El gobierno de Etiopía anunció a última hora del sábado que sus fuerzas tomaron Mekele, la capital de la provincia rebelde de Tigray. El anuncio lo hizo el primer ministro Abiy Ahmed en persona, por medio de un twit en el que dijo con un optimismo que levantó dudas que "completamos y terminamos las operaciones militares en la región". El jefe rebelde Debretsion Gebremichael juró en un mensaje de texto que la resistencia va a continuar, que el gobierno "no va a poder arrestar" a los dirigentes y que "van a entender que vamos a seguir mientras estén en nuestra tierra".
El conflicto entre el gobierno central de Etiopía y la región norteña comenzó hace menos de un mes, el 4 de noviembre, cuando el premier acusó a las milicias tigriña de atacar un cuartel del ejército nacional en la región. Esto era la culminación de un cambio político que le había sacado poder al histórico Frente de Liberación del Pueblo de Tigray, la principal organización en la guerra civil que depuso en 1991 al terrible dictador Mengistu Haile Mariam. Los "combatientes descalzos" del Frente fueron el símbolo del alzamiento popular contra el régimen militar y un tigriña, Meles Zenawi, gobernó el país hasta su muerte en 2012.
El Frente era el árbitro de la política nacional, algo que Abiy cambió abruptamente luego de llegar al poder en 2018. El flamante y joven premier hizo la paz con la vecina Eritrea, un tabu para el Frente, ganó el Nobel de la Paz y finalmente armó una nueva coalición de gobierno sin los tigriña, a los que desplazó de puestos clave. Perdiendo poder, los del norte empezaron con gestos de desafío como llamar a las elecciones locales de septiembre, suspendidas en todo el país por la pandemia. El gobierno nacional no sólo desconoció el resultado sino que logró que la Asamblea Nacional, el poder legislativo, suspendiera en octubre todo giro de fondos federales a la provincia.
Con la rebelión en marcha, el gobierno aisló la provincia y cortó toda comunicación al exterior. El avance militar fue rápido, causó un número todavía desconocido de víctimas e hizo huir al vecino Sudán a al menos 40.000 refugiados. Tras uno de los combates, milicianos tigriñas masacraton a cientos de campesinos en un pueblo de la región, según Amnistía Internacional después de identificarlos como no oriundos de Tigray.
Este sábado, terminado el ultimátum de 48 horas para que los rebeldes se rindieran, el ejército abrió fuego con artillería contra Mekele. Al anochecer, el canal oficial anunció que la ciudad estaba "controlada" por las fuerzas federales y "se están allanando los lugares donde puede esconderse la junta", en referencia a la directiva del Frente. El primer ministro confirmó que "la policía federal" busca "arrestar a los directivos del Frente" pero que su prioridad es llevar ayuda humanitaria a los civiles.
Pero Gebremichael, líder máximo del Frente, desafió al gobierno al asegurar que "Abiy no va a poder arrestar a los militantes. Ellos van a morir por sus ideales. ¿Rendirnos? Vamos a seguir luchando mientras estén en nuestra tierra". Gebremichael agregó que se pelea por "nuestro derecho a la autodeterminación y autogobierno", una idea que de ninguna manera es histórica en el repertorio del Frente.
La postura del Frente hace muy dudoso que las acciones militares terminen con la caída de la capital provincial. Nacido como un movimiento guerrillero en la más profunda clandestinidad, el Frente tiene más que suficientes armas y organización de base para llevar el combate al campo. La milicia nacida de la guerra contra Mengistu nunca fue disuelta y sigue funcionando como una suerte de ejército propio de decenas de miles de hombres. Y el territorio tigriña, tan montañoso como el resto del macizo central etíope, es perfecto para una resistencia irregular. Para complicar más las cosas, Tigray tiene una larga frontera con Eritrea, el vecino que discretamente apoyó a Abiy en el conflicto y recibió ataques con cohetes del Frente.
De hecho, el mismo sábado a la noche hubo seis explosiones en Asmara, la capital eritrea.