Desde Barcelona
UNO Cada vez que Rodríguez --quien siempre pensó que un emoji es un pequeño paso para un dedo y un gran salto al vacío para la humanidad-- escucha eso de "Una imagen dice más que mil palabras", contraataca con "Entonces muéstrame una imagen que diga que una imagen dice más que mil palabras". Y propone test sencillo: poner escuálida fotografía de taza de té y magdalena junto a nutritiva parrafada arrancando con "Y enseguida, mecánicamente, agobiado por la insulsa jornada y ante la perspectiva de un triste día por venir, llevé hasta mis labios una cucharada de té en la que había dejado ablandar un pedacito de magdalena. Pero en el instante mismo en que el sorbo mezclado con las migas de la torta tocó mi paladar, me estremecí, atento a lo que pasaba de extraordinario en mí"; y --poco más de mil palabras después-- concluyendo que "Y todo lo que toma forma y solidez, salió, ciudad y jardines, de mi taza de té." Y nada más --pero tanto, miles de páginas-- que añadir.
DOS Aunque, en ocasiones, mal que le pese a Rodríguez, una imagen sí dice más que mil palabras. Como evidencia, la de la portada del pasado mayo del semanario holandés Elsevier Weekblad. Allí --primera ola de Covid-19 y mientras se negociaban ayudas económicas que, medio año después, complican su reparto por burocracia continental e indigestas guerritas intestinas entre desmembrados miembros de la Desunión Europea-- se titulaba: "¡Ni un céntimo más para el sur de Europa!". Ancestral pero siempre flamante cuestión. Y dibujo dividiendo al cada vez más Viejo Mundo entre trabajadores disciplinados y cultores de la siestera dolce vita. Por un lado, nórdicos y ya desde el medioevo con eso de la Liga Hanséatica y ahora denominados "frugales" (Países Bajos como ese vecino de la planta baja que no quiere pagar extras para que pongan ascensor en el edificio, Austria, Suecia, Finlandia y Dinamarca como contrapeso al todopoderoso eje París-Berlín). Y por el otro los... ¿tragones? PIGS, les dicen y maldicen --pegando iniciales-- a Portugal, Italia, Grecia y Spain. Los derrochadores parientes que malgastan fondos comunitarios y sólo son buenos para los frugales a la hora del servicio servil: durante vacaciones al sol en las que olvidar las cada vez más frecuentes erupciones de populismo xenofóbico en sus tierras de origen y permitirse todo el desenfreno desoxidante que se reprime a lo largo del año y en entorno de utopía más o menos realizada cortesía de férrea y religiosa disciplina.
Y, sí, el virus no hizo más que hacer más virulento ese juego de opuestos complementarios. Y la cosa está peor que nunca en una España con peores previsiones económicas entre los países desarrollados. "Estado fallido" y "el peor de la clase" y "tripulación política capaz de hundir al más sólido de barco", reportaron corresponsales de Frankfurter Allgemeine Zeitung, The Economist, Neue Zürcher Zeitung, Financial Times, La Stampa, Deutschlandfunk, Le Monde y The New York Times.
Y Pedro Sánchez (quien, seguro, sería magnífico jefe de gobierno de un país en el que todo funcionase a la perfección) no deja de crear "comités de expertos" para "intentar convertir nuestra diversidad lingüística, gastronómica y cultural en un activo internacional y reflexionar sobre la pluralidad que caracteriza al país y encauzarla hacia la mejora de la reputación española ahora lastrada por la gestión del coronavirus y analizar la esencia y las fortalezas que puedan ser explicadas en el exterior". El tipo de cosa que --supone Rodríguez-- pone muy nerviosos a los holandeses a la hora de pensar en con qué/quién paga estas fiestitas mientras hacen cálculos comparativos. A contar: el gobierno neerlandés y su seudo-paradisíaca dumping-fiscalidad cuenta con 8 ministerios y 13 asesores; el español con 23 ministerios y 700 asesores y sumando.
Y Sánchez lanzó su Spain for Sure a comienzos de las pasadas vacaciones. Entonces --Salimos más fuertes-- aseguró que la "maldita pandemia" había sido doblegada y que tocaba salir a las calles a gastar lo ahorrado durante el confinamiento y "disfrutar las maravillas de nuestra oferta nacional". Ahora --sin que aún se sepa cifra exacta de muertes virales y bajo el un tanto ambiguo slogan de La España que nos merecemos-- toca vender bondades del "Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia de la Economía Española". A Rodríguez el tan de moda y terminal término resiliencia --eufemismo elegante acuñado por algún spin doctor del PSOE de "aguantar como se pueda todo lo que se pueda"-- lo irrita mucho. Así, el site satírico El Mundo Today rió un "El 97% de los españoles intentarían ser resilientes si supieran lo que significa esa palabra" y un "El plan de recuperación de Sánchez consiste en soñar siempre, creer en uno mismo y no permitir que nadie te diga lo que puedes o no puedes hacer. 'Si nos ponemos en el marco mental del éxito, es que ya somos exitosos', ha dicho Sánchez para concluir cantando 'Imagine' de John Lennon".
Más allá de maniobra para distraer y más aquí de toda pesada broma finita, la des/gracia depende pura y total y exclusivamente de que --por favor, de rodillas-- llegue pronto todo ese dinero a cuya entrega cada vez se le anteponen más pruebas y exámenes y "condicionalidad nueva" digna de Gran Hermano. Y mientras cierran hoteles y bares y restaurantes y chiringuitos y se le da caña a todo lo que hasta hace poco daba cañas, rogar por pronta vacuna efectiva que permita a los frugales volver por aquí a deglutir paella y beber toneles de sangría y creerse que bailan flamenco mientras vomitan en el Mediterráneo. Mientras tanto y hasta entonces, Rodríguez delira que tal vez la cura milagrosa pase por inyectarse sangre del ejemplar pero excepcional e inmerecido Rafa Nadal: lo único de verdad For Sure en Spain.
TRES ¿Y qué piensan los inseguros y siempre a punto del break point en contra españoles de a pie y cada vez más arrastrados? Una encuesta afirma que el 86% se ha sentido abandonado por sus "hermanos europeos" y otra que, por primera vez en una década, los locales tienen una percepción de su país levemente superior a la de los visitantes. Tal vez, piensa Rodríguez, es que la percepción de los visitantes ha bajado mucho.
Rodríguez, por su parte, no sabe cómo definirse. Y se acuerda de lo que leyó en una entrevista al argentino sin fronteras Borges donde se refería a esa "nostalgia de Europa que un europeo no puede sentir; porque un europeo no se siente europeo sino, digamos, inglés, francés, alemán, español, italiano, ruso...". Y de que en otro reportaje, cuando a Nabokov le preguntaron qué pensaba de la "mentalidad europea", el ruso interplanetario respondió: "¿Qué es europeo?". Tal vez, piensa Rodríguez, los europeos sean compatriotas sólo en la República Independiente de Ikea. Rodríguez, por su parte, se sospecha frugal de la peor manera posible: no gasta dinero no porque lo ahorre sino porque no lo tiene. Y se pregunta si ser español es y será ir ya no cantando "Resistiré" sino "Resilienciaré": una palabra que dice apenas lo que una palabra, que difícilmente recobre tanto tiempo perdido, y que --como tanto emoji tonto-- tiene muy mala imagen.