1981 fue el mejor año de Diego Maradona en el fútbol argentino. Fue campeón con Boca en un torneo Metropolitano que quedó en la historia por el gran nivel de juego y por el descenso de San Lorenzo. Ferro Carril Oeste, dirigido por Carlos Griguol y con figuras como Barissio, Arregui, Cúper, Cacho Saccardi, Cañete y Crocco, entre otros, le peleó el título hasta casi el final del campeonato. El país se había dividido como pocas veces entre los que hinchaban por uno y otro.

Diego acababa de pasar de Argentinos Juniors tras coquetear con River, que también lo quería. A Maradona solo le faltaba demostrar su nivel en un club grande y lo hizo con creces. No solo por su gran rendimiento, sino también porque anotó 17 goles y fue el líder de un Boca que se embaló en el último tramo. Sobre todo al ganarle a Ferro en La Bombonera 1 a 0 cuando faltaban tres fechas para el final. Esa tarde Ferro había jugado mejor y Gatti fue la figura con sus atajadas. Esa victoria casi que valió el campeonato, que lograría dos jornadas más tarde. El gol ante Ferro lo hizo Hugo Perotti tras un pase genial de Diego. Perotti quedó cara a cara con Barissio y definió a 8 minutos del final. La tribuna local pareció venirse abajo en lo que fue uno de los festejos más recordados en esa cancha. “Fue como un mar de cabezas”, graficaría Diego años después. Así se selló el amor entre Boca y Maradona.

Después de Ferro Boca viajó a Rosario para jugar con Central. Ganaron 1 a 0 los rosarinos, Diego erró un penal y el festejo debió postergarse. Boca fue campeón en la última fecha, tras empatar 1 a 1 con Racing. Así quedó con 50 puntos contra 49 de Ferro. Newell’s y River fueron los terceros con 39.

Para esa temporada River incorporó a Mario Alberto Kempes para contrarrestar el equipo de figuras que tenía Boca. También estaban Fillol, J J López, Merlo, Passarella, Gallego y Alonso. En pleno proceso militar y con una economía devastada, aquellas operaciones significaron pérdidas para los dos clubes. Diego se fue al Barcelona al año siguiente y Kempes regresó al Valencia.

Aquel Boca contaba con Hugo Gatti, Marcelo Trobbiani, el Pichi Escudero, el Chino Benítez, Oscar Ruggeri, Miguel Brindisi y el histórico Roberto Mouzo. Era un equipazo. Pero la figura de Maradona eclipsó a todos.

“El pase lo inventé yo… ¡Y Boca no tenía un sope para pagarme!”, diría tiempo después Maradona en su libro Yo soy el Diego de la gente, escrito por los periodistas Daniel Arcucci y Ernesto Cherquis Bialo. Aragón Cabrera, el presidente de River en ese momento, quería llevarse a Maradona y hasta había conversado con el representante Jorge Cyterszpiller. La propuesta era pagarle igual que al Pato Fillol. “Era una situación rara: River con toda la plata y sin mis ganas; Boca, sin un mango y con toda mi pasión”, les diría Diego a los autores.

Aquella transferencia significaría los primeros grandes dineros en la vida de Maradona. “Lo que sí pasé fue de una vida a otra. Yo era famoso ya, pero nunca imaginé que ponerme la camiseta de Boca iba a significar para mí un cambio tan grande. De esa época es que yo no puedo ir a comer a un restaurante sin que se rompa algo, o se amontonen doscientas mil personas, o me pidan cuatro mil autógrafos. Para esa época, yo ya me había mudado de la casita de Argerich a otra más grande, en la calle Lascano. El Fiat 125 también me había quedado chico, ya andaba en Mercedes Benz”, les recordó a Arcucci y Cherquis Bialo.

Aquel torneo fue el de su primer gol a River, en La Bombonera, una noche de lluvia (10 de abril) en la que dejó tirados tras amagues a Fillol y Tarantini. Brindisi hizo los otros goles para el 3 a 0 final. Fue también la temporada en la que la barra brava, liderada por José Barrita, El Abuelo, fue a apretar al plantel en la concentración de La Candela. Con el único jugador que no se metieron fue con Diego.

Casi veinte años después, Roberto Fontanarrosa recordaría a ese equipo: “Diego siempre estuvo volviendo, con un mechón rubio o asomado a un palco de la Bombonera, medio cuerpo afuera, el torso desnudo, casi a punto de caerse, como para que todos supieran que nunca se había marchado”.