Las personas que tienen adicciones suelen generar patrones de conducta nocivos para su salud. Personas adictas al trabajo descuidan la relación con su familia o adictos al alcohol u otra sustancia ven deteriorarse no sólo sus relaciones sociales cercanas, sino también su salud física y mental. 

De manera análoga, la humanidad fanatizada por el desarrollo de las fuerzas productivas bajo la adicción individual de hacer dinero, deteriora tanto las relaciones humanas en sí (desigualdad, explotación) como la del planeta sin el cuál no puede existir. 

Pero así como aquel que toca fondo en una adicción e intenta rescatarse, la humanidad en tanto conciencia viva de la naturaleza empieza a dimensionar la problemática ambiental a fuerza de catástrofes

Ciudades con smog donde es imposible respirar, napas contaminadas que difunden enfermedades, basurales a cielo abierto que forman el hábitat de los excluidos de las ciudades, rayos ultravioleta que atraviesan la atmósfera por el agujero de la capa de ozono, inundaciones generadas por la destrucción de selvas y montes o el indicamiento de humedales, son algunos ejemplos que empiezan a permear la conciencia, primero de los afectados directos y lentamente de diversos sectores de la sociedad.

Esa conciencia ambiental debe expandirse al ámbito de economía donde las ecuaciones que miden la rentabilidad de diversas opciones a la hora de hacer un negocio tienen que incorporar el costo ambiental que generan. 

A modo de ejemplo, a la hora de decidir el material de embalaje de un producto se escoge el menos costoso donde el plástico suele triunfar sobre otras alternativas más fácilmente degradables. Sin embargo, la recolección del plástico y su acumulación en basurales genera una serie de costos económicos al Estado (que financian su recolección y tratamiento) y a quienes conviven cerca de dichos basurales. 

Si el costo económico de esas externalidades negativas generadas al Estado y a la comunidad cercana a los basurales fuera incorporado por el empresario a la hora de elegir el material de embalaje de sus productos, seguramente sería más propenso a elegir otros materiales más amigables con el planeta.

Distintas normativas buscan regular las actividades contaminantes y fomentar prácticas que reduzcan su impacto ambiental. Una de ellas, de escaso desarrollo en la legislación del país, son los impuestos verdes que buscan incorporar el costo ambiental que genera una producción en el momento de la toma de decisiones del empresario y, además, que el Estado tenga recursos para tratar la problemática si se mantienen los esquemas productivos contaminantes. Por caso, un impuesto a los plásticos encarecería su uso fomentando su reemplazo por otros materiales

Mientras permitiría generar un fondo con el que financiar la política de residuos del Estado y mejorar las condiciones de trabajo de los recicladores. A la hora de pensar una reforma que actualice el sistema tributario los impuestos verdes no deberían quedar afuera.

@AndresAsiain