El economista norteamericano Paul Krugman se refiere con “hadas de la confianza” a la tesis ortodoxa para justificar la reducción del déficit público. Según el conservadurismo económico, el recorte de los gastos estatales no deprimiría la economía pese a contraer la demanda efectiva. La clave para ello es que el recorte del gasto público brinda confianza a los mercados financieros de que el gobierno podrá hacer frente a sus deudas sin necesidad de nuevos impuestos. 

Esa supuesta menor carga impositiva futura incentiva al sector privado a endeudarse e invertir en el presente. Los bancos estarán dispuestos a prestarles los fondos que ya no tienen que prestarle al Estado que ha logrado equilibrar sus cuentas. De esa manera, el impacto sobre la demanda agregada del menor gasto público se ve más que compensado por un mayor gasto e inversión privada, empujado la economía al crecimiento.

La tesis ortodoxa de la confianza tiene muchas debilidades. Por un lado, el impacto inicial de una reducción del gasto público es una menor demanda para las empresas privadas, tanto por el menor consumo de quienes obtienen ingresos del Estado (empleados públicos, jubilados), como por la merma en la contrataciones de proveedores para la obra pública. Si caen las ventas de las empresas, ¿con qué objeto demandarían créditos y ampliarían la inversión? 

En segundo lugar, el menor déficit público tiende a reducir también la emisión monetaria y, de esa manera, la liquidez que alimenta los depósitos en los bancos. De esa manera, el sistema financiero cuenta con menos fondos prestables aún cuando caiga la demanda de crédito y, por lo tanto, difícilmente incremente el fondeo al sector privado.

Las hadas de la confianza también sobrevuelan las negociaciones de Argentina con los acreedores externos. La confianza de los inversores internacionales fue el latiguillo que justificó la carrera de emisión de bonos en la gestión Cambiemos. Cuando el grifo se cerró, Macri acudió al FMI con el justificativo de reestablecer la confianza de los inversores, con el mal resultado que se conoce. 

La demora en implementar un programa económico al asumir Alberto Fernández se justificó en la necesidad de cerrar antes un acuerdo con los acreedores que restablezca la confianza. La exitosa renegociación fue recibida por los inversores con una corrida cambiaria, aprovechada por el establishment a empujar una agenda de recorte de gastos en nombre de restablecer la confianza de los acreedores sobre la futura capacidad de pago. Algunos van más allá y pulsan por reformas estructurales neoliberales para acceder a un crédito de facilidades extendidas del FMI que permitiría ampliar las reservas y extender un cronograma de pagos para, de esa manera, restablecer la confianza del mercado.

Si bien la existencia de las hadas en general es motivo de controversia, la realidad de las hadas de la confianza parece ser poco palpable en el mundo terrenal donde rigen las leyes económicas. Una realidad que se debe aceptar si no se quiere terminar rezando a la virgen de Luján el próximo año electoral.

@AndresAsiain