extravagantes, irreverentes modelitos, abordando su potencial ornamental, rememorando su antiquísimo uso ritual, impregnándolos de mensajes urgentes, destacando -obvio es decirlo- cuán crucial es calzarse la mascarilla en los tiempos que corren.
Desde el guiño a la escultura clásica hasta el delirio decididamente surrealista, de todo como en botica en Mask, donde abundan flecos, sedas, algodón, encajes, hierros… Kate Marling, por caso, diseña una máscara en símil piedra que convierte la mitad del rostro en perenne estatua; mientras Felicia Murray tiñe lana con tinturas naturales -de algas y otras plantas marinas- para crear Our Dying Reefs: tapabocas que emula arrecifes de corales a los fines de recordar que están muriendo a tasas alarmantes en todo el mundo. Elizabeth Morisette cose cremallera tras cremallera para elaborar el pico de un ave; y Ona Herman reinventa en clave floreada las afamadas máscaras picudas de los docs de la peste negra (en cuyo interior, ramilletes de hierbas, incienso y perfumes “protectores”, que antaño creían purificaban el aire con sus dulces aromas).
Está además la encapotada versión de la artista Tiffany Matheson, digna de las más lustrosas pompas fúnebres con sus negros y largos tules: bajo el título Memento Mori, pone sobre aviso de la fugacidad de la vida (como si el 2020 no hubiera sido suficiente recordatorio…). A tono con la distopia de nuestros días, Covidus, de la artista textil Cristina Rodo, que inspirada en las criaturas de H.R. Giger para la saga cinematográfica Alien, propone una variante que quita literalmente el aliento: un facehugger en toda la regla oficia de máscara en la visión de esta portuguesa. Otra faceta sci-fi explora Bring Your Own Oxygen, de la escultora estadounidense Tracy Tomko, a base de tubos transparentes con plantitas en el interior que dispensan el más puro oxígeno. Dorothy Grant, mientras tanto, presenta una máscara con espíritu resiliente, hecha con telas impresas con referencias al cuervo, animal que simboliza fuerza y sabiduría para su pueblo haida. Y siguen las firmas en Mask, con sus decenas de obras ponibles, esculturas faciales como bocanadas de aire fresco.