- Buenas, disculpe, Don…
- Pedro
- Don Pedro…
- No, ése es el postre. Yo soy San Pedro.
- Encantado. Estoy buscando a Diego Maradona
- Ah, sí, Pelusa, ahora salió, pero déjeme la pizza, yo se la entrego.
- ¿La pizza?
- Uy, perdón, lo confundí con el muchacho del delivery. ¿Tampoco es el de Mercado libre, no? Cuando compré la Limpia aureola mágica con una mopa de regalo debí sospechar que me estaban engañando con la entrega a domicilio.
- Vea, San Pedro. Soy periodista deportivo argentino, quería hacerle un reportaje a Diego…
- ¿Periodista deportivo argentino? Ya sé… ¿Usted es el que la tiene adentro?
- No, le juro que no. Quería saber cómo fue el encuentro con Dios.
- Y… fue difícil. Al principio no lo quería recibir, ya sabe usted cómo son los Seres Supremos, los Todopoderosos… al final, lo convencimos.
- ¿A Dios?
- No, a Maradona. Era Diego el que no quería recibir al Barba…
- Claro, no quería devolverle la famosa mano…
- Vaya uno a saber… lo quería fastidiar un poquito, tenían mucho que hablar y terminaron abrazados. Acá no hay un Segurola y Habana, como para reencontrarse cara a cara…
- ¿No me diga que en el Cielo saben qué es la esquina Segurola y Habana?
- Sí, claro.
- Le pedí que no me lo dijera.
- La anécdota me la contó Jorge…
- ¿San Jorge?
- No, Jorge Cyterszpiler, es el que le lleva la agenda, que por cierto me parece que está sobrecargada. Si el Pelusa no está en el Café de los Angelitos charlando con Fidel, Chávez y el Che, está jugando un picadito con el Tata Brown, el Potro Rodrigo y Pablo…
- ¿San Pablo?
- No, si va a ser Sampaoli.
- ...
- ¡Maestro! Dejalo pasar al pibe…
- ¡Ahí está Diego, qué suerte, gracias Pedro! Diego, vine para contarte que allá abajo el mundo está de luto por vos, un millón de argentinos te despidieron en la Casa Rosada, en todas las canchas te homenajearon, el Nápoli salió con la camiseta argentina, Messi hizo un gol con la tuya de Newells, la Copa de la Liga tiene tu nombre, Charly García te escribió una carta…
- Después me contás, ahora tenemos un desafío contra unos ingleses, nos falta uno y no pienso convocar a Grondona ¿te prendés?
- De una, pero los que nos acostumbramos a tus gambetas, a tus frases, a tu magia, ¿cómo haremos para vivir sin vos?
- Maestro. Olvídate. Desde el miércoles pasado, yo vivo en el Pueblo. ¿Jugamos?