Sebastián Andersen dice que extrañan mucho ir a Necochea. En tiempos normales, él y sus hermanos iban casi todos los meses para la ciudad balnearia en la que nacieron y se criaron. Pero después del verano, pandemia mediante, no pudieron volver. “Está mi viejo allá y lo vamos a visitar. Pero no fuimos ni una vez desde que empezó la pandemia”, cuenta el cantante de El Plan de la Mariposa, una de las bandas de rock que más creció en los últimos años, tanto en convocatoria como en solidez musical. “Estamos re manija porque tenemos muchas ganas de ir a la naturaleza. Nosotros vivimos en Buenos Aires pero salimos todos los fines de semana, no estamos tan acostumbrados a estar en la ciudad todo el tiempo. Pero este año nos tocó todo cemento. En Neco está el mar y el río. Nos encantar meternos al mar y surfear”, dice el músico, que comparte la banda con sus cuatro hermanos y con dos amigos más.

El Plan de la Mariposa acaba de publicar su sexto disco, Estado de enlace, que presentarán a través de un streaming el sábado 28 de noviembre a las 21 y las entradas se pueden adquirir por Ticketek Live. “Este disco lo compusimos con la intención de musicalizar la vida de las personas que se levantan con ganas de cambiar la realidad, de generar un entorno más empático, solidario, inclusivo, constructivo y armónico”, explican en un comunicado de prensa. En esa línea, de hecho, van canciones luminosas y reflexivas como “Túnel de la vida”, “Tesoro escondido”, “Revoluciones caseras” y "Oro de abeja", una invitación a la paz. Si bien resuenan en este contexto crítico para la humanidad, las canciones fueron creadas entre mediados de 2017 y 2019, después de haber publicado Devorando intensidad (2017), su disco anterior.

“Ninguna fue hecha en este contexto, para nada. Pero la crisis del humano entre sí mismo y su relación con el contexto y la naturaleza es algo que no apareció con el coronavirus. Existía desde hace una bocha. Esta crisis la hemos ido construyendo de a poquito”, analiza Andersen, uno de los letristas de la banda. Durante los primeros meses del aislamiento social, hicieron un experimento colectivo con sus seguidores: Demos en aislamiento. Fueron canciones construidas de manera colaborativa con su público a partir de tópicos que ellos proponían en transmisiones en sus redes sociales. “Fue una experiencia muy linda para nosotros. Nos hizo muy bien en el contexto de comienzo de la cuarentena, un momento inédito. Fue un experimento que dejó una foto de una mirada del mundo”, rescata el músico.

-¿Les interesa mucho establecer el contacto de uno a uno, no?

-Sí, tiene que ver con la mirada que tenemos sobre el trabajo que hacemos. En las giras, no somos una banda que llega en una combi, toca y desaparece, sino que nos copa mucho ese momento de charla y contacto con el público y el entorno. La música es una herramienta de conexión con el afuera, y nos permite conocer experiencias de vida y nos ayuda a construir una mirada. Tiene que ver con nuestra construcción: desde dónde venimos y cómo abordamos la música. Nosotros hacíamos música en casa y después nos íbamos de viaje de mochileros, y la música era una herramienta de relación. La música es una forma de abrir el corazón y te permite generar relaciones de manera más fácil.

-¿Y Estado de enlace tiene que ver con esa conexión humana?

-Es una invitación a nosotros mismos y a las personas que les resuene buscar en qué estamos de acuerdo. El problema de ponerse de acuerdo es algo groso que atravesamos como país y como humanidad. Estamos muy focalizados sobre las diferencias, en las pequeñas comas en las que no estamos de acuerdo. Y muchas veces siento, incluso cuando escucho discursos de un lado y del otro, que conceptualmente en lo profundo estamos de acuerdo, pero quizá disentimos en el cómo. Y este es un buen momento para buscar esos enlaces que puedan generar una construcción colectiva hacia una realidad más saludable.

-¿Y de qué manera la música puede colaborar para transmitir eso valores de los que hablan, como la empatía, la inclusión o la solidaridad?

-Cuando la música está hecha con corazón genera un entorno propicio, un marco para que aparezcan pensamientos luminosos que generen cambios buenos en tu entorno personal. Si escuchás a Spinetta o alguna música que está hecha desde ese lugar, hace que se te ocurran ideas más creativas. La letra puede tirar una punta por dónde nos parece que estaría bueno modificar algo, por si a alguno le resuena, sin querer darle indicaciones a nadie.

-De hecho, en "Revoluciones caseras" cantan: "La tierra es un venenal / lo que comemos no da / la industria pone la ley", cantan en "Revoluciones caseras"…

-Ese tema también lo discutimos mucho desde el adentro, porque genera cosas. Nosotros jodíamos con que era una canción a la que no le iba a ir bien porque a nadie le gusta que le digan "la verdad que estaría bueno ponerse las pilas", sobre todo en una sociedad en la que tenemos una tendencia grande a echarle la culpo a los demás. Y no es que no existen culpables, porque existen responsables de un montón de cosas. Pero eso no te quita la posibilidad a vos como individuo de arrancar tu pequeña revolución en tu casa, florecer desde ahí.

-Devorando intensidad era un disco más personal e introspectivo, estaba atravesado por un duelo: la muerte de su mamá, ¿El nuevo disco es más social, más para afuera o universal?

-Sí, puede que sea así. No era un objetivo que nos pusimos. Dejamos que las canciones vengan a nosotros. Pero sí es un disco más social, más abierto y no tiene una catarsis tan intimista como Devorando intensidad. Igual también las hay en este disco.

En el streaming que brindarán el sábado 28 la idea es trabajar en el formato audiovisual con una estética de sesión en vivo, con el eje puesto en la narrativa y el trabajo de cámaras. “Las cámaras van a ser como espías que están viendo cómo estamos tocando, con muchas obras de arte alrededor”, adelanta Andersen. “Vamos a aprovechar para dejar un registro de la banda tocando y bien filmado y editado. Es en una casa, nos deprime un poco tocar en un teatro vacío, sin público”, dice el músico. El combo se completa con Camila Andersen (voz), Valentín Andersen (guitarras y voz), Máximo Andersen (teclado), Santiago Andersen (violín), Andrés Nör (bajo) y Julián Ropero (batería).

-Extrañan tocar en vivo, ¿no? Su música es muy festiva y escénica…

-Sí. Nos gusta el ritual del vivo, y pensamos que el hecho de mover el cuerpo y transpirar es un momento importante. El recital en vivo tiene que ver con sacar cosas afuera, es un ritual, algo espiritual. Después de un recital salís fortalecido y más liviano. Nuestra vieja hacía muchos rituales en casa: círculos de mujeres, viaje con tambores, temazcales... Todo ese contexto estaba cuando nosotros empezamos con la banda.