Desde el comienzo de la pandemia, dos encuadres disputaron la agenda de manera sostenida: un enfoque sanitario de cuidado colectivo y presencia estatal y un encuadre económico que priorizaba las libertades individuales. En esa puja, los medios jugaron un rol central, en la medida en que participaron de la co-construcción discursiva con otros actores, observa la investigadora del Conicet, Nadia Koziner, y co-directora del Observatorio de Medios de la UNQ.
Al mismo tiempo, el tratamiento mediático de la covid-19 mostró oscilaciones, advierte Esteban Zunino, quien registró día a día la cobertura de la pandemia desde el Observatorio de Medios UNCuyo. A lo largo de diferentes etapas —una inicial de consenso y adhesión a la perspectiva oficial, solapada por otra de creciente polarización fuertemente promovida por la oposición política—constataron la falta de correlato entre la evolución de los contagios y la relevancia informativa: el pico sanitario coincide con una agenda mediática pospandémica.
--¿Qué relación encuentran entre el número de contagios y su cobertura noticiosa?
Esteban Zunino: -- Desde el inicio del aislamiento, el 20 de marzo, observamos una primera etapa de sobreinformación donde, producto de la novedad de la situación y la centralidad que adquirió en los medios, nueve de cada diez noticias publicadas en los principales portales son sobre covid y desplazan absolutamente al resto de los temas habituales de las agendas. A fines de abril se inicia una segunda etapa de polarización. En ese lapso, las elites políticas logran instalar temas en la agenda que exceden la pandemia.
--¿Cómo cuáles?
E.Z.: --El primer gran tema es “Vicentín”. A partir de allí, la relevancia de la covid en las agendas mediáticas empieza a caer sostenidamente, la curva desde marzo hasta acá es descendente. En esa etapa de “polarización política”, donde se polemiza alrededor de asuntos que exceden la pandemia, aumenta el nivel de beligerancia política. La última etapa es muy interesante. Justo cuando se da el pico sanitario, en septiembre y octubre, surge una agenda mediática pospandémica. Se trata de una agenda mediática que incorpora la pandemia como “normal” y, al mismo tiempo, recupera los temas que son habituales. Lo que llama la atención en esta última etapa, que caracterizamos como de “desinformación”, es que mientras se llega al pico de 18.000 casos diarios se invisibiliza la pandemia como problema público.
--¿Por qué creen que se da esta relación inversa entre cobertura y contagios?
--E.Z.: Claramente, la evolución de su relevancia en los medios no está atada a la evolución de los casos. La cobertura de la pandemia se explica por la irrupción de eventos clave y disruptivos. Lamentablemente, la información sobre muertos y contagiados deja de ser un elemento novedoso y se convierte en rutinario. En las últimas semanas, la pandemia retoma niveles de atención significativos producto del anuncio de las compras de vacunas o su efectividad, pero no está asociada a la evolución de la enfermedad.
--¿Cómo observan la puja entre el enfoque sanitario y el económico desde el comienzo del ASPO?
Nadia Koziner: --Atravesó distintas etapas. La temprana caracterización que el Gobierno hizo de la pandemia como un evento crítico para la Argentina lo habilitó a actuar rápidamente y dictar el ASPO. Eso permitió ralentizar el ritmo de avance de la enfermedad, al tiempo que se procuraba acondicionar al sistema sanitario nacional. Buena parte de los medios mostró una cobertura coherente con ese encuadre, sobre todo, respecto de las prescripciones morales para hacer frente al avance del virus: “quedate en casa” se repitió como mantra en cada programa de televisión. Esa recomendación, sin embargo, no siempre estuvo acompañada por un tratamiento responsable del asunto. El impacto económico de la pandemia fue un tópico relevante desde los inicios, como lo señaló el Observatorio de Medios de la Universidad de Cuyo. En parte porque el foco en las consecuencias económicas es un patrón recurrente en las noticias. Pero lo novedoso aquí es que el enfoque económico se ubicó como el signo que disputó la definición de la pandemia propuesta por el gobierno y coincidió, además, con la fractura que comenzó a vislumbrarse en el seno de la dirigencia política, en particular entre el oficialismo nacional y la oposición.
--¿Cuáles son las consecuencias discursivas de ello?
N.K.: --La percepción sobre la causa de los problemas económicos quedó asociada al ASPO y no la pandemia. La falsa dicotomía entre salud y economía, el respaldo o impugnación de la continuidad de la cuarentena, extremaron las posturas al punto de ocultar que la crisis de la actividad económica no se solucionaría mientras el virus se siguiera expandiendo. En el éxito inicial del ASPO estaba el germen de su disolución. Con la formalización del DISPO en el AMBA y la pérdida de relevancia del encuadre sanitario, ganaron espacio los asuntos económicos. Y por ende, el componente controversial en relación con la covid se desplazó hacia las vacunas.
--Hubo perspectivas confrontadas desde que comenzó la pandemia. ¿Creen que los encuadres en pugna se mantuvieron o advierten algún cambio?
E.Z.: --En las dos primeras etapas, la disputa era entre un enfoque sanitario de cuidado colectivo y presencia estatal, promovido por el gobierno, y un enfoque económico, impulsado fuertemente por ciertas usinas de pensamiento y por los propios medios de comunicación. En la última etapa —el período que denominamos de desinformación—, la política recupera protagonismo y, en paralelo, la discusión económica ya no pasa por la pandemia: si el dólar aumenta o no, si se controla la corrida bancaria, si la negociación con el FMI implica ajuste o no… ninguna de esas variables está relacionada con el tema pandémico. La pandemia como tema desaparece de las agendas mediáticas y se retoma una discusión muy polarizada sobre los problemas macro que deja la pospandemia. Lo interesante aquí, insisto, es que la pandemia no terminó.
--¿Qué tratamiento dieron los medios a la idea de riesgo en este contexto?
E.Z.: --El riesgo se compone de dos dimensiones. Una objetiva, la posibilidad concreta de enfermarse, y una dimensión subjetiva, asociada a la percepción individual: allí las representaciones mediáticas juegan un papel central. Estas dos dimensiones no tienen por qué estar relacionadas. El riesgo es un componente de la construcción de la noticia; eso tiene que ver con las rutinas periodísticas y con la dramatización y espectacularización constitutivas de las noticias. Mientras que el 80% de las noticias se inscriben en un escenario de riesgo, solo cuatro de diez aportan alguna salida o solución en términos de prevención de la enfermedad o de manejo de la vida en el espacio público del confinamiento. Es decir, la construcción de la amenaza, es una amenaza natural.
--¿Por qué lo define como “natural”?
E.Z.: --Hay un virus que nos amenaza, pero al mismo tiempo se construye a ciertos actores políticos como dinamizadores de esos estados de riesgo: el gobierno porque actúa tarde, algunos referentes a los que se responsabiliza por empeorar la situación, cualquier aparición de la expresidenta Cristina Fernández representada como un elemento desestabilizador, tanto cuando habla como cuando no habla. No hay un correlato con la función social que se espera cumplan los medios de comunicación.
N.K.: --Creo que la construcción de las víctimas de la pandemia también puede pensarse en la línea que Esteban presenta sobre la cobertura del riesgo. En paralelo a identificar a sectores medios acomodados y altos como víctimas directas e indirectas, las cámaras televisivas se instalaron en las villas y barrios vulnerables, donde la propagación del virus avanzó con mayor crudeza. Poco después del fallecimiento de Ramona Medina, la referenta de La Poderosa en la Villa 31, se dispuso una cuarentena comunitaria en Villa Azul. Entonces algunos editorialistas se escandalizaron por "el avance sobre las libertades individuales", porque se condenaba a la gente a vivir aislados. Resulta llamativo que el foco se pusiera en el aislamiento y no en la expansión del virus en una población vulnerable y vulnerada, que debería ser el problema a atender.
--¿Cómo ha sido la cobertura mediática de la pandemia en términos de la ubicación de los hechos?
E.Z.: --En los medios del AMBA, más del 80% de las noticias tienen epicentro en el AMBA y se refieren a problemáticas del AMBA. En segundo lugar, se prioriza la cobertura de otros países. Las provincias más pobladas o en las que la problemática pandémica fue mayor no figuran en el segundo ni en el tercer lugar en términos de coberturas. Hay una cobertura porteño-céntrica muy marcada. La sub-representación de la realidad de las provincias en los diferentes momentos de la pandemia es muy notoria. Al principio de la pandemia, cuando el Chaco era el segundo epicentro de contagios, no había demasiada información sobre esa provincia. Cuando fue Mendoza, Santa Fe o Córdoba, las noticias aparecían esporádicamente. En los medios de las provincias esa situación se revierte: cinco de cada diez noticias tienen epicentro en la región, se cubre la información con una mirada local, pero se retoma la agenda del AMBA. La situación no es simétrica.
--¿A qué lo adjudican?
E.Z.: --A cómo está estructurado el país en la toma de decisiones. El federalismo tiene núcleo en Buenos Aires; los principales actores que tomaron las decisiones y comunicaron los pasos y los estadios de la pandemia fueron, a lo largo de siete meses, el Presidente, el gobernador de la provincia de Buenos Aires y el jefe de gobierno porteño. Y eso, de un modo u otro, hace que los medios de las provincias informen sobre cómo evoluciona el DISPO, el ASPO y los contagios en el AMBA, pero no al revés. Aun en los medios de las provincias, el encuadre también es porteño-céntrico. Aun cuando se informe lo que está ocurriendo en la provincia, hay un encuadre nacional del manejo de la pandemia y de la cuarentena que se asocia a la agenda de Buenos Aires. Un caso elocuente es Mendoza, donde los medios editorializaban sobre el aislamiento y la cuarentena cuando Mendoza no estaba en aislamiento ni en cuarentena, sino en DISPO.
--Distintos estudios de agenda muestran que en las noticias subyace una base moral, que distingue el bien del mal. ¿Cómo funcionó ese rasgo en la pandemia?
N.K.: --La definición mediática de un problema público no es excluyente de los medios; los medios participan de esa construcción con otros actores y son, a su vez, cajas de resonancia de esos problemas. Esa perspectiva mediática, en particular, conlleva siempre un sustrato moral. Ese sustrato moral fue mutando conforme se han ido modificando los enfoques sobre la pandemia. Al inicio del ASPO, cuando el tratamiento mediático fue en sintonía con el encuadre sanitario del gobierno, las prescripciones acerca de la conducta a seguir apuntaban a la importancia del cuidado. Pero ya se observaba una excesiva atención a historias individuales, tanto como nota de color como para emitir sanciones a ciertos comportamientos considerados desviados de la norma. Ello fue en desmedro de un tratamiento estructural y contextualizado del fenómeno, que aportara información socialmente relevante para prevenir el avance del virus y evitar, a la vez, sembrar pánico en la población. Paralelamente se otorgaba una enorme visibilidad —incluso, en medios considerados oficialistas— a las protestas anticuarentena, que rompían todo tipo de protocolo y, en muchos casos, exhibían conductas violentas. Luego, aun dentro del ASPO en AMBA y de modo congruente con la consolidación del encuadre económico, esas sanciones morales comenzaron a flexibilizarse hasta justificar las conductas que antes habían sido condenadas, amparados en la imposibilidad material y psicológica de sostener un aislamiento durante tanto tiempo y dando por hecho que el ASPO se había terminado.
--¿Cómo se pasó de ese escenario de consenso político a la reedición de la ruptura entre oficialismo y oposición?
E.Z.: --Nosotros decíamos que hubo un primer momento de mucho consenso, que coincide con ese momento de sobreinformación en donde no se ponía en cuestión ni la política sanitaria ni los modos de gestión. Un primer hito de fuerte polarización política intra-pandemia fue la discusión sobre el manejo de la pandemia en la población carcelaria de riesgo. Por fuera de la pandemia, Vicentín. Una vez roto ese consenso político, los medios se alinearon editorialmente de un modo más o menos previsible. Hasta entonces, sin embargo, esa ruptura del consenso político no implicaba una ruptura del consenso sanitario.
--¿En qué sentido?
E.Z.: --Más allá de opinar si la cuarentena era larga o no, si se testeaba mucho o poco, los medios más leídos del país no ponían en duda la gestión sanitaria ni los datos que producía el Ministerio de Salud. Tampoco que la cuarentena hubiera evitado el colapso del sistema sanitario. Y se asumía que la Argentina había evitado niveles de contagio por millón de habitantes y de colapso de su sistema que la distinguían de otros países. Con la decisión acertada de la provincia de Buenos Aires de ajustar la contabilidad de los fallecidos hubo un primer hito a partir del cual empezaron a ponerse en duda los datos que distribuye el Ministerio de Salud. Luego otras provincias también empezaron actualizar su lista de fallecidos, lo que ubicó a la Argentina entre los países más afectados. En ese momento, también se rompió ese consenso sanitario. Hoy no solo se critica abiertamente la gestión política de la pandemia, sino también la sanitaria.
--¿Cuál es la valoración que los medios hacen de la solución a la pandemia, con foco en la vacuna aunque no solamente?
N.K.: --El enfoque que se le de a un asunto público incluye la definición de un problema, la identificación de responsables por ese problema, un sustrato moral que sanciona conductas y propuestas de solución. Prácticamente desde el inicio de la pandemia, la vacuna ha sido presentada como la solución a la crisis sanitaria, incluso entre quienes atacaban la cuarentena como método para morigerar el impacto del virus. Pero hubo dos temas que sumaron controversia y dan cuenta de un tratamiento poco responsable, en el contexto de una crisis sanitaria global. Primero, se otorgó una fuerte visibilidad a sectores antivacunas, amplificando la circulación de este tipo de discursos. Y además no todas las vacunas se valoraron de la misma manera: la de origen ruso fue puesta sistemáticamente en cuestión, aun cuando los niveles de efectividad resultaban parejos. Esoscuestionamientos surgían y se retroalimentaban solo dentro de los medios.