Desde San Carlos de Bariloche
El sol juega a las escondidas en el Parque Municipal Llao Llao. A la casa Soria Moria –una cabaña diseñada por el arquitecto noruego Rangvald Utne en 1940, que pertenece a INVAP, empresa estatal dedicada a la alta tecnología– llegan los escritores, periodistas, músicos y científicos que participan del 6° Filba Nacional, el festival de literatura que terminó ayer en la ciudad de San Carlos de Bariloche. Claudia Piñeiro, Pedro Mairal, Rosario Bléfari, Vera Giaconi, Iosi Havilio, Diego Erlan, Guillermo Abramson, Esteban Castroman, Julián López, Cristian Aliaga, Anahi Rayen Mariluan y Adrián Moyano, entre otros, son recibidos por “Cremita”, un gato con la nariz machucada, tan sociable y cariñoso que algunos dicen que parece un perro; comparación benévola pero prejuiciosa de los que intentan disimular su aprensión a los felinos. Impresiona la tranquera de esta casa, construida con el esqueleto de una ballena. La vegetación es de una belleza increíble. Los adjetivos se desploman en el vacío, pequeños e insuficientes para transmitir la hondura de este paisaje donde se mezclan coihues, cipreses, arrayanes y caña de colihue, entre otros árboles, arbustos y plantas.
El lago de frente y la montaña de fondo preludian el inicio de una de las caminatas en el bosque con Anahi Rayen Mariluan y Adrián Moyano. Mariluan señala un musgo que se forma en la corteza de algunos árboles y revela que es por la pureza del aire. “Me encanta aprender de botánica, pero para nosotros esto tiene otra perspectiva, teniendo en cuenta que son newenes –fuerzas o energías– los que nos están acompañando. Estos árboles tienen miles de años. Dentro de los newenes, las fuerzas espirituales, los del pueblo mapuche somos el elemento más débil. Después vivimos como cualquier barilochense, bien abrigados”, cuenta la cantante y compositora mapuche con una sonrisa tan cálida como los rayitos de sol que alumbran de a ratos el bosque.
–Mari, mari –saluda Adrián Moyano en mapuzungun, periodista y licenciado en Ciencia Política que vive en Bariloche desde 1991, autor de Crónicas de la resistencia mapuche, Komütuam descolonizar la historia mapuche en Patagonia y el más reciente Inakayal.
–Mari, mari -responden los 12 caminantes, la mayoría barilochenses, que participan de una las actividades del 6° Filba Nacional, el festival de literatura que inauguró la escritora Sylvia Molloy, el miércoles de la semana pasada.
Aunque Moyano no es descendiente de mapuche, su familia paterna tiene esa mezcla que Atahualpa Yupanqui definía como “criollo de pata en el suelo con indio ilustrado”. Los momentos en que el sol ilumina el sendero se produce un derrame cromático otoñal amarillo-anaranjado-verdoso. “Todo se siente distinto acá, no me dejo de asombrar”, confiesa una mujer que dejó Pergamino para vivir en Bariloche hace unos años. Moyano habla en mapuzungun y después lo traduce. “La manera mapuche de explicar el mundo concibe a las energías como ancianas y jóvenes y como femeninas y masculinas. Yo recién convoqué a la mujer anciana y al hombre anciano del Nahuel Huapi, a la mujer joven y al hombre joven del Nahuel Huapi e hice otro tanto con el bosque. Y también convoqué a los espíritus del primer Mankeweñui, que fue un lonko (jefe) que tuvo espacio territorial por esta zona. Mankeweñui significa amigo del cóndor. Al último que saludé fue a nuestro lonko Inakayal, que tuvo el mando antes de la llamada Campaña del Desierto en el margen sur del lago Nahuel Huapi”.
El chucao canta con estentórea cautela, como si le diera una suspicaz bienvenida a este grupo que anda por el bosque sin apuro, disfrutando los colores, los olores y los silencios. El pájaro -que se lo ve en uno de los carteles informativos del Parque- es de color café oscuro y se lo presiente por ahí, entre las cañas de colihue. “Es un pájaro rastrero, que se esconde. Ese es su canto cuando está alerta o se asusta; tiene otro canto más dulce cuando está contento”, compara Mariluan. “El chucao tiene mucha importancia como cualquier elemento de la naturaleza. Cuando suena la naturaleza, está bueno saludarla. Cuando canta el chucao, lo saludamos con un ‘mari mari’; con el tiempo hemos aprendido a volver a nombrar la palabra porque nuestro pueblo padece de un genocidio no reconocido. Eso hay que decirlo para que sea parte de la historia de todos, pero también para estar cada día más orgullosos de lo que somos”, subraya la cantante y compositora mapuche. En la canción “Mapu kimün” (conocimiento de la tierra) aparece el chucao y ella comenta por qué. “En un relato viejo encontré que se le hacía una oración al chucao y decía que el chucao mantiene viva las ofrendas y oraciones que le hacemos a la tierra. Soy fanática del chucao”, admite Mariluan.
Gente del Este
“En la isla Victoria, 2000 años atrás, vivían navegantes. El nombre de la isla se lo puso Aaron de Anchorena a principios del siglo XX. El nombre mapuche de la isla, del lago y de la zona es Nahuel Huapi; aparece en las crónicas españolas en 1621, cuando en la primera expedición documentada que llega aquí el cronista escribe que encuentran a los puelches del Nahuel Huapi; gente que se expresaba en mapuzungun, el idioma de los mapuches, el habla de la tierra –recuerda Moyano–. Puelche es un término problemático; en su acepción más difundida significa gente del Este, pero a su vez es una palabra compuesta: ‘pu’ es una partícula pluralizadora, como decir ‘los’ o ‘las’ y la palabra ‘el’ designa las energías dadoras de vida, que en la lógica mapuche proviene del Este. Hace muy poco una lamien (hermana) de Villa Rica que sabe mucho de mapuzungun me decía que para ella puelche significa la gente sagrada que fue dejada en el Nahuel Huapi. Por eso para los mapuches el Este es tan importante, porque del Este viene la vida, del Este vienen el sol y las casas, cuando hay posibilidad de hacerlas y orientarlas hacia el Este. Y todas las ceremonias se hacen mirando al Este”.
Hay turistas que pasean por el Parque Municipal Llao Llao con el asombro chispeando en sus pupilas. “Estas tierras fueron adjudicadas a la familia Tacul-Cheuque, que protagonizó un conflicto hace relativamente poco de aquel lado –dice Moyano, mientras señala un más allá a sus espaldas imposible de ver a simple vista–. Ellos fueron desalojados por Parques Nacionales en 1951 y recuperaron un espacio muy pequeño hace diez años. Esta historia la van a escuchar muchas veces: Guardaparques demoliendo casas. La familia Maliqueo fue desalojada en la década del 60 por Parques Nacionales, una institución que es vista como simpática porque trabaja en la preservación, pero tiene una historia nefasta respecto a los derechos de los pueblos indígenas”, advierte Moyano y agrega que hay pinturas rupestres en un alero que da sobre el lago, que abona la hipótesis de que los puelches eran un pueblo navegante. “El estereotipo del pueblo mapuche es el de un pueblo guerrero y cazador, pero por lo menos hasta la difusión generalizada del caballo en el siglo XVII en estas partes fue básicamente un pueblo canoero y lacustre”.
Canta el chucao, después de un prolongado silencio.
–¡Ahora está contento! –avisa Moyano.
Todos sonríen gracias al pequeño y escurridizo Chucao, el gran compañero de esta caminata. “Cuando miramos hacia arriba, podemos preguntarnos qué cantidad de tiempo tienen estos seres –plantea Mariluan–. En realidad me di cuenta de que no importa saber cuánto tiempo tienen; para nuestro pueblo no tiene importancia si estamos en el 2017 o en el 5900. Ahí hay una enseñanza fabulosa que va en contra del sistema en el que vivimos. Caminar por estos lugares llena a uno de energía y de alegría, que es una faceta que no siempre está acompañando las noticias de nuestro pueblo. Siempre aparece la circunstancia de resistencia que sostenemos hace tantos años, pero esto también es alegría y belleza”. Moyano precisa que la concepción mapuche del tiempo y de la naturaleza es circular; por eso no tiene sentido contar. “Hay gente que todavía está viva que no sabe cuándo nació; es un dato que no tiene mucha relevancia. Yo conocí a un montón que no sabían cuándo habían nacido; pero cuando le decías que en el documento está tal fecha, te contestaba: ‘sí, me fui anotar yo’. O sea que se anotó de grande”.
–¿Cómo es el rito del entierro para el pueblo mapuche? –pregunta PáginaI12.
“La manera mapuche de hacer el rito de despedida ante la muerte está casi perdida –lamenta Moyano–. La ceremonia duraba varios días, se juntaban las comunidades cercanas, había un weupife, el historiador de la comunidad, que contaba las hazañas del fallecido, sus logros, los hechos importantes de su vida. Y se comía y se bebía. Los anfitriones hospedaban a los que venían de otros lugares y tenían la obligación de servirles comida. Después de cuatro días, salvo que fuera una persona muy importante y entonces duraba más, se producía el sepelio y se enterraba al peñi lamien con sus bienes más preciados, inclusive en alguna ocasión se sacrificaba su caballo. Hace muchísimo que no se entierra a alguien mapuche en estas condiciones. El orden estatal es tan invasor que hasta decide cómo ritualizar tu muerte. Como la gran mayoría del pueblo mapuche vive en las ciudades, los sepelios no son muy distintos al del resto de la sociedad”.
A Nancy Videla, una de las jóvenes que hace la caminata, le costó reconocerse descendiente de mapuches. Ese itinerario empezó a los 15 años. Y continúa. Sabe que el apellido por parte de su abuelo materno es Huircan. “Yo tuve mi bebé hace un año y con otras ñañas del pueblo sentimos la necesidad de volver a recuperar lo que sabían nuestros abuelos y le pedimos al Estado que nos den nuestras placentas para poder enterrarlas y que nuestros hijos vuelvan a tener donde ir a sacar sus dudas cuando nosotras no estemos.”
–¿Dónde enterraron sus placentas?
Mariluan: –A orillas del arroyo Casa de Piedra.
Videla: –Yo elegí donde vive mi hermana.
Mariluan: –La vida y la muerte tienen una concepción relativa respecto de qué es lo que muere cuando uno muere, si es que muere… O sea no morimos.
Moyano: –Hay un poeta Bernardo Colipan, que vive en Osorno, que decía que la obstinada resistencia mapuche se explica porque esto es una red de placentas.
Mariluan: –El territorio mapuche está sembrado de placentas y esas placentas se dan la mano entre sí. Es muy bello seguir dando vida.
Videla: –Después de poner la placenta en la casa de mi hermana, el árbol se puso todo verde, porque es algo que era de la tierra y volvió a la tierra.
El sonido de los pasos de los caminantes es una mezcla de ramas que se quiebran con una brisa que silba bajito. “Cuando llegamos a un lugar se debería estilar un canto de bienvenida, algo muy hermoso que existe en todas las crónicas de donde podemos extraer datos. Yo pensé hacer el canto de bienvenida al final, porque después de compartir un espacio uno empieza a preguntarse por sus propios orígenes y asociamos familia y contexto. A veces la familia son otras personas que han llegado o que están cerca de nosotros. En virtud de lo que caminamos hoy voy a regalarles el canto de agua, de usanza cotidiana”, anticipa la cantante. La voz de Mariluan convoca en un mismo canto al pasado, al presente y al futuro. Nadie canta como ella, con esa fuerza y dulzura estremecedoras. Ella agasaja a los caminantes literarios con una frase perfecta: “Cuando un camino llega a su fin, recién empieza”.