Este 25 de noviembre despertó con una noticia que nos impactó, ese momento que pasará a la memoria de los argentinos por la muerte de Maradona. La cantidad de mensajes que llegaron tenía todos los colores pero sobre todo la tristeza y la constatación de lo importante que es y seguirá siendo nuestro 10. Nos sorprendió la noticia por más que sus hospitalizaciones comenzaron hace veinte años, creíamos que iba a poder gambetear la muerte una vez más.
Y todos decimos lo que sentimos, Galeano en el libro “Cerrado por Fútbol” (2017), lo nombra como el “el más humano de los dioses”, una definición formidable porque pocas personas tienen tantas trasformaciones a lo largo de su vida y en todas nunca se podía dejar de mirarlo y nunca sus palabras pasaban desapercibidas.
Siempre fue gambeteador y polémico, una por cada gol que le hizo a Inglaterra, la mano de Dios y el gol del siglo donde gambeteó todo aquel que se cruzara en su camino incluido a sí mismo, en las miles de veces que se perdió en la noche, en las salidas que no tenían retorno salvo cuando un amigo lo volvía a llevar a la soledad de su cuarto.
Silvia Bleichmar, una conocida y querida psicoanalista escribió hace algunos años que eso que resiste se llama Maradona, eso que resiste “en un país cuya población resiste diariamente al despojo ya no sólo de sus bienes sino de su identidad, en un país que se resiste a la agonía de despojarse de su identidad para asumir esa otra, supuestamente más verdadera, que los acreedores del primer mundo le proponen, en ese país que resiste, resiste también el amor a Maradona”.
Maradona es haber salido de la villa miseria pero nunca olvidarse de lo que fue, el espacio de la pobreza en la vida de como decía mi padre que se lleva en el orillo, es el ombligo de donde salimos y donde se puede ir a buscar algo de nuestra identidad.
Maradona es aquel donde podemos ir a buscar algo de nuestra identidad. Siempre lo imprevisible, como nuestra identidad, contradictoria pero con algunas cuestiones, se mantuvo cada vez más firme aunque su cuerpo se iba poniendo menos dúctil y todos nos preguntábamos cómo seguiría, sabía que no debería ser nunca sino nacional y popular, que había que denunciar los despojos de los múltiples imperialismos.
Muchos dirán que el Diego era Dios, y en algo tienen razón; como sostiene Juan José Panno, Maradona no murió a los sesenta sino a los novecientos setenta años como Matusalén, estuvo en tantos lados, se dijo de él tanto, la mayoría de los argentinos y argentinas lo hemos visto en algún lado. Recuerdo un fin de año en una playa, ahí estaba en el medio de una fiesta, y llamaba la atención, los que pasábamos le decían Diego y alguien tenía hasta la osadía de tirarle una pelota y él respondía, a veces respondía, su gran hazaña era ser amado por la pelota y sabía que hasta el final de su vida viviría rodeado de ella y así fue.
Como recuerda Juan Forn, algunos de sus nombres: “Pelusa, cebollita, barrilete cósmico, mano de Dios, Segurola y Habana, me cortaron las piernas, la pelota no se mancha, más solo que Kung-Fu, ¿sabés qué jugador hubiera sido sin droga? Rey del bardo, siempre al mango, el que dijo, el que se animó a decir: “Yo nunca quise ser un ejemplo”. Y también: “Yo me equivoqué y pagué”. El que dijo: “Yo nací en un barrio privado: privado de luz, de agua, de teléfono y de gas”. Y también: “Cuando entré al Vaticano y vi todo ese oro dejé de creer”. El que dijo: “Soy completamente zurdo: con el pie, con la mano, con la cabeza y con el corazón”. Y también: “Gracias a la pelota le di alegría a la gente; con eso me basta y sobra”.
El pueblo argentino te despide, las Madres y Abuelas de plaza de mayo, los políticos decretan tres días de duelo y abren la Casa Rosada para que millones quizás todos y todas no importa la ideología política te despidan, y mientras que escribo estas palabras, escucho a una mujer cuestionar a Maradona por sus posiciones machistas y sus contradicciones en relación a sus hijos e hijas, pero así es, cada cual encuentra la manera de que hablemos de él. Pero lo que nadie va a dudar jamás es que Maradona es la pasión viva de esta Argentina que ha sufrido con ese Dios, hecho a la imagen y semejanza de nuestras contradicciones, de una genialidad que sale en la viveza criolla, en las caídas y resurrecciones, en la resistencia identitaria de las múltiples despojos cometidos. Nuestro barrilete cósmico, te volveremos a ver, siempre te volveremos a ver.
Martín Smud es psicoanalista y escritor.