“No creo que tenga ganas de ser senadora”, dijo esta semana el abogado de CFK, Gregorio Dalbón, quien además dijo creer que “en su íntima convicción quiere ser candidata en 2019 pero a presidenta”.
Las dudas, en este caso provenientes de alguien que tiene diálogo cotidiano con la ex mandataria, embonan perfectamente con las que imperan en cabezas y corazones de tejedores políticos de todos los colores. Muchos de los cuales están cinchando para que defina su candidatura, convencidos de que es carta de triunfo para las elecciones de octubre próximo. Mientras muchos otros se inclinan por la conveniencia de que deje pasar este turno comicial, que está lleno, evalúan, de riesgos que ella no debería correr.
Las diferencias vienen caldeando los ánimos, como es natural en política, y ya es un hecho que en todos los mentideros se barajan esas dos posibilidades, a las que se suman, inconfesadamente, los intereses propios de quienes miran a CFK como a una esfinge reservada y enigmática. Porque no necesariamente lo que les importa -a todos- es el interés profundo y verdadero de “Ella” (como suele ser llamada) sino las consecuencias que tendría para cada quien su decisión en uno o en otro sentido.
Desde luego que en el entorno de “La Jefa”, como también se la llama, hay una firme expectativa triunfalista y es obvio el deseo, no hecho público, de que se lance a la lid electoral cuanto antes. Y no faltan relevantes dirigentes del núcleo duro de sus seguidores (la maciza militancia juvenil nucleada en La Cámpora, que ella misma ha dicho que “no son mi debilidad como algunos creen, sino mi fortaleza”) que se declaran “seguros de que cualquier decisión que tome va a ser la mejor”.
Pero extramuros lo que más hay son dudas, que algunos califican, con extrema dureza, incluso de “traiciones”. Se refieren así a los infinitos runrunes que, como es natural, se renuevan hora tras hora y que tanto pueden parecer razonables como audaces o hasta delirantes. A saber:
- Que Sergio Massa en su estilo viscoso se aliaría nomás con Macri y con quien sea con tal de vencerla;
- que Felipe Solá daría el salto para “volver” y aliarse con Florencio Randazzo y enfrentar juntos a Cristina si se presenta;
- que el Movimiento Evita no quiere que ella sea candidata ahora y está jugando no en contra de CFK sino para que no pierda y así cuidarla para 2019;
- que Alberto Fernández no da puntada sin hilo y así hay que leer su flamante distanciamiento del massismo para quizás aliarse con Felipe y Florencio;
- que Scioli está demasiado cerca del PJ de Gioja y Pichetto y eso es un problema porque a pesar de su deslucida gestión él tiene votos propios;
- que los mejores cuadros políticos de la CGT no son los que hoy la conducen y la falta de una “pata sindical” siempre se siente;
- que estas elecciones son la gran oportunidad para renovar por completo los elencos de candidatos, que es el gran deseo popular;
- que si lo que real e íntimamente deseara CFK fuese llegar al Congreso, podría intentarlo con menos riesgo candidateándose en Santa Cruz;
- que el kirchnerismo in totum sigue ciego respecto del radicalismo disgustado con la claudicación, lo que demuestra que la vocación y capacidad K de buscar aliados extrapartidarios son exiguas o nulas;
- que el deseo profundo de Cristina sería que en las elecciones de octubre el candidato de apellido Kirchner sea su hijo Máximo y no ella, y así siguiendo.
Lo cierto es que las matemáticas electorales están al rojo vivo: todas las encuestas coinciden en que, como candidata a senadora por la PBA, la expresidenta tendría asegurado algo más del 30% de los votos. Pero casi todas sugieren también la dificultad de que ese piso pueda tener un techo alto como haría falta para garantizar el triunfo. Y en esas dudas se basan casi todas las especulaciones que circulan en los mentideros bonaerenses.
Claro que lo que nadie, pero nadie, sabe es si todas esas especulaciones -tan sabrosas como imaginativas- responderán al verdadero y profundo interés del electorado. Que todas las noches mira la tele, donde los grandes temas de interés son un estúpido concurso de bailes erotizados o el griterío en un programa supuestamente político. Y los fines de semana asiste pasivamente a los banquetes que sirve una señora frente a 14 millones de pobres e indigentes, comilonas que los grandes diarios del poder concentrado comentan después en sus primeras planas como si fueran importantes.
Muchas de esas personas, de esas familias, han sido convertidos en telecautivos antes que ciudadanos, especie de esclavos comunicacionales –creyentes, no pensantes– de los grandes sistemas multimediáticos.
Quizás los dichos del abogado Dalbón hayan querido ser entonces una señal. Que por supuesto, y como siempre sucede en política, es y será leída a conveniencia de cada ojo.
Pero, como sea, mientras todo el territorio nacional padece aguas feroces y el país político se sumerge en ardores y calenturas, es difícil no pensar con triste ironía que acaso el Sr. Durán Barba y su ejército de estupidizadores, junto con el elenco comunicacional del Presidente y la gobernadora dizque angelical, siguen cerrando filas para profundizar la maldita grieta y así lograr que en octubre los comicios se reduzcan a una disputa entre Macri y CFK que están seguros de ganar.
Ya se sabe que este gobierno, su poder judicial adicto y la jauría mediática son capaces de cualquier cosa. El riesgo es que si las definiciones no se toman con la mirada puesta en intereses más generosos que los personales o los de pequeños colectivos, sigan siéndolo.