Un hecho impactante ocurrió en Dinamarca. Luego de que el Gobierno decidiera sacrificar visones por una mutación del nuevo coronavirus potencialmente problemática para los humanos, los animales comenzaron a salir a la superficie.
En Holstebro, en el oeste del país, los cadáveres de una fosa común improvisada en un terreno militar empezaron a resurgir debido al gas resultante de la descomposición que mueve el terreno. Además, esto puso de relieve las condiciones en las que se enterraron los animales sacrificados en zonas de riesgo (ya sea contaminadas o adyacentes a animales contaminados).
Ante este escenario, el gobierno danés afirmó que estaba dispuesto a desenterrar y quemar los cadáveres de millones de visones que fueron enterrados apresuradamente tras ser sacrificados como parte de la lucha contra la covid-19.
"El deseo de deshacerme de los visones y de quemarlos lo tuve desde el primer día que oí hablar del tema", dijo el nuevo ministro de Agricultura, Rasmus Prehn, en la televisión pública TV2, adoptando la postura de la mayoría de los partidos del parlamento.
Las autoridades dicen que no hay riesgo de que las tumbas propaguen el coronavirus, pero a los residentes del sector les preocupa el riesgo de que los cuerpos contaminen el agua potable y una laguna situada a menos de 200 metros de distancia.
En la misma línea, los políticos temen que la descomposición de los cuerpos de los animales muertos provoque contaminación por fósforo y nitrógeno y exigen que los cadáveres sean desenterrados y destruidos de otras maneras, por ejemplo quemándolos.
Los gases emitidos podrían, por ejemplo, contaminar el agua potable y el agua para bañarse. El ministro de Agricultura advirtió que cualquier decisión final sobre la incineración de los visones solo podía tomarse con la aprobación de la agencia del medio ambiente.
La decisión oficial tomado a comienzo de noviembre, que significó la muerte de 17 millones de animales de cría, tuvo como consecuencia la renuncia la semana pasada del ministro de Alimentación y Agricultura, Morgens Jensen.
Dos semanas después de haber dado la alarma, y en medio de una crisis política vinculada a la falta de fundamentos jurídicos de la decisión de sacrificarlos, el gobierno llegó a la conclusión de que esta posible amenaza para las vacunas "muy probablemente se había extinguido" al no haberse detectado nuevos casos.