“Estamos jugando a juegos que antes ni jugábamos porque estábamos todas juntas. Ahora juego a los videojuegos, que me chupan el cerebro, me sacan la energía de hacer otras cosas y eso no me gusta”, cuenta Julia que tiene 9 años y vive en Quilmes. Con el coronavirus todo cambió. Los juegos, la escuela, el futuro, los sueños y proyectos. Pero, ¿quién les preguntó a les niñes cómo estaban, qué sentían, qué los preocupaba y qué querían en esta pandemia? Hubo quienes pudieron conectarse para participar de clases online y rápidamente tuvieron que adaptarse a filmar videos y grabar audios por WhatsApp para enviar las tareas. Aparecieron ánimos negativos, angustias y tristezas difíciles de ser expresadas. Amigues que de repente aparecen en una pantalla, sin abrazos ni secretos que se cuentan al oído. Perder el contacto corporal con les pares y les docentes no fue gratuito. Trajo dificultades para dormir, ansiedades y fobias. La escuela y los horarios que organizaban el día (y la noche) se volvieron flexibles con más gente en la casa. Algunes se abrojaron a quien estuviera cerca intimidados por la cámara de la clase por Zoom. Hubo aprendizajes distintos y nuevas adaptaciones. Otres, a raíz del encierro, perdieron cierta independencia que habían ganado en los primeros años de infancia. Inseguridades, miedos, ganas de nada, en medio de una lluvia constante de malas noticias, números de muertxs y contagiadxs si el televisor de la casa estaba encendido.
Les niñes y adolescentes tal vez hayan sido les más invisibilizades en la toma de decisiones de esta pandemia mundial. No se les consultó que sentían y que querían, a pesar de que el artículo 12 de la Convención sobre los Derechos del Niño, dice que lxs niñxs tienen el derecho a expresar su opinión cada vez que se toman decisiones que lxs afectan. Y que las opiniones de lxs niñxs hay que tenerlas en cuenta: “Los Estados Partes garantizarán al niño que esté en condiciones de formarse un juicio propio el derecho de expresar su opinión libremente en todos los asuntos que afectan al niño, teniéndose debidamente en cuenta las opiniones del niño, en función de la edad y madurez del niño”. Las 12 trae algunas voces para conocer sus sentires sobre la escuela, los miedos, les amigues y la familia, los juegos, el futuro y la muerte.
La escuela
Lucas, tiene 12 años y vive en Entre Ríos: “En la pandemia se me hizo bastante complicado ir aprendiendo los diferentes temas nuevos porque, por ejemplo, Físico-Química y Biología no había tenido el año pasado. Se me complicó entender en las clases virtuales porque nunca tuve unx maestrx al lado que me vaya explicando, enseñando. Tuve que aprender por mí mismo, leyendo cosas de internet para ir entendiendo temas que nunca antes había estudiado. No pude estar más que una semana con mis compañerxs y no pude llegar a conocerlxs, ni formar una relación y eso, para mí por lo menos, no es algo muy bueno. Más si comenzás un nuevo ciclo escolar como es la secundaria”. Sandino, de 7 años, vive en San José, Entre Ríos y comparte: “De la escuela pienso que voy a poder volver cuando se termine esta cuarentena y por fin volver a ver a mis amigxs. No me gustaba tanto antes pero ahora la extraño mucho”. “Me siento mal con esta pandemia, estoy muy molesto porque no puedo invitar a ningún amigo”, dice Juan Marcos desde Paraná. Tiene 5 años y cuenta que “antes jugaba con lxs que conocí en la escuela. Me gusta hacer la tarea desde casa pero más me va a gustar cuando entre a las clases. Me acuerdo que mi seño nos daba tarea. Ahora la hago y escribo en WhatsApp”.
Mora tiene 10, y acostumbrada a mandar audios, cuenta desde Los Coihues, Bariloche: “Siento tristeza y a veces miedo y a veces no. No sé exactamente. De la escuela creo que va a ser medio extraño cuando volvamos, no nos vamos a reconocer de tan distintos que estamos”. Godana, también de 10 y desde en Bariloche, dice que la pandemia es malísima: “¡No se pueden hacer pijamadas! Cuando voy a la escuela puedo jugar con mis amigas. Ahora es re difícil hacer la tarea porque mi mamá tiene que explicarme todo, o sea, tiene que aprendérselo primero y explicármelo después. Y mi papá también. Es todo un despelote. Cuando vuelva la escuela no me voy a poder acostumbrar a estar con barbijo. Ahora ya es como una parte de mi cuerpo, estoy acostumbrada a usarlo, pero no quiero ir a la escuela con barbijo. Extraño los abrazos. No voy a poder ir a la escuela y no abrazar. Mi mejor amiga y yo sufriríamos un montón porque siempre que nos encontramos nos abrazamos súper hiper fuerte”.
Camilo tiene 11 y desde Villa Regina, cuenta: “Las tareas que me mandan de la escuela son mucho más fáciles, son pocas y las hago enseguida. Tengo más tiempo para jugar a juegos de la Play o de la compu o del celu. A veces me dan ganas de ir a la escuela para encontrarme con mis amigxs, pero no para hacer más tarea, eso no”. Martina viven en Neuquén y dice: Tengo clases por Zoom y a veces no entiendo porque no me pueden explicar muy bien. También desde esa localidad, Venecia cuenta: De la escuela extraño no poder ayudar a mis compañerxs con la tarea. Y Vicky agrega: Extraño mucho jugar a la mancha porque en los recreos éramos un montón y ahora eso no pasa. Las clases por Zoom no me gustan. Prefiero ir a la escuela”.
Los miedos
Sandino continúa: “Me da miedo contagiarme, tener que internarme y morirme. La enfermedad de coronavirus para mí es un contagio que a veces podés zafar y a veces podés morirte. Me hace sentir mucha tristeza que se muera gente conocida o que se muera mi abuela o mi mamá o mi papá o mi hermano. Pensar que se pueden morir, que se pueda morir alguien de la familia o algún familiar. Lo que me genera amor es visitar a mi abuela y a mi abuelo, jugar a juegos de mesa con mi familia y también jugar con mi hermanito”.
Juana tiene 10 años y desde Paraná, Entre Ríos cuenta: “El miedo que tengo yo es no saber qué va a pasar mañana. Estamos en una pandemia en la que no existe una cura y no sabés si vamos a caer todos enfermos. No se sabe para cuándo va a haber cura. Mi miedo sería ese miedo. Ahora cambió todo. Antes vivíamos vagueando con mi papá, me llevaba al shopping, comíamos una medialuna, la buscábamos a mi mamá, íbamos a tomar mate a la costanera. Ahora no salgo más, no vamos más a la playa, no veo a nadie” dice.
Maia, tiene 7 años y vive en la localidad de Diamante, Entre Ríos. Sobre los miedos que siente en pandemia y las cosas que extraña, cuenta: “Tengo miedo a cómo puede ser el Covid-19. No tengo miedo a enfermarme, pero sí a que se enferme mi familia. Con mi hermano nos peleamos, pero a veces nos unimos más y eso hace que podamos convivir más como una familia. Extraño un poquito ir a la escuela con mis amigas y amigos. Juego con la casita de muñecas, con los Playmovil y los ponys. Extraño a mis tíos, a mis abuelxs, a mi madrina, a mis primxs pero sé que nos vamos a ver. Veo que la vacuna se va a hacer pero mientras tanto tenemos a estar en casa”.
Desde Paraná, Carmela, de 7 años manda un video mientras juega a la maestra y comparte: “Acá yo opino que el miedo podría ser que algún amigo de la escuela o algún amigo de la infancia que conociste cuando eras un bebé, se enferme. También tengo miedo porque mi abuelo está aislado porque su vecino tuvo Coronavirus y el de la esquina también tuvo. Es mi abuelo de Rafaela, encima que Rafaela es un pueblo muy chiquito, más chiquito que Paraná. Yo no tengo ninguna enfermedad, pero es algo que puede pasar y tengo miedo que nos pueda agarrar coronavirus. Así nos sentimos los niñxs. Tengo miedo que alguien muera, alguien que quiera tanto y que no pueda resistir. Oír que se murió, ¡uy!”.
Juan Marcos, cuenta: “Me da miedo el Coronavirus y estar solo. Y que estén apagadas las luces. Tengo miedo que mis papás no me cuiden. Pero me cuidan. No juego con nadie en la pandemia. Cuidar es hacer muy bien la vida, darme de comer y acompañarme cuando voy a dormir. No estoy feliz en la cuarentena. Hay algo que me hace feliz: comer. En serio, comer. Comer pollo porque el pollo tiene proteínas”.
Godana, desde Bariloche, sigue: “El virus no me da miedo. Es lo mismo que la gripe solo que el hombre no sabe manejarlo, pero él hace lo que tiene que hacer, no podemos detenerlo. Sí hacer una cura para curarnos. Es lo mismo que con la gripe que te tenés que quedar sentadita en casa, te hacen sopita, te cuidan. Pero este es otro tipo de gripe y hay que cuidar a lxs abuelxs. La extraño a mi abuela”.
Martina, 9 años, Paraná: “Yo tengo miedo de lo que pase en el futuro, si va a venir de nuevo más coronavirus. Cuando fui a telas, estornudé y me tapé pero el profe gritó: ¡Ayyy Coronavirus! Si te enfermás te agarra un cuchu cuchu y tenés que ir al hospital. No se puede hacer muchas cosas con el Coronavirus porque no tiene cura”. Vicky, desde Neuquén dice: “Tengo miedo de que se enferme mi familia, pero el miedo más grande es que no se recuperen. Y miedo a que esto dure mucho. Eso sería horrible”.
Les amigues y la familia
Juana, desde Paraná, continúa: “Lo que más extraño es el amor de mis tías y de mi abuela porque la verdad es que he perdido bastante contacto con mi familia. Antes nos veíamos todos los días. Ahora estoy en mi casa con mi mamá y mi papá que también los amo un montón. Antes mamá se iba a trabajar y yo me quedaba con mi tía. O me buscaba mi tío y jugaba con mis amigxs. Ahora el único que sale es mi papá, que sale a trabajar”.
Carmela, desde Paraná, sigue contando: “De los amigos y el amor puedo decir que el que gusta de vos, gusta, y no lo podés ver en la cuarentena. No lo podés ver. Así me siento yo. Extraño a lxs amigxs, no nos podemos abrazar así fuerte diciendo: ¡Te extrañé! Podés verlxs por afuera, si pasan por tu calle pero no podés jugar con ellxs. Estar en casa no es muy feliz que digamos. A veces siento que está bien y a veces no. Otras veces siento que quiero salir de casa, que no quiero estar más. Quiero ver a otras personas que nos sean mis padres porque estoy todo el día viéndolos. Y de lo único que hablan es de tarea. Quiero ver a mi maestra, a mis amigxs, a lxs primxs, a lxs abuelxs. Ahora me nació un nuevo primo y no lo puedo ver ni abrazar porque lo puedo contagiar y no sería la mejor opción. Eso es todo lo que estaría sintiendo en estos días”.
Sandino: "Me divierto un poco con mi familia pero me aburro porque ningún amigx me puede visitar, casi nadie me puede visitar. Ya me estoy aburriendo, quiero poder ir a la casa de la abuela y quedarme más días. Si encuentro un pozo de los deseos algún día, le voy a pedir una moneda a mi mamá para lanzarla y pedir que se acabe esta pandemia.” Camilo, de Villa Regina sigue contando: Antes de la cuarentena veía siempre a mis amigxs, los veía en la escuela y además siempre invitaba a mi casa a jugar. Ahora me junto re poco con mis amigxs. En realidad desde que empezó la cuarentena vi solo a dos. Lo bueno es que juego mucho con mis primos online, como al Fortnite”. Julia, de 9, subraya: “Cualquier persona que no vive en mi casa, ¡distancia – distancia! Odio la distancia porque quiero abrazar, darles un beso y no puedo”.
Los juegos
Carmela, sin dudar, señala: “Lo más importante ahora es el juego. Yo no tengo hermanxs pero nadie puede jugar con gente y hay que jugar solxs. A veces los padres están ocupados para jugar”. Sandino: “En estos tiempos de pandemia juego a juegos imaginarios, por ejemplo, juego a la pelea, también juego a los autitos y a que las bolitas son gente”. Oli tiene 10, vive en Paraná y dice que la está pasando algunas veces feliz, otras veces triste o enojada y “algunas veces o bastantes veces, aburrida”. “Está mal que hayan prohibido los juegos porque no hacen nada malo y no podemos hacer nada. Yo de volver a la escuela tendría un poquito de miedo pero también me quiero juntar con mis amigxs y estar un rato en la clase. Todos vamos a tener miedo, demasiado miedo con todo lo que está pasando. La vamos a pasar mal, nos vamos a contagiar de ir a algún bar”.
El futuro
Martina, de 9 años, vive en Santa Elene, Entre Ríos y dice: “Del futuro pienso más pandemia y monstruos. Nunca se va a acabar la pandemia y vamos a morir en pandemia. Le tengo miedo al miedo. Un poquito ya me está hartando estar en mi casa. Antes quería estar en mi casa pero no sabía que no iba a poder salir nunca jamás por la pandemia. No sé si le tengo miedo a la enfermedad, pero sí a la vez. Si nos cuidamos no nos vamos a morir de Coronavirus. Yo pienso que tengo que juntar muchxs amigxs y que vengan a casa a jugar”.
Sandino: “Espero del futuro que todos sobrevivamos, no quiero quedarme solo con mi familia, quiero visitar a mis amigxs, ir a la escuela, no quiero quedarme solo”.
Noah vive en San Juan y tiene 9 años: “En un futuro se va a terminar la cuarentena y todo el mundo va a salir muy alocadamente porque todos quieren salir. Apenas digan: Se terminó la cuarentena, los que estén viendo televisión van a salir. Serán como mil quinientas novecientas mil personas, no sé cómo se diría ese número. Eso pienso yo del futuro. Si dijeran: Les niñes pueden ir a la escuela, yo diría: ¡Vamos ya a la escuela! Me iría muy rápidamente porque quiero saludar a las maestras. En casa siento que me atraso mucho, porque son como vacaciones, pero no. Y me atraso muchísimo. En cambio, en la escuela hago la tarea cuando la seño lo dice”.
Juana desde Paraná agrega: “Me encantaría juntarme con mi familia de vuelta como si esto no hubiera pasado, todxs sin barbijo, sin alcohol en gel, sin lavandina. Me encantaría que se termine la pandemia, la verdad, y encontrarme con toda la gente que no he visto en pandemia. Eso me encantaría”.
Camilo de 11, cuenta sobre el futuro: “Pienso que esto va a afectar mucho, va a ser un hecho histórico que va a afectar a la economía de mucha gente, porque hay comercios o negocios que tuvieron que cerrar y mucha gente quedó sin trabajo. Otros comercios echaron gente, supongo que para achicar presupuesto, pero esa gente ahora está sin trabajo y eso pasa en todo el mundo. Algo bueno de la cuarentena es que ha hecho que el medio ambiente esté más limpio, porque al principio, al no poder andar los autos, los colectivos o los aviones había menos contaminación. Igual fracking sigue habiendo así que tampoco tan bueno. Yo tengo ganas de viajar por la ruta”.
Julia, de 9, dice: “En el futuro va a haber vacunas para todxs, máximo en cinco años o dos años ya se va a ir la cuarentena. Peor que esto no me imagino nada. Y si no vamos a estar muertxs”.
Lucía, de 8, viven en Quilmes y cuenta: "En abril, mayo ya vamos a estar otra vez en el colegio supongo. No es que vamos a estar encerrados hasta el 2022. Vamos a irnos otra vez de vacaciones”. Ana, de 8, dice: “Va a ser muy raro vivir sin cuarentena por este tiempo que vivimos con. Ya la conocemos bastante, después no vamos a conocer la vida real. Este tiempo fue raro, nos acostumbramos a vivir en lo raro. El año que viene va a ser mejor”.
La muerte
Pedro tiene 12 años y desde Paraná dice: “La muerte es algo muy triste porque muchas personas pierden la vida a diario por el Coronavirus. En mi familia todos nos queremos y creo que la cuarentena nos unió más. Extraño a mis amigxs, sobre todo a los que viven en otras ciudades porque ahora no puedo viajar a verlxs, entonces eso me pone triste. Pero sí, cuando se pueda, lxs quiero ver”.
Proyecto Secundario Liliana Maresca: sentimientos sonoros
Les estudiantes adolescentes que participan del Proyecto Secundario Liliana Maresca están ahora embarcados en una bienal sonora. El Maresca es un proyecto colectivo orientado en artes que se lleva a cabo en Villa Fiorito por un grupo de artistas docentes, que actualmente está integrado por: Lorena Bossi, Leandro Tartaglia, Sebastián Friedman, Ariel Cusnir y Dani Zelko. Este año frente al aislamiento y las clases no presenciales, propusieron un ejercicio creativo colectivo usando audios de WhatsApp. Lxs convocaron a que graben relatos desde el lugar que cada unx quisiera. Podía ser una respuesta ocasional, sensible, creativa o de denuncia. Les profes editaron esas voces en audios que dibujan una cartografía de sentimientos. Volcaron algo de lo que sentían en relación a este contexto y así fueron apareciendo sus tonos, los ruidos de las casas, el barrio, las familias, los sentimientos, el silencio. Con más de diez años de existencia, decidieron usar el tiempo de aislamiento para armar esta bienal sonora con los testimonios recibidos frente a la imposibilidad de ir a la escuela. Los audios dejan escuchar un muestrario de situaciones ocurridas en pandemia. Se hizo hincapié en escucharles. Sobre les amigues, por ejemplo, contaron: “Sinceramente comparto el tiempo con mis hermanxs que son muy cargosxs y eso me hace acordar a mis compañerxs”, “No es lo mismo que verlxs, lxs llamo siempre y nos reímos de las cosas que hacíamos antes”, “Con mis amigxs jugamos con el celular varias horas al día”. Sobre la escuela compartieron que al no tener wifi no les llegaban las tareas que les mandaban lxs profesorxs: “Yo no sabía que iban a calificar el trimestre cuando cerraba y me llegó dos semanas después el mensaje de que cerraba el trimestre. Nunca hicimos una clase virtual por la poca conexión. Se nos complica entregar las tareas porque no podemos pagar la conexión. Así se nos retrasa el aprendizaje”. Otra adolescente dijo orgullosa: “Aprendí a cocinar, a lavar y a arreglar estufas”.
Sobre el miedo contaron: “En este barrio muchos vecinos perdieron a sus seres queridos. Yo estuve aislada también y tuve mucho miedo por mis abuelos”, “Tengo miedo de tocar algo y de tocarme el rostro y poder tener el virus. Le puede tocar a cualquiera”, “Parece que uno se volvió más malo o la gente no te mira, no sé. Tienen miedo hasta de saludarte. Les decís buen día o buenas tardes y parece que ya con eso se contagiaran”.
Elías cursa 5° año y para la bienal sonora del Maresca dijo: “Esta cuarentena nos obliga a prestarle más atención a nuestra familia y a conocerlos un poco más. Antes uno no pasaba mucho tiempo en la casa, no había una relación muy frecuente con la familia. Ahora lxs conocés mucho más. A eso le presté más atención, a aprender a convivir porque es una pelea constante con mis hermanxs por cosas que no tienen sentido pero peleás igual.” Elías extraña la escuela. Sigue: “No sé si mucho por el tema de los profesorxs sino más por mis compañerxs, reírnos, pasar el rato. Y las charlas y debates que se daban dentro del aula.”
“¿Qué pasa por tu cabeza en este momento?”, era otro de los disparadores para la bienal sonora. Elías contó: “Estar encerrado tanto tiempo es algo nuevo y poder acostumbrarse es difícil. Hay cosas a las que no nos acostumbramos. Es todo muy loco. Es difícil explicar qué se siente. Hay gente sofocada en sus casas, más les adolescentes. Es muy chocante por ese lado. Es un momento loco.”
Volver, solo algunxs
Ema volvió a clases. Sexto año es el último antes de ingresar a la secundaria, en provincia de Buenos Aires. Su burbuja es de ocho nenas y va los martes de 10.30 a 12. Van a ser cuatro encuentros antes de que termine el año. Cuando entró le preguntaron si tenía las declaraciones juradas completas, le tomaron la temperatura y ella se puso alcohol en gel desde un dispenser que se presiona con el pie. Cada una tenía que quedarse en su lugar. Le regalaron una tarjeta navideña y un Bon o Bon. Fue sin mochila, lo único que podían llevar era una botella de agua o jugo. Ese día Ema tuvo a la maestra de Prácticas del Lenguaje, con quien leyeron un cuento. Cada nena de su burbuja estuvo sentada en un pupitre lejos de las demás en el patio de la escuela. Después hicieron una coreografía respetando las cruces y los cuadrados que pintaron en el piso del patio. Ema no tenía ganas de ir porque el grupo de la burbuja que le tocó no era el que ella quería, pero volvió a su casa feliz. En su colegio, que es privado, están yendo les alumnxs de sexto y primer año, de primaria. No todas las escuelas hicieron esta revinculación, que es optativa tanto para docentes como para alumnxs. Natalia es la mamá de Ema y trabaja en una escuela pública, donde aun no hay insumos de limpieza y prevención para que les alumnxs puedan volver y, por otra parte, hay edificios que no están en condiciones.
Francisco tiene 18 y termina este año la secundaria en una escuela privada. En la clase son treinta alumnxs y los dividieron en tres grupos. Fueron una hora por grupo y antes de que entrara el grupo siguiente había media hora para limpiar el lugar. En la entrada dibujaron líneas para mantener la distancia. Lo primero que le dijeron fue que las puertas tenían que quedar abiertas para no tocarlas. Le tomaron la temperatura y leyó una declaración jurada que tenía que firmar unx adultx. Le rociaron alcohol en gel por todo el cuerpo y fue al patio del fondo. Las mesas estaban acomodadas a dos metros de distancia entre sí, en circulo. Los profes estaban con barbijo y máscara. Cada unx contó en una palabra lo que sintió al entrar a la escuela: felicidad, nervios, temor. Después les repartieron una lámina transparente para que pudieran mirar a través y luego dibujar algún lugar de la escuela. Tuvieron que llevar fibrones que se los pasaban rociados en alcohol. “Extrañé la escuela y me di cuenta que solo voy a ir dos veces más”.
Pero no todxs tuvieron la posibilidad de revincularse con la escuela, en las escuelas públicas resulta más difícil cumplir con el protocolo que pide provincia en cuanto a auxiliares, infraestructura, insumos y espacios abiertos.