Desde Río de Janeiro.“La muerte es inaceptable”, me dijo una vez Julio Cortazar, en un viaje de Cuba a Nicaragua. La muerte de alguien como Diego, entonces, es mucho mas que eso. Nadie la quiere aceptar.
Aunque supieramos que el estuvo muy cerca de ella tantas veces, incluso esta última. Es que llevamos a Diego dentro de nosotros, en el corazón, en el alma.
Nadie tuvo tanta intimidad con la pelota como él. Cuando la tocaba, oíamos los mejores sonidos de las mejores músicas. Era un Dios, pero era tambien um músico, un artista, un hombre del mundo.
Era argentino como el que más, pero también latinoamericano como el que más. Cuando hizo aquel gol divino contra Inglaterra, todos nosotros lo elevamos, para que puediera llegar a la pelota. Diego era nosotros, sigue siendo nosotros.
El fútbol nunca fue el mismo siin Diego jugando, bailarín, controlando la pelota con la cabeza, lanzando, recibiéndola en el pecho.
Los brasilenos, amantes alocados del fútbol, sentimos el más grande de los respetos por Diego. Recibe todos los homenajes, ante de todo de su amigo Lula (foto), quien dijo: “gigante del fútbol y de todo el mundo”.
Diego no se va, porque está adentro de todos los que amamos el futebol, de todos los que amamos a la Argentina, de todos los que amamos a Latinoamerica, de todos los que amamos la vida.
Gracias, Dieguito.