Ocho meses de emergencia sanitaria, ocho meses de angustia, agotamiento y estrés emocional, hay quienes contrajeron el virus más de dos veces y continúan trabajando ahora con su salud comprometida de por vida, sin descansos, ni licencias. En el medio, la sobrecarga de las tareas del hogar y del cuidado de sus hijxs, muchas en condición de pluriempleo, corriendo de un trabajo a otro, porque con uno solo el sueldo no les alcanza. Así viven en pandemia las trabajadoras de la salud de la Provincia de Buenos Aires.

Enfermeras, médicas, kinesiólogas, personal de limpieza, psicólogas, trabajadoras sociales, todas esenciales y esencialmente mal pagas. El pasado miércoles 25 de noviembre les trabajadores de la salud de la Provincia de Buenos Aires realizaron el primer paro del año, “decidimos tomar esta medida que nunca habíamos hecho desde que asumió Kicillof, porque nos han empujado a un punto que nos tiene desconcertadas y generando mucho malestar”, señaló Marta Márquez, trabajadora social y presidenta de la Asociación Sindical de Profesionales de la salud de la Provincia de Buenos Aires (CICOP) en diálogo con Las12. 

Desde que se decretó la emergencia sanitaria, el personal de salud de la provincia logró acordar solamente una paritaria en abril cuyo aumento no fue significativo y el convenio se cerró con la promesa de una nueva convocatoria en junio de parte del gobierno provincial. Márquez aseguró “Necesitamos una recomposición de nuestros salarios. En una sola paritaria no podemos resolver un salario que viene retrasado desde hace muchos años. En junio no fuimos convocadas, recién fue el 19 de octubre, nos hicieron otra propuesta insuficiente y le pedimos al Gobierno que sumara algo más porque los salarios están bajos e invertir en la salud pública es lo mejor que le puede pasar a la Provincia de Buenos Aires. En ese intercambio que fue una paritaria formal, el Gobierno quedó en llamarnos esa misma semana con una propuesta superadora pero no nos convocaron más.” 

Marta Márquez

La feminización de los equipos de salud

La pandemia agudizó las desigualdades de género que se ponen en evidencia en la cotidianidad de los hogares. Las trabajadoras de la salud que tienen a cargo hijxs menores no solo se encargan de las crianzas, también deben acompañarlxs en sus tareas escolares. Hay quienes también cuidan de sus madres y padres adultos mayores, mientras el reparto de las tareas del hogar continúa siendo desigual: ellas siempre cargan con mayores obligaciones. Márquez dice: “Muchas compañeras tuvieron que llevar a sus hijes a vivir a otro lado, por miedo a que las precauciones tomadas no fueran suficientes. Tuvieron que reorganizar sus familias y sin recursos porque algunas no tenían con quien dejarlos, esto afectó particularmente a las compañeras porque somos muchas más mujeres que varones y muchas de ellas son jefas de familia, enfermeras, kinesiólogas, médicas jóvenes que están con sus hijes a cargo". La feminización de los equipos de salud se ha ido incrementando en los últimos años, alrededor de un 70 por ciento son mujeres y en época de pandemia se vieron especialmente afectadas. Al ser consideradas esenciales, aquellas trabajadoras de la salud que tienen hijxs menores no pueden gozar de licencias y muchas de ellas no tuvieron otra alternativa que dejarlxs al cuidado de sus madres adultas mayores.

Valeria Bonetto es médica pediatra del Hospital de Agudos Paroissien, de La Matanza, y delegada gremial de Cicop, a cargo de la Secretaría de Derechos Humanos y Género: “Las mujeres somos las más complicadas con respecto a los cuidados de les hijes menores y adolescentes. No solo estamos expuestas por atender a pacientes con Covid-19 sino que, también, corremos el riesgo de enfermar a nuestros familiares, principalmente a nuestros padres y madres mayores, personas de más de 60 años, y eso es muy angustiante. En enfermería la mayoría son mujeres, ahora hay un porcentaje enorme de médicas y hay especialidades en las que la mayoría somos mujeres. Para nosotras el reparto no equitativo con respecto a las tareas de cuidado pesa muchísimo en este tiempo”. Según un informe elaborado en junio por la secretaria que preside Bonetto, en el sector salud, sobre todo en el ámbito municipal, hay un sector de trabajadoras en condiciones de precarización laboral con becas o contratos temporales que las lleva a una situación de inestabilidad laboral y con latente amenaza de ser despedidas.

Algunas trabajadoras están sin vacaciones desde el 2019, quienes habían elegido su receso en marzo o abril quedó suspendido en el inicio de la cuarentena y tampoco pueden gozar de licencias quienes pertenezcan a grupos de riesgo si son menores de 60 años. Carolina Quintana es una de ellas, es diabética e hipertensa, por tener 43 años debe continuar trabajando aún con los riesgos que implica para su salud. Es enfermera del Hospital Paroissien con 13 años de servicio. “Más allá de la pandemia, en lo que va del año, me enfermé más veces por el estrés que por otra cosa, esto repercutió mucho en mi salud. Además de Covid-19, tuve otras patologías. Todo tiene consecuencias del mismo estrés que se vive en el lugar de trabajo, el hospital está saturado de personas enfermas, y yo vivo con miedo.” Carolina es una de las pocas enfermeras trans de la Provincia de Buenos Aires, cuenta que transicionó cuando ya tenía un puesto efectivo en ese hospital, y un puesto más en otro centro de salud. “Tuve que renunciar a mi segundo empleo porque en esta situación de estrés no pude seguir y trato de subsistir con un sueldo. Estamos muy cansadas, los días de calor es más difícil, no andan los ventiladores y no podemos usar aire acondicionado. Constantemente nos tenemos que sacar y poner el equipo de protección personal y son muchas horas que estamos trabajando, es muy desgastante y agotador, muchos se terminan descompensando”, detalló Carolina.

Valeria Bonetto

Muertes evitables

En agosto un cortejo con los restos de Lucila Núñez, enfermera de 57 años, se detuvo en la puerta del Hospital Gandulfo de Lomas de Zamora, el lugar donde se desempeñó durante más de15 años. Sus compañerxs la despidieron con aplausos, lágrimas y abrazos. A Natalia Ledesma, enfermera del mismo hospital, todavía la invade la tristeza cuando recuerda a su compañera: “Lucila quería seguir trabajando aun siendo paciente de riesgo, ella estaba en el segundo piso de clínica médica donde hay pacientes con Covid-19. Presentó un escrito solicitando que la cambien al sector de maternidad para evitar estar en contacto con pacientes contagiados. Nuestra jefa le respondió que cuando ingresen enfermeras nuevas la iban a pasar. Ingresaron 52 enfermeros, pero nunca la cambiaron de sector.” Según datos brindados por Cicop ya son más de 180 lxs trabajadores de la salud fallecidxs en la provincia de Buenos Aires. Márquez retoma: “no todos eran personas de riesgo, son números que tienen un mes de retraso porque hace más de 30 días que no tenemos comité de crisis donde nos informan los datos”. Ledesma cuenta que está muy cansada y lo que más le preocupa es que no sabe si van a poder soportar una segunda ola de contagios si la vacuna no llega a tiempo, “estamos entregando la vida con sueldos miserables, en todos estos meses solo tuvimos un 12 por ciento de aumento. Hay compañeras que me dicen ‘o les doy de comer o los cuido y es muy triste”. 

Verónica González es licenciada en enfermería con 13 años de servicio, especializada en emergencia pediátrica, vive en San Justo. Durante varios años trabajó en horario nocturno, llegó a tener tres empleos para poder alcanzar un sueldo considerable, ahora en pandemia solo pudo conservar uno. Vive con su hijo que es mayor pero está desempleado, “no alquilo pero con mi sueldo apenas llegamos a pagar los impuestos y a comer. Soy madre soltera, mi hermano falleció de cáncer y mi mama murió en 2015, así que estamos los dos solitos”, cuenta. González estuvo aislada dos veces por contacto estrecho con pacientes con Covid positivo, afortunadamente no se contagió, sin embargo, “fue muy angustiante esperar el resultado y tuve que aislarme en una habitación de mi casa para no contagiar a mi hijo.” Como en la guardia pediátrica había poco trabajo González se pasó a la guardia de adultos para ayudar a sus compañerxs, y así relató lo que vive diariamente: “el esfuerzo que nosotros estamos haciendo es muy grande, el kit nos da muchísimo calor, tenemos que usar el barbijo N95 y después el quirúrgico, la máscara y las antiparras, con todo eso nos cuesta respirar”. González es enfermera de vocación, ama su profesión, sin embargo, reconoce que es un trabajo muy desgastante, “hay pacientes que no comen solos, en emergencia tenés que salir, cambiarte súper rápido y volverte a cambiar, porque el que entró nuevo siempre es Covid sospechoso. Es muy estresante y el sueldo es bajo, a veces no doy a basto. La enfermera recibe al paciente, controla los signos vitales, le pone la vía, le saca sangre, lo monitorea, es un trabajo muy intenso. Los pacientes están solos y demandan mucho pero no podemos estar tanto tiempo con cada uno”.

Trabajadoras de limpieza, las más castigadas

Un sector fundamental en los hospitales también muy feminizado es el personal de limpieza. Sin ellas ningún centro de salud podría funcionar, sin embargo, es el sector más precarizado y en varios hospitales la forma de contratación está terciarizada a cargo de empresas privadas. Muchxs no forman parte de la plana de trabajadores públicos que dependen del Ministerio de Salud, sino que son contratadas por agencias de empleo que ni siquiera les brindan equipos de protección personal para protegerse de la Covid-19. Patricia tiene 44 años, vive en Gregorio de La Ferrere y trabaja hace 17 en el hospital Paroissien.Tuvieron que pasar 10 años para ser trabajadora de la planta permanente del hospital. Es diabética y contrajo dos veces el virus, tras la segunda vez su salud quedó muy deteriorada, “hasta el día de hoy me han quedado secuelas importantes, fatiga y cansancio. Al principio no teníamos equipos de protección, hubo una demora importante”, relató. Para el Ministerio de Salud, encargado de otorgar las licencias médicas, Patricia Jaime no es paciente de riesgo por no ser insulino dependiente y debió seguir trabajando, tuvo que contraer dos veces el virus para que, aunque sea, la deriven a un sector de trabajo donde no tenga contacto con personas infectadas. “Pedí que me cambien de sector porque tengo mucho miedo de contagiarme de nuevo, mi neumólogo me dijo que no estoy en condiciones de trabajar donde haya infectados por las secuelas que me quedaron.” Jaime es jefa de hogar, vive con sus dos hijxs, la mayor de 25 y el menor de 13, “soy el sostén de mi familia, mi sueldo es el único ingreso, me hace falta otro trabajo, pero con mi edad y en las condiciones de salud que estoy nadie me va a emplear. Vivo en la casa de mis padres y con lo que gano llego justo a comprar para comer y pagar los impuestos”, detalló. Aun cuando la cantidad de contagios haya bajado considerablemente, la pandemia no da tregua para las trabajadoras de la salud. Sus reclamos continúan sin ser escuchados y el cansancio que padecen no solo es solo físico, también es psíquico, mental y emocional. De nada sirven los agradecimientos públicos y los aplausos si nadie cuida a quienes nos cuidan.