El feminismo no puede pretender ser un discurso de la pureza y el bien. Los feminismos están habitados por personas subjetivadas en esta cultura, cuyas identidades portan tantísimas marcas. No me parece que nos espantemos, ni que reneguemos de ellas.
Diego Maradona es un fenómeno no sólo deportivo sino también cultural y político. Reúne en una vida aspectos que han sido emancipatorios para tantisimxs en este mundo y otros absolutamente patriarcales y machistas. Por supuesto.
Yo no he vivido en otro planeta hasta que el feminismo vino a iluminarme, no voy a renunciar a mi historia y todas sus afectaciones. No dejo de leer a Freud aunque lo cuestione, no dejo tampoco de emocionarme con los poemas de Pablo Neruda, no voy a dejar de disfrutar las películas de Woody Allen. No elimino al rock nacional de mi vida. Y la lista sería muy larga.
Tampoco voy a elegir una vereda, la del buen feminismo, para cascotear desde allí a la otra.
Habito mis afectaciones patriarcales, las interrogo, las reviso y las habito. Con todas ellas a cuestas sigo pensando, sobre todo, ante realidades complejas. Mi propia vida está llena de contradicciones. Tampoco voy a cuestionar a Preciado porque Gucci lx vista.
Si las feministas vamos a moralizar y moralizarnos, yo creo que los feminismos entonces pierden por goleada.
El patriarcado no es un fantasma. Los feminismos tampoco. Están, estamos, hechxs de carne y hueso.
Lila María Feldman es psicoanalista.