La vida pasa junto a los muros de la cárcel que cada uno se ha fabricado. Son muros de interior donde las inclemencias del prójimo habitan como espectros que parecen hologramas. Demonios sin domesticar, donde la crecida de la barbarie edifica infiernos íntimos, de sangre seca. A Diego Latorre el infierno se le presentó como un crujido seco, indómito, cercano. Le zarandeó los tuétanos en una realidad fáustica, desfigurada, y en medio de la desolación, como Alicia al otro lado del espejo, se quedó cautivo para siempre en el poema de la razón: el lugar más hermoso para refugiarse. Pidió perdón, lloró en silencio, decidió perder el mundo de vista, y como un ser indiferenciado esperando a Godot, con el tiempo por delante fue en busca de una sola emoción: leerse a sí mismo.
-Se puede habitar en el desasosiego, y quedarse a vivir en él, pero vos saliste a buscar una respuesta. ¿La encontraste?
-No, no. Siempre hay una respuesta nueva por perseguir.
-Hace unos años declaraste que se estaba buscando, ¿la búsqueda continúa?
-Sí, continúa. Uno no acaba nunca de encontrarse, siempre estás detrás de algo. Hay cantidad de interrogantes, de preguntas, de espacios huecos en la vida por rellenar.
-¿Cómo cuales?
-Huecos íntimos, metafísicos, filosóficos. Preguntas sobre la realidad de hoy, sobre el nihilismo de esta sociedad, de la existencia o no de Dios. Soy católico, pero tengo grandes contradicciones, dudas.
-Aristóteles decía que no hay nada en la mente que no haya estado antes en los sentidos...
-Tal vez tenga razón. De eso se trata, las dudas son muchas. A veces nos preocupamos más por la otra vida y esta la desatendemos.
-¿Vos la desatendiste?
-No, no. Todos cometemos errores.
-Sos un comentarista de prestigio, analítico, alejado del fanatismo. Se te percibe incómodo en programas donde impera el ruido, el chisme, el chiste fácil, el grito, el ácido disolvente, la sosa cáustica; cómo si no pertenecieras a ese espectáculo de irritación programada. ¿Te ves así?
-Sí, me veo así. Hay muchas cosas que no comparto de la televisión. Entiendo que la confrontación de ideas, la reflexión serena, afinar el oído, escuchar, no forma parte de la esencia de la televisión de hoy. El medio exige otras coordenadas.
-¿Es una crítica velada a tu programa?
-No, no tiene por qué. El espacio está definido. Acepto cierto papel para estar ahí. La televisión es entretenimiento y diversión, y entiendo el espíritu de espectáculo que exige. Esto no quiere decir que deba renunciar a mis convicciones. Al revés, los principios de cada uno se reafirman en el propio espacio. Tal vez algún día alguien decida que ya no soy apto para el medio, entonces tendré que reinventarme.
-El país está de luto, se nos fue Maradona...
-Se fue el más grande, sin lugar a dudas. Estos días están siendo de una tristeza enorme, horrible. Jugué con él, y alguna vez tiramos una pared, o varias. Es un tesoro que me llevo para toda la vida.
-¿El fútbol argentino agoniza?
-Sí, sin duda. Literalmente. Es un problema de nivel de dirigencia. El mayor valor del fútbol de un país es su competición, su liga, y la nuestra está devaluada, desprestigiada. Eso es culpa de los dirigentes. Es necesario llegar a un gran acuerdo, y afrontar un camino nuevo, renovador.
-¿Quién se debe enviar un burofax a sí mismo en el fútbol argentino?
-Varios, no doy nombres. Pero que se los autoenvíen hoy mismo. A veces a uno le entran ganas de golpear la puerta y pedir explicaciones de porqué pasa todo esto.
-El Pato Donald leyendo The Sun: la inocencia difamada. ¿Te quitó el sueño la compra de Disney a la Fox?
-Al principio la incertidumbre estuvo rondando. Este tipo de compras a uno se le escapa. Ahora la incertidumbre ha desaparecido, estoy muy cómodo.
-La AFA se tomó muy mal la adquisición, rescindió el contrato.
-En realidad no sé por qué. No creo que haya sido para mejorar el fútbol argentino. Soy partidario de que lo firmado se respete.
-¿Pañuelo verde o celeste?
-Verde, con plazos, con ley.
-“Para quien no fue mujer, ni trabajador, todo tiempo pasado fue mejor”, decía María Elena Walsh...
-He defendido siempre ambas causas. El patriarcado no ha desaparecido, y la negación de derechos a los trabajadores tampoco. Fue el fútbol amateur el que me abrió los ojos a realidades desconocidas.
-¿A qué te referís, específicamente?
-Fui un pibe de country, muchos aspectos de la vida se me escaparon. En inferiores me encuentro con la verdadera realidad social de mis compañeros. Ya no era el noticiero, era la vida misma: la pobreza, la marginación, las carencias, la vulnerabilidad. Era el mundo real. Ahí aprendí que el Estado debe estar presente.
-¿Sin un Estado fuerte se vive peor?
-Sin dudas. Es necesaria una educación y una sanidad pública, y el apoyo constante de un Estado comprometido con los sectores más necesitados.
-¿La eutanasia debe ser un derecho de ley?
-Sí, totalmente. Y más en los casos de enfermedades terminales. Se debe de tener el derecho a morir con dignidad.
-¿La tiranía del mérito sufre de soberbia?
-Desde luego. La meritocracia debe ser acompañada por una función pública que ofrezca igualdad de oportunidades.
-¿Qué opinión te merece la quema de barbijos?
-Ese tipo de comportamientos no los comparto. Es hacer oposición con el dolor.
-¿Y el aporte solidario a las grandes fortunas?
-Lo comparto, pero con un pero. Necesito creer y ver que esa partida va para los sectores más necesitados que están padeciendo la pandemia.
-¿Macri o Fernández?
-El voto es secreto, como algunos sueños.
-¿Sueños de derecha o de izquierda?
-De izquierda, con matices socialdemócratas.
La memoria es el único paraíso del que no podemos ser expulsados. Somos lo que hemos elegido recordar, y no se recuerdan los días, se recuerdan los momentos. Diego Latorre le dio la vuelta a su ser, sintió correr el odio por sus huesos, y dejó de cocerse por dentro a fuego lento. Hoy en su vida quiere arte y quiere belleza, y quiere deseos sencillos, cercanos; una idea donde descansar, y un jardín podado de espanto, desbrozado de malos recuerdos, para que lo acunen para siempre en un cuenco cálido de brazos de azaleas.
*Ex jugador de Vélez y campeón Mundial Tokio 1979.