Entre cajones de verduras y frutas que forman torres de madera, camiones que van y vienen, carga y descarga, hay mujeres que trabajan en el Mercado Concentrador de frutas y verduras más grande de América del Sur. Más conocido como Mercado Central, a la vista de quienes circulan por la autopista Richieri, se divide hacia adentro en 12 naves y más de 600 puestos. Mujeres trabajadoras allí hubo siempre pero recién ahora, por primera vez desde su creación en 1984, el Mercado Central de Buenos Aires creó su Comisión de Mujeres, Género y Diversidad, después de los primeros seis meses de una gestión íntegramente a cargo de la Unión de Trabajadores y Trabajadoras de la Tierra (UTT).

Territorio de machos si los hay, el Mercado Central tiene esa fama, esa cosa futbolera y de barra bravas. Lo que nadie puede decir con exactitud lo dicen las ficciones: en sus naves se filmaron series como Un Gallo Para Esculapio, que retrata a una mafia del conurbano integrada por varones “bien machos”.

Pero en esta Argentina del Pañuelo Verde, las mujeres, lesbianas, travestis y trans vinimos a dar vuelta la tortilla, a replantear el partido y agrandar la cancha, a alumbrar lo que estaba pero no se veía: las que producíamos valor en la invisibilidad. Porque las historias estaban ahí, presentes pero sin tener oídos atentos.

Las mujeres del Central, como ellas mismas se autodenominan a veces, tenían su propio cuadrilátero de lucha, incluso se tenían entre ellas mismas para contarse y aconsejarse, pero en el “sótano” de la Corporación. Esta situación acaba de terminar, como dice el documento que redactaron titulado “ya no nos callamos más”, porque después de 37 años se creó formalmente la Comisión de Géneros y Diversidad del Mercado Central que queda institucionalizada por aprobación del directorio bajo la órbita de la Gerencia General.

Este espacio brindará apoyo, contención y capacitación en materia de género a lxs trabajadorxs del predio, así como también asesoramiento al Directorio, mediante la implementación de la Ley Micaela e impulsará la inclusión laboral trans, explicaron las integrantes. Pero además quienes están poniéndole energía a la comisión se organizan para hacer acompañamientos por violencias al interior del Mercado, hacen campañas de visibilización y mantienen un carácter horizontal y asambleario como forma de llevar adelante el trabajo de esta nueva entidad dentro de esta empresa del Estado. Como ellas mismas afirman: “No queremos construir un espacio burocrático, queremos construir una agenda de avances para las mujeres, por fuera de las lógicas patriarcales y verticalistas”.

Agroecología y feminismo

Cuando asumió en marzo de este año, en los inicios de la cuarentena por el Covid, la nueva gestión del Mercado Central, presidida por Nahuel Levaggi, referente de la Unión de Trabajadores y Trabajadoras de la Tierra (UTT), se plantearon tres líneas fundamentales para llevar adelante. Por un lado, el compromiso social de abastecimiento: no pueden faltar alimentos ni especularse con sus precios en época de pandemia. Por otro, la promoción de la agroecología en la producción de frutas y verduras. En tercer lugar, la igualdad y equidad de géneros. Esto no solo se dice, sino que se hace, actualmente la participación de las mujeres en las gerencias del Mercado Central aumentó de un 0% (sí, cero) a un 33%.

En una acción de concientización, las mujeres del Central entregaron flores a los varones.

Natalia González es una de quienes integra ese 33%, como gerenta General. Abogada y feminista, no solo cumple un rol fundamental en la corporación, sino que también reparte sus días apoyando y asesorando jurídicamente de manera gratuita a agricultoras víctimas de violencia de género que se acercan a la Secretaria de Géneros de la UTT solicitando ayuda.

Según Natalia la creación de la comisión se dio porque "empezamos a juntarnos y sumar compañeras, muchas con la necesidad de contar sus experiencias de injusticia por motivos de género que habían sufrido en este ámbito". Y agrega: "Este mercado fue creado por y para hombres, con muchas prácticas machistas como la imposibilidad de acceder a cargos, obtener mayor remuneración y otras violencias". La voluntad es de cambiarlo todo, con la decisión política y el esfuerzo necesario para concretarlo.

Leticia Oundjian tiene 60 años y trabaja como analista de sistemas hace casi cuatro décadas en el Mercado Central, para ella se trata de "un hecho histórico". "Esta creación es genial, la mujer nunca fue muy protagonista en el mercado, pero siempre estuvo, lo que pasa es que estaba oculta". En esa oscuridad que describe tuvo que vivir varias situaciones dentro de su ámbito de trabajo que marcaban y repetían esa desigualdad.

"Acá no hay baños para mujeres, solo hay de hombres. Yo rompí bolsa hace 28 años aquí y me trajeron un balde, así estuve un par de horas. No es un lugar de mujeres, y sin embargo nosotras hemos hecho mucho por este mercado", relató Oundjian, que en el área de sistemas comparte el espacio de trabajo en soledad con 21 varones.

Vanesa Herceg y Gabriela Gutiérrez son las primeras jefas de nave en la historia del Mercado. Ocupan ese lugar desde hace 2 años, rompiendo una inercia histórica. Vanesa, oriunda de El Palomar, nos cuenta cómo temía que se la considerara no apta para esa función por no poder cerrar los portones gigantes de las naves. Ella mide un metro y medio de altura y deja entender que una cierta idea de fuerza física está totalmente ligada al rol de conducción. Está instalado como que hay tareas y roles imposibles de alcanzar “físicamente” para una mujer. Pero lo hicieron. Ella cuenta: “Pude derribar el terror que les tenía, pude cerrar los portones, a veces ayudada por otrxs trabajadorxs. Ellos se adaptaron a nosotras y nosotras a ellos”. Y agrega: “La comisión de géneros era necesaria, está bueno sentirse acompañada y tener un lugar de referencia”.

Fuerza colectiva

En esa escena hay también una clave: cómo se genera fuerza colectiva. Cómo hay formas de acompañamiento que se traducen en fuerza. La responsabilidad del Mercado Central -una “corporación”, con todo lo que esa palabra destila- ahora a cargo de una organización campesina, popular y feminista implica un trabajo de cambio en su función social de garantizar el consumo de calidad y a buen precio, en su concepción política sobre el abastecimiento y la regulación y en sus dinámicas para con lxs trabajadorxs.

Escucharlas emocionarse, no saberse solas, unidas a las administrativas, las gerentas, las trabajadoras de las naves en un objetivo colectivo eriza la piel. Porque estas mujeres trabajadoras no hablan solo de ellas mismas y de sus lugares de trabajo. Hablan de feminismo, hablan de igualdad, hablan de luchar contra el patriarcado, se abrazan a las luchas que también dan otras mujeres en otros ámbitos. Se siente, en concreto, esa forma en que nuestras luchas y conquistas se conectan, se refuerzan, se tejen.

Sonríen cómplices con las trabajadoras de la tierra que también saben lo que es salir detrás de los cajones de verdura y dejar de ser invisibilizadas como productoras de alimento. Esos cajones que van y vienen, que se cargan y descargan al final no solo se llenaban de verdura en las quintas del gran La Plata. Dicen que esas lechugas y zapallitos guardaban semillas, las semillas se esparcieron, el feminismo sigue sembrando libertad. En el Mercado también entonces se conecta y se cultiva de formas nuevas las relaciones con lxs productorxs, pequeñxs y medianxs, que garantizan el alimento para la ciudad.

En momentos donde la inflación se siente especialmente en lo que comemos, cuando debemos ajustar la calidad para que la plata alcance, en un mercado de alimentos fuertemente dolarizado, la tarea en el Central, en clave feminista, popular y agroecológica, se revela más estratégicamente que nunca.


Las mujeres del Central en números:
Según un relevamiento hecho por las trabajadoras en junio de este año, en el sector de administración hay 159 mujeres y 389 hombres, mientras que en el área de comercio mayorista sólo 12% de los puestos tienen como titular a una mujer.
Con la nueva gestión, sumaron 4 mujeres gerentas mientras que hay 8 varones.
En jefes de naves, es decir en los pabellones de venta de fruta y hortalizas, hay solo 2 mujeres y 21 hombres.
En el área transaccional, no se sabe cuántas mujeres hay en los puestos, pero en su mayoría trabajan como cajeras, mientras que en las cooperativas de descarga hay 1500 hombres y tan sólo 4 mujeres.