El flamante disco de Daniel Drexler se llama Aire y cualquiera, a priori, lo enlazaría con las necesidades de algo de oxígeno en esta era. Pero no. Lo grabó entre octubre y diciembre del año pasado, y la coexistencia temporal con la pandemia es mera casualidad. “Fue apenas una coincidencia con este momento en que tenemos que estar todos con la boca tapada… ¿a quién no le faltó el aire alguna vez en la vida?”, desenrolla el cantautor uruguayo acerca del título del trabajo que presentará a dos puntas simultáneas (presencial y por streaming) este viernes 27 de noviembre a las 21, en la Sala del Museo de Montevideo. “Lo de aire está más bien relacionado con las cuatro voces que priman en el disco, solo acompañadas por guitarra y algunas percusiones. Nos reprimíamos cada vez que nos venían ganas de poner un cuarteto de cuerdas, o alguna sesión de vientos, o un piano. Fue la regla que marcó la tónica del disco, y además algo que permitió simplificar lo que me pasaba siempre al momento de mezclar… tener 120 pistas de una misma canción”, se ríe Drexler, que viene aguantando nueve meses sin tocar en vivo.
El ansiado retorno será entonces en banda (él, más Analía Parada, Camila Ferrari y Fede Wolf) y la idea es reproducir ese cuarteto de voces como matriz estética. Como esencia y trasfondo. Y como instancia superadora de temores. “Me di cuenta que, del miedo que me provocaba subir al escenario con esta formación y decir ´uh, estoy en bolas… no hay bajo, no hay teclado, no hay cuerdas, no hay vientos´, pasé a disfrutarlo”, confiesa el músico. “Me gustan las canciones desnudas con arreglos de voces muy lindos, con tres cantantes que en realidad están en un nivel muy superior al mío, al punto que tengo que hacer un esfuerzo para dar la talla con ellos”, vuelve a sonreír el hombre que al hoy lleva más de veinte años de giras, shows, discos (ocho en total), y premios Gardeles y Graffitis.
Minimal y emotivo, el sucesor de Uno contiene nueve piezas entre las que se destacan “Salvando la distancia” y “Mariposas”. De cada cual, claro, el autor tiene algo para decir. De la primera, que la escribió para sus hijas en un intento por subsanar sus ausencias en casa durante las giras. “Es muy difícil para un niño entender la ausencia, entender el tiempo de una manera lineal, porque ellos viven una especie de presente continuo. Entonces, reconecté ese dolor de mis hijas con el que a mí me provocaban las ausencias de mis padres médicos, cuando chico”, revela el cantautor. “Otra arista de esta canción –en esta caso a posteriori- llegó con la pandemia, cuando aparecieron distancias mucho más raras… medievales. Distancias dentro de una misma ciudad, como la que tengo con mi padre, que vive a cinco cuadras de casa, en Montevideo y hace ocho, nueve meses que no lo puedo abrazar… esto le dio toda otra capa de significados a la canción”, detalla.
Respecto de “Mariposas”, en tanto, el input va por el lado de la toma de decisiones apropiadas en momentos complejos. “La hice pensando en un hecho muy extraño… ante cada decisión importante que tenía que tomar en mi vida, la sugerencia de todo mi entorno era ´tranquilo, pensá con la cabeza, pensá en frío´. Pero yo a esta altura de la vida y con 51 años, estoy seguro que las mejores decisiones las tomé a través de un balance entre lo racional y lo emocional, pero sobre todo de lo intuitivo… eso que te provoca cosquilleo en el plexo solar”.
-¿A qué obedece la decisión de abrir el disco con la existencial “Por qué la infancia es tan corta”?
-Hay todo un contexto a priori que lo explica. Desde que empecé a grabar, me imaginé el disco puesto en un vinilo, en la sala de una casa, y corriendo de punta a punta. Por eso me lo planteé de nueve canciones, y no de quince, que es otro de los excesos de libertad que permiten el cd, o estos nuevos formatos virtuales. Al contrario, cuando se grababa un vinilo se lo pensaba como si fuera una sola canción de punta a punta, o por lo menos que cada lado fuera así, con su humor propio. Yo busqué eso, y por eso –contesto la pregunta- abro con “Por qué la infancia es tan corta”, donde me pregunto por qué, si se duplicó la expectativa de vida, no se benefició en ello la infancia. Digo, para un habitante de la edad media, que vivía entre 30 y 40 años, la infancia era la mitad o un tercio de su vida, cuando para nuestros hijos probablemente la infancia vaya a ser una octava parte de sus vidas.
-Respecto de lo musical, ¿por qué buscaste ese sonido austero que cruza el trabajo?
-Porque la música, desde que el sapiens es sapiens, es una necesidad melódica de la especie. Recién en la última comita de la historia se empezaron a superponer voces y agregar instrumentos, hasta dar con toda esta fiebre sonora y maravillosa de este último siglo y medio. Pero hay una cuestión atávica en la música, una cuestión muy antigua, arcaica, y yo creo que en cierta medida la intención de este proyecto es recuperar eso. Por eso, todas las canciones apuntan mucho al eje emocional, a la reflexión y, sobre todo, a la empatía, al contacto humano.
-Que lo tendrás en la Sala del Museo. ¿El hecho que a su vez haya que transmitir el concierto por streaming te agrega una preocupación, o te es indiferente?
-Me agrega una preocupación o, mejor dicho, un desafío que tiene algo de preocupación, pero también otra cosa que uno busca voluntariamente. Esta es una nueva modalidad que llegó para quedarse, pero que ya estaba en el aire antes que la pandemia la acelerara. La verdad es que estoy con muchos nervios. Me levanto de mañana pensando en el concierto, me voy a dormir igual, e incluso a veces no puedo conciliar el sueño. De todas formas lo que prima es la alegría de estar vivo, de tener desafíos y preocupaciones, algo que se acaba cuando uno está bajo tierra.