Tenemos que dejar de disculparnos. En muchas oportunidades, cuando una niña o adolescente desaparece, vemos y escuchamos a sus familiares esforzándose frente a los medios de comunicación resaltando “lo buenas alumnas que eran” o que “no tenían novio” o “que no salían”.
El esfuerzo para poner a las mujeres en un lugar impoluto es directamente proporcional a lo despiadados que esos mismos medios de comunicación o las redes sociales pueden ser con su intimidad y con su vida privada.
En el caso de Angeles Rawson, la adolescente asesinada por Jorge Mangeri, el juez de la causa Javier Ríos se expidió respecto de esta cuestión, invocando las leyes vigentes de protección integral de los derechos de niñas, niños y adolescentes y limitando la exposición inadecuada tanto de Angeles como de sus amigas y amigos menores de edad.
El sábado apareció asesinada Micaela García y, a partir de la triste noticia, otra vez la mezquindad estuvo a la orden del día. En esta oportunidad, la militancia política de la víctima fue resaltada en algunos desafortunados posteos y replicada en la redes, de tal manera que hicieron correr el foco de la gravedad del tema.
Se mezclaron expresiones desde la política que nada tenían que ver con el trágico desenlace.
La violencia de género parece imparable. Por ello pedimos justicia, mejores presupuestos, políticas integrales y también un trato respetuoso de los medios de comunicación. Cuando hablamos de que es cultural también hablamos de estas cuestiones.
Los medios de comunicación siguen reproduciendo el modelo machista en sus titulares y en las notas donde filtran los chats, las fotos, las autopsias. La semántica es fundamental. Hay un nuevo lenguaje que deben aggiornar para referirse a estos casos, hay que reformular los códigos de ética profesional y capacitarse en materia de derechos.
Por eso las imágenes que publican deben servir para buscarlas, no para escracharlas y que no divulguen su privacidad porque eso sólo corresponde a la justicia y al secreto de sumario.
Y en cuanto a las notas, sobre todo, las que se refieren a niñas y niños menores de edad deben estar cerradas a comentarios de los lectores, porque contribuyen a reproducir la violencia. Las víctimas tienen derechos y deben ser respetados.
¿A quién le interesaba si Micaela militaba, si Angeles era buena alumna, o si a Melina le gustaba ir a bailar, si Nora Dalmaso tenía amantes, qué importaba si Marina y María José viajaban solas? No importaba nada, porque todas fueron asesinadas y porque ninguno de esos hechos estuvo relacionado con el crimen. Sin embargo, la vida privada de cada una de ellas fue expuesta de la manera más vil en los medios y en las redes sociales.
Tenemos una obligación como sociedad, como profesionales, como dueños o trabajadores de los medios de comunicación de no seguir reproduciendo la violencia.
Tengamos memoria: ellas fueron revictimizadas cuando titularon sobre Melina como “fanática de los boliches”, cuando mostraron en televisión a un empleado del Ceamse dentro de un contenedor de basura para probar cómo habían asesinado a Angeles, cuando mostraron las fotos de Jazmín De Grazia muerta en la bañera, cuando hicieron remeras bromeando sobre Nora Dalmaso y sigue la lista. Al dolor, más dolor. No hay nada que disculpar.
* Especialista en infancia.