A los catorce años, no bien ingresó al proyecto de arte comunitario Circuito Cultural Barracas, a Bárbara Aguirre se le manifestó el futuro. Hoy tiene treinta y nueve, y no paró. Canta muy bien, pero no solo. También actúa, baila, escribe poesías, produce discos, es DJ, da reiki, es docente, psicoanaliza, milita en el colectivo Tango Hembra, compone músicas desde un bombo con platillo y –claro-- la murguea a morir. “Sí… parto de la murga y después viene todo… el Río de la plata y el arrabal son los paisajes que me gusta cantar”, resume ella ante PáginaI12. Ese todo sigue incluyendo actividades: de ser la pata femenina de un formidable dúo junto a Juan Lorenzo, hasta colocar su voz al servicio del cuarteto Las Orillas, pasando por El Gran Capitán Afrobeat, su grupo solista La Soñadora, Gualicho Turbio, Manchesta, In Fusión, Barbie & White, y Candombea, flamante banda de música rioplatense que acaba de armar junto a la guitarrista Lina Agrima y las tamborileras Natalia Alfi, Johanna Garín y Patricia Muñoz. De ellas se trata lo inmediato, porque se las podrá ver en acción este lunes a las 21 en el facebook de Container Cultural MRP.
“Otra bisagra importante para mí fue el taller de canto intensivo con Susana Rinaldi. Ella fue quien me dijo ´consígase un boliche, vaya y cante tango. Diga que tiene un trío de guitarras, y después lo consigue´”, se ríe Aguirre que, por supuesto, le hizo a la Tana. Recaló en Los Laureles –uno de los bares notables de CABA-- y ahí nomás formó el cuarteto de guitarra Las Orillas, que permanece hasta hoy, y con el que grabó el disco Tango, murga, milonga y candombe. “Ese trabajo también es clave, porque está poblado de tangos, murga porteña, milongas negras de la época de Rosas y candombes. Es como un inventario, un recorrido por esos géneros desde el siglo pasado hasta la actualidad. Un salpicón de temas que hablan de la cultura popular”.
--El dúo con Juan Lorenzo, con quien grabaste El buen mal –disco nominado al Gardel 2020 en el rubro folklore alternativo-- comparte algunas miradas con Las Orillas, y otras no. Entre estas, un cierto tono oscuro. ¿Coincidís?
--Sí, pero teniendo en cuenta que el humor me cautiva muchísimo a la hora de hacer música, por más que tenga ese halo dark. Con Juan, por ejemplo, tenemos un tema que se llama “Gurisito navegador”, y habla de un niño que trabaja de cartonero pero imagina que está en un barquito de su tierra natal. Digo, siempre hay una posibilidad de imaginación en las personas que, junto a las luchas populares, salva. Por lo demás, Las Orillas y el dúo con Juan coinciden en que nacieron en el bar Los Laureles y en que, pese al eclecticismo del dúo, ambos abordan candombe, murga y tango. La idea es no quedarnos en un lugar asegurado, tener una mirada contemporánea y desde el Riachuelo, desde el cono sur de la ciudad, porque de aquí somos ambos.
--¿Con la "uruguayidad" musical cómo te llevás?... Deviene de tus composiciones que estás en el límite, como parada en el medio del río.
--(risas) Me encantan Mariana Ingold, Rubén Rada, Eduardo Mateo, y todas esas voces del Uruguay que no se fijan a una pose. Que son bastante sinceras con lo que quieren decir. Estas referencias forman parte del licuado que hago junto a los géneros que nombré antes, y siempre atravesada también por el rock… Chuck Berry, Prince, Siouxsie and The Banshees, Sly & The Family Stone, en fin.
--Vos componés. Incluso dos de tus temas (“Vientos de Carnaval” y “Río) forman parte de “Mirada de Mujer: las letristas del Siglo XXI”, libro compilado por Vanina Steiner que reúne el trabajo de 36 letristas contemporáneas. ¿Cuáles son los disparadores que te inyectan la energía creativa?
--La relación del ser humano con el medio que lo rodea, a través de la metáfora. Ser mujer y porteña creo que me ayuda mucho a generar imágenes a la hora de componer. Escribo sobre los encuentros, las alegrías que vuelven, todas cosas que tienen que ver con lo humano en un espacio x. Todo lo relacionado con lo existencial. Las canciones de mi set solista hablan mucho de la poesía puesta en función de la vida cotidiana. No en el sentido de "me levanté, me hice un mate y miré por la ventana", sino en el de ese trip que, como dice el Pepe Mujica, si no tenés una vida atravesada por la poesía, todo se pone difícil. No sé, el malvón, el adiós, la luna o el reverdecer después de la lluvia tiene que estar cargado de una poesía que te eleve como persona, que no te conecte con lo cotidiano desde el llano. Lo existencia atravesado lógicamente por la política me interesa mucho. Y la alegría popular también ¿por qué no podemos tener los pobres derecho al goce? No sé… está todo mal, pero nos juntamos en la esquina y tocamos, compartimos, celebramos. En todos los proyectos que encaro trato de que la alegría y el humor sean bandera.
--Ese elemento histriónico, de goce popular, se veía también en Gualicho Turbio, otro de los grupos de los que fuiste parte.
--En todos los proyectos que integro trato de conectar con esa arista. Con Las Orillas, por ejemplo, empezamos cantando valses a capela con el acordeonista, y cuando estoy sola con el bombo también llevo una valija de instrumentos no convencionales como juguetes u objetos sonoros. Con Juan, otro caso, nunca nos ubicamos en el escenario de manera convencional. Me interesa apuntar a los lúdico, y a lo performático. Digamos que nunca me quedo quieta… el escenario, pese a que me da mucho cagazo, en un espacio de juego para mí, un sitio desde el que se puede revolucionar.
--¿Cuánto te ayuda en este sentido el hecho de ser psicoanalista y reikista?
--Como decía Foucault, todo está dentro de la caja de herramientas. Entré a la carrera para ver la relación entre el arte y la psicología, y el mundo de las palabras y los significantes me ayudó mucho a componer. En el caso del reiki, el tema pasa por lo energético, por poder procesar y saber que no tenemos todo controlado.