Dijeron que no iba a haber público, pero a las 8.58 de la mañana de este lunes se vio a la luna decidir quedarse un rato más en el cielo para ver en posición privilegiada la función histórica: el debut de Mara Gómez, que este 7 de diciembre se calzó justamente la 7 de Villa San Carlos para enfrentar a Lanús por la segunda fecha del Torneo Transición femenino. Fue su estreno al fin haciendo lo que más ama, jugar al fútbol, y de paso reescribiendo la historia del deporte argentino y de las luchas por hacer del mundo un lugar más justo y más lindo, tras jugar los noventa minutos de su primer partido oficial y convertirse en la primera futbolista trans en disputar un certamen nacional de la máxima categoría.
Mara sonríe con la pelota antes del pitido inicial en el Genacio Sálice, dibujará la mueca feliz también recostada sobre el césped durante los ejercicios de precalentamiento; lo hará con la pechera flúo de la previa y también cuando la camiseta oficial de Villa San Carlos luzca libremente sobre su cuerpo. Lanús le ganó a Villa San Carlos por 7 a 1 pero el resultado no es más que una anécdota en este lunes que inicia la semana pero, sobre todo, una nueva era del fútbol, que se aleja de las celdas binaristas y acerca al césped a los cuerpos libres.
El querido fútbol argentino, que en esta jornada es vanguardia histórica en nuestro país y en el mundo, sueña con correrse de la escena y dejarle el primer plano a un momento que lo excede, que es la vida social y cultural imponiendo su revolución, a ese maravilloso tiempo detenido en el instante en el que Mara Gómez toca su primera pelota. Nadie ha perdido en este triunfo inolvidable de Mara, porque ha ganado ese fútbol popular y de todes que supo salvarle la vida y ahora le da su bienvenida a la máxima división, borrando pesadas y mortales fronteras. Este lunes, lo merecen el de Lanús y también el de Villa San Carlos: todos los vestuarios debieran ser una fiesta.
A las nueve en punto de la mañana, con el sol y la luna como testigos universales y con una bandera del orgullo flameando sobre el tablón, la delantera de 23 años ingresó al campo de juego junto a sus compañeras. Después del sorteo, se entregó feliz a la foto grupal del once de Villa San Carlos, regalando entre todas un póster histórico de eso que la propia Mara definió como "una conquista no sólo personal, sino social y colectiva". Sonríe allí también la futbolista del cuadro de Berisso, entre los brazos de Karina Augusto y Leonela Miranda, que posan felices a su lado.
Mara quería hacer un gol y desde la previa le había contado a Página/12 a quién iba a dedicárselo: lo firmaría para Lorena Berdula, su amiga, compañera en esta lucha y representante; para su mamá Carolina, que le dio la vida y le tendió su mano sorora, quizás sin haber oído de sororidad; y también para ella misma, aquella Mara de 15 años que eligió seguir viviendo, con el fútbol como aliado, a pesar de los tormentos de una sociedad que supo ponerle un tope de 35 años a la expectativa de vida de lxs trans, doloroso límite que el golazo simbólico de esta mañana de Mara ayuda a destruir, como lo han hecho también las luchas colectivas que conquistaron la Ley de Identidad de Género en 2012 y hoy pelean por el cupo laboral trans.
Fue simbólico su gol, porque en este debut el grito sagrado se le negó a Mara, que seguramente ganará más y más confianza ahora que puede saltar al campo de juego con el 11 que disponga Juan Cruz Vitale. Pero tuvo su chance, a los 12 minutos del primer tiempo: tras un buen movimiento para escaparse de la línea del fondo granate que salió mal, consiguió quedar mano a mano con la arquera de Lanús, que salió rápido y le cerró el ángulo justo antes de que la delantera punteara con la derecha. Mara igual cazó el rebote afuera del área y forzó un disparo rápido, directo al arco, pero Brisa Río volvió y descolgó la pelota de las alturas, conteniendo una de las situaciones más peligrosas que generó el local en ofensiva. La corrida de Mara rumbo al arco es bella y veloz, como ella dirá que es la vida, después del partido, y que por eso vale la pena luchar: el relator grita "Maragó, Maragó" y el grito suena tan parecido al de uno que supo dar mil alegrías que su aura aquí y ahora, en este triunfo del pueblo, vuelve a conmover la mañana.
Ya pitó la árbitra Jennifer Mendoza el final de una historia de diversidad que, felizmente, recién está empezando en el fútbol argentino. Ya pasaron esos 79 segundos que tardó la pelota en llegar por primera vez a los pies de Mara Gómez en su debut en Primera División. Ya celebraron sus goles las granates Daiana Chiclana, Melanie Torales, Marcela Figueroa y -por partida doble- Ailén Medina y Camila Pavez, para una ficha deportiva que es inolvidable. Ya se eternizó el primer abrazo de gol en la memoria de Mara, porque ganó Lanús pero fue Villa San Carlos el que gritó primero, a los nueve minutos, con un lindo gol de Emilia Braga que las reunió para celebrar en el área: la nueve local remató fuerte de zurda luego de un veloz pase de la 10 celeste.
El zurdazo fue inalcanzable, como hasta hace poco creyó que era su sueño la propia Mara, que ahora se emociona porque este día tiene todavía más emociones reservadas para ella: al final del partido, las pibas de Lanús -rivales, no enemigas- le regalan una camiseta granate, que lleva su nombre y un 10 en la espalda. Es que todos y todas quieren ser del equipo de Mara, ésa que lucha por sus sueños. Y la delantera se muerde los labios y al fin se quiebra, cobijando entre sus manos su rostro conmovido, porque en un mundo que aún tiene de cobarde y cruel, cada gesto que abraza, ¿cómo no va a emocionar?
Mara Gómez llegó al fútbol grande de Argentina, debutó en el torneo femenino que aún se debe una profesionalización de verdad y demostró que tiene mucho para darle. No sólo por su velocidad o por esas chispas de desparpajo futbolero que se vieron hoy en dosis pequeñas -ese desmarque inteligente, algún freno al juego con un taco-, que irán aumentando con su confianza y su rodaje en las canchas. Mara tiene mucho para dar, también, porque tiene la amabilidad y la fuerza de quienes son grandes, tan grandes que revolucionan sus tiempos. "Una busca disfrutar y ser parte de este mundo, independientemente del sexo o género que tenga. Al deporte hay que desbinarizarlo y disfrutarlo. Yo estoy agradecida de poder estar hoy acá, de que tengamos un Estado presente y una Ley de Identidad de Género que nos permita ser parte", celebró Mara, que después de vivir el partido más esperado de su vida y de haber luchado tanto por jugar a la pelota (hasta terminar reescribiendo la historia), todavía regaló una sonrisa y un consejo entrañable: "Salgan a luchar por sus sueños. Estamos de paso por la vida. Lo único que hay que hacer es eso. Todo lo que es nuevo es revolucionario. Y los deseos son propios, hay que luchar por ellos y por nuestros sueños. Yo estoy acá cumpliendo el mío".